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Una radiografía de la juventud de Mendoza: empleo precario y abandono escolar

Según los datos oficiales, la desigualdad, la precariedad y el abandono escolar marcan la realidad de la juventud en Mendoza.

La falta de oportunidades laborales limita el desarrollo de la juventud en Mendoza.

La falta de oportunidades laborales limita el desarrollo de la juventud en Mendoza.

Imagen ilustrativa MDZ

En Mendoza, ser joven no siempre significa tener oportunidades. Para quienes tienen hasta 35 años, la realidad está marcada por desafíos que van más allá de lo generacional: acceder a una educación de calidad, conseguir un empleo digno o compatibilizar la vida familiar con el trabajo son metas que, muchas veces, se ven frustradas por las condiciones estructurales que ofrece el entorno. Lejos del ideal de juventud asociado al crecimiento y la proyección, miles de chicos y chicas viven atrapados entre la informalidad laboral, el abandono escolar y las desigualdades de género.

Cada vez son menos los jóvenes de sectores empobrecidos que cursan estudios universitarios
Cada vez son menos los jóvenes de sectores empobrecidos que cursan estudios universitarios
Cada vez son menos los jóvenes de sectores empobrecidos que cursan estudios universitarios

El último Informe de Condiciones de Vida 2024, elaborado por la Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas (DEIE), traza un panorama completo sobre cómo viven, estudian y trabajan los jóvenes mendocinos. Los datos muestran que las diferencias son profundas y que la zona de residencia, el nivel educativo alcanzado y el género influyen de manera directa en las oportunidades que cada joven puede construir.

Un panorama general de la juventud

La población joven representa el 39,5% de las personas ocupadas en Mendoza, lo que equivale a más de 350 mil personas menores de 35 años. Sin embargo, detrás de ese número se esconde una realidad desigual entre zonas urbanas y rurales, varones y mujeres, y entre quienes pudieron acceder a estudios superiores y quienes quedaron fuera del sistema.

En materia de educación, apenas el 20,1% de los jóvenes ocupados completó un nivel terciario o universitario, mientras que más del 34% solo alcanzó estudios primarios completos o secundarios incompletos. En las zonas rurales, esta brecha es aún mayor: más del 50% no finalizó el secundario.

Tasa de asistencia escolar de la población de 4 a 24 años.jpg

Aunque la tasa de asistencia escolar total para personas entre 4 y 24 años se ubica en un 81,4%, cuando se observa el grupo de 18 a 24 años (es decir, quienes podrían estar cursando estudios terciarios o universitarios), ese porcentaje desciende al 42,7%, reflejando un fuerte abandono o imposibilidad de continuar estudios superiores.

Entre los factores que explican esta situación, los motivos económicos son predominantes. Según el informe, 6 de cada 10 personas que no comenzaron o no terminaron sus estudios mencionaron razones de trabajo o falta de recursos como principales obstáculos.

Historias que reflejan los datos

Los números se vuelven más comprensibles cuando se miran desde las trayectorias reales. En Mendoza, muchos jóvenes deben elegir entre trabajar o estudiar, porque hacer ambas cosas al mismo tiempo implica un esfuerzo que no todos pueden sostener.

Joaquín, de 26 años, comenzó la carrera de Administración de Empresas en la UNCuyo mientras desarrollaba un pequeño emprendimiento de venta de insumos tecnológicos. Durante un tiempo logró sostener ambas cosas, pero llegó el momento en que tuvo que decidir. “Cuando quise dar el salto y abrir mi propio local, me di cuenta de que no podía hacer todo. Tuve que priorizar el trabajo y dejar la facultad. La cabeza no me daba más”, contó a MDZ.

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Los jóvenes mendocinos se dividen entre trabajar y estudiar, muchas veces no pueden con ambas.

Los jóvenes mendocinos se dividen entre trabajar y estudiar, muchas veces no pueden con ambas.

Gianluca, de 24, también tuvo que poner pausa a su formación. Estudiaba Educación Física mientras trabajaba en una oficina para cubrir sus gastos y, además, colaboraba en una escuelita de fútbol. “Me encantaba lo que estudiaba, y encima ya estaba trabajando en eso, pero entre los dos laburos no me daban los tiempos para cursar. No era por falta de ganas, era porque no llegaba”, explicó.

En el otro extremo, aunque en menor proporción, hay jóvenes que pudieron avanzar sin interrupciones gracias al apoyo económico familiar. Es el caso de Juan Francisco y Nicolás, ambos de 25 años, que estudian Ingeniería Civil y comenzaron a trabajar recién cuando ya estaban cerca de recibirse. Sus historias muestran una diferencia estructural: para muchos, estudiar es un privilegio que depende del contexto familiar.

Trabajo precario y brechas de género en el empleo juvenil

La ocupación juvenil también muestra desigualdades estructurales. Mientras que el 29,8% de los varones de hasta 29 años están ocupados, el porcentaje cae al 19,3% en el caso de las mujeres jóvenes. Además, la tasa de desocupación femenina joven llega al 16,4%, más del doble que la de los varones de esa edad.

Un dato preocupante es el nivel de informalidad laboral: el 66,3% de los jóvenes que trabajan en zonas rurales lo hace sin estar registrado. En la ciudad, más de la mitad de los trabajadores jóvenes no tiene cobertura legal ni aportes jubilatorios.

Los jóvenes mendocinos también muestran una alta concentración en empleos del sector terciario, es decir, comercio, servicios y atención al público. En contraposición, un tercio de los trabajadores jóvenes rurales se desempeña en actividades primarias como agricultura o ganadería, donde predominan condiciones precarias y bajos niveles de escolaridad.

Respecto a la categoría ocupacional, 7 de cada 10 jóvenes trabajadores se desempeñan como empleados, mientras que el 24,9% son trabajadores independientes. Solo un 5,2% son empleadores o patrones, lo que evidencia escasa capacidad emprendedora o acceso al capital para iniciar negocios propios.

El trabajo no remunerado también impacta fuertemente en las juventudes, sobre todo en las mujeres. Ellas dedican, en promedio, 4 horas y media por día al trabajo doméstico o de cuidado dentro del hogar, casi dos horas más que los varones. Esta carga de tareas no pagas limita las posibilidades de estudio, empleo y tiempo libre.

tasa de ocupación juvenil Mendoza 2024.jpg

El entorno familiar también condiciona las oportunidades

Por otra parte, la realidad educativa dentro del hogar también influye. La mitad de los niños, niñas y adolescentes mendocinos viven en hogares con un clima educativo bajo o muy bajo, lo que condiciona no solo su presente sino las oportunidades de los jóvenes que viven en esos hogares.

clima educativo del hogar.jpg

La fotografía que deja el informe 2024 es la de una juventud atravesada por desigualdades sociales, con altos niveles de informalidad y un acceso desigual al sistema educativo. Si bien representan una porción central de la población activa, las oportunidades están lejos de ser equitativas.