Soledad Silveyra: "Me parece muy excesivo que en los momentos de crisis, pague la cultura"
En una exclusiva para MDZ, Soledad Silveyra contó todo sobre la obra de teatro "¿Quién es quién?", criticó la escasez de ficción en la televisión argentina y celebró el afecto del público tras más de seis décadas de carrera.
La actriz cuenta con 60 años de trayectoria en la televisión argentina.
Analía Melnik /MDZCon casi 60 años de trayectoria, Soledad Silveyra confesó que nunca eligió el camino de la actuación. El arte de interpretar era un juego natural para ella, hasta que un día tuvo el empuje necesario para hacerlo de forma profesional. “Tenía que ser”, expresó la célebre actriz en una entrevista exclusiva con MDZ.
Con apenas 12 años, Soledad logró trabajar en televisión y, desde entonces, no paró. A los 17 filmó dos películas con Sandro y, años más tarde, trabajó en grandes éxitos televisivos como Vidas robadas, Amor en custodia, Costumbres argentinas y Poné a Francella, entre tantos otros.
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Más allá de la fama, del amor y del reconocimiento de su público, la propia Solita recuerda que lo que la hizo sentir más orgullosa de su trabajo fue el hecho de poder “volver a comprar todos los muebles de algarrobo” que se habían vendido en su casa debido a la mala situación económica que afrontaban. “A los 15, me convertí en el sostén de la familia”, afirmó la intérprete de 73 años.
Hoy, Solita sigue trabajando arriba de las tablas de la mano de Luis Brandoni en “¿Quién es Quién?”. Desde comienzos de año, la obra de comedia se presenta de miércoles a domingos en el Teatro Liceo (Av. Rivadavia 1499, CABA). “Es una obra humanista. Te vas a reír durante un rato largo, pero después te vas a ir reflexionando”, adelantó la actriz, sobre la obra que desembarcará en Mar del Plata en enero de 2026.
Como si fuera poco, Silveyra mostró su faceta enamorada, tras años de soltería. Y, por supuesto, no dejó de dar su análisis respecto a la situación actual del país.
Mirá la entrevista completa a Soledad Silveyra
- ¡Bienvenida Solita a MDZ!
- Muchas gracias, hija. Para mí, Mendoza es un lugar que amo profundamente. Tengo seres muy queridos allí, así que en cuanto puedo me hago una escapada. Nos tocó vivir un episodio muy feo con Verónica Llinás, cuando un auto se metió en el teatro y atropelló mucha gente. Fue un desastre, una tragedia, pero gracias a Dios no murió nadie.
- ¿Ese fue el último recuerdo que tenés de Mendoza o pudiste volver?
- Esa tragedia es el último recuerdo que tengo. Iba a volver al hospital para ver a la gente accidentada y justo me pusieron una filmación y no pude, así que estoy en deuda.
- Esperamos que puedas volver. Los mendocinos siempre te esperamos.
- Vamos a volver con Beto (Luis Brandoni), con ¿Quién es quién?, la obra que nos está dando tantas satisfacciones. Vamos a hacer Mar del Plata y creo que la segunda semana de abril ya salimos de gira por toda la República, que para mí es lo más divertido que hay.
- Remontémonos a tus inicios en la actuación. ¿Qué es lo que te llevó a decidir ir por este camino? ¿Lo elegiste o llegó por otro lado?
- No lo elegí. Tenía que ser. Mi familia estaba pasando una muy mala situación económica. Después de tenerlo todo, pasamos a no tener nada. A los 12 años me encerraba en el baño con mi hermano -que lo perdí- y hacía, sin darme cuenta, Antígona o imitaba a Pinky. Yo tenía un espejo grande del otro lado de la puerta y hablaba todo el tiempo y me veía cómo actuaba.
Un día, Zelmar Gueñol -a quien tengo siempre en mi memoria, porque fue un gran actor e integrante de los Cinco Grandes del Buen Humor-, me dijo, cuando salí del baño: "Solita, ¿vos no querés actuar? ¿Ser actriz?". Yo le respondí: "¡Ay, no! ¡Qué cacherío!". Era inculta porque teníamos actores maravillosos. Entonces le dije: "Mirá, yo lo único que necesito es ganar plata porque ya nos cansamos del caldo con arroz”.
Entonces fui a dar una prueba a Teleonce, me tomaron, y de ahí en más no paré. A los 15 filmé con Palito Ortega; a los 17, dos películas con Sandro; y a los 18 me casé. Hice todo muy rápido. Pero a los 15 pude volver a comprar todos los muebles de algarrobo que recién salían al mercado y pude rehacer mi casa. Y me convertí en el sostén de la familia.
- ¿Y te empezó a gustar la actuación en el transcurso, después de poder rehacer tu casa?
- Sí, la empecé a adorar. Me acuerdo que, cuando estuvo la ola de los pañuelos verdes, me preguntaban si yo había sido víctima de algún abuso y la verdad es que nunca en mi vida. Siempre me cuidaron. Tuve un privilegio enorme. De los 12 a los 18 ya era un sargento; ya manejaba todo. Nunca en mi vida me pasó absolutamente nada. Tuve mucha suerte.
- Hace poquito se cumplieron 60 años desde que arrancaste en esta profesión. ¿Qué es lo que más te gusta de tu carrera que te dan ganas de seguir?
- El amor de la gente que me conmueve. Hay señoras a la salida del teatro que me emocionan. Es el amor. Y, de los que no me aman, bueno, no me entero. Yo no miro redes. Pero el amor de la gente es lo que más rescato, porque sin ustedes nosotros no somos nada. Quien nos da la posibilidad de seguir y seguir son ustedes. Estoy agradecida a mis compañeros, a cómo me cuidaron. Amo a los actores argentinos y los respeto profundamente.
- Tenés una extensa trayectoria en la televisión, pero en los últimos años te abocaste al teatro. ¿Volverías a actuar en la pantalla chica o ya quedó en el pasado?
- ¡Dios quiera que la televisión no quede en el pasado! Ahora, desgraciadamente, lo que pasa es que, al no haber teleteatros o series en la pantalla abierta, lo que dice Carlos Rottemberg es que no va a haber más actores populares. Nosotros, en estos 60 años, entrábamos en la casa de la gente, entonces la gente nos elegía. Eso ya no ocurre. Ojalá que se pueda volver a hacer ficción porque es absolutamente necesaria, no solo para el trabajo de los actores, sino también para el trabajo en el teatro.
- ¿Y el mundo de las series te llama la atención o no?
- Haciendo teatro, debería parar, como hizo Beto, por ejemplo, cuando filmó Parque Lezama, que paró un mes. Pero hacer las dos cosas a la vez es imposible. Después de estar grabando 10 horas, ir a hacer tu función me parece casi una irresponsabilidad por parte nuestra. Hay actores que pueden, yo me parece que no, que me quita fuerzas.
- ¿Preferís el teatro entonces?
- Sí. Es como que el teatro es el refugio de todos. En mi caso, el teatro es mi refugio hace rato, pero ahora veo que, al no producirse tanto ni siquiera en plataformas, los actores van al teatro.
- Y el público también está volviendo a ver obras
- Y el público ha acompañado bastante bien, sacando este mes de octubre. Como no sabemos qué va a pasar con el país, la gente se queda, no gasta los pesos que tiene, los cuida. Solo este mes ha bajado. Vamos a ver qué pasa.
- ¿Y qué es lo que tiene el teatro, para vos, que lo hace distinto a lo demás?
- El teatro es un ritual. El teatro es tener la gente ahí, es tener la respuesta inmediatamente de lo que hacés. Si se tienen que reír, si se tienen que emocionar, manejás el timing (tiempo)... Y con Beto hemos logrado una comunión. En la conferencia de prensa de Mar del Plata, todos nos decían: "Pero parecen un matrimonio". Transmitimos eso, y creo que tiene que ver con la calidad de cómo salimos al escenario.
Somos muy tempraneros los dos, nos gusta la ceremonia de estar en el teatro antes. Yo tengo todas las fotos de mi familia, invoco a todos para que me ayuden esa noche. Y no soy una estrella, no me gusta que me digan esas cosas. Yo no soy una diva para nada.
- ¿No te sentís diva?
- Respeto a nuestras divas. Nosotros somos actores, artesanos, intérpretes. A mí ni siquiera me gusta que me digan artista, porque yo no soy una artista, soy un transmisor entre el texto y la dirección al público. No estoy creando más que mi propia actuación y dirigida por un director.
- Pero es un trabajo. No a cualquiera le sale
- Sí, por supuesto que es un enorme trabajo, las estrellas en el cielo y los pies sobre la tierra. Si te agrandás, te achican.
- Contame un poco de la obra ¿Quién es quién?
- Ya van 10 meses de la obra; ya parimos un hijo. Seguimos hasta noviembre y, después de ahí, vienen las merecidas vacaciones, y estrenamos en Mar del Plata el 2 de enero.
- ¿Y cómo viene la expectativa por el desembarco en Mar del Plata?
- Vamos a ver. Es un momento muy difícil para todos. Entonces, yo tengo miedo. Beto está seguro que vamos a hacer un éxito, los empresarios están seguros y yo siempre tengo miedo.
- ¿Por qué?
- Y tengo miedo por si la gente se va a ir afuera. Vos pensás que se fueron en vacaciones de invierno 825.000 argentinos. No quiero exagerar, pero es una barbaridad. No sé qué pasará con el dólar. Si el dólar sube, supongo que la gente no viajará tanto. Pero bueno, vamos a ver qué pasa con el público de Mar del Plata. Ojalá que tengan razón Beto y los productores.
- ¿Cómo es el día a día trabajando con Luis Brandoni? ¿Cómo conviven pese a las posturas políticas diferentes?
- Nos llevamos espectacular. Pero más allá de eso, el trabajo es otra cosa. Sí, tenemos posturas distintas, pero no se nota, no hace falta. Lo que a mí me pasa cuando veo esta grieta enorme es pensar: "¿Por qué no se puede dialogar?". Porque, a veces, ni dialogar podemos y me duele profundamente. Pero con Luis no pasa eso; yo me divierto. Además, los dos somos humanistas, entonces siempre nos va a doler a los dos lo mismo.
- Y en la obra interpretan a un matrimonio. ¿Qué mensaje quieren dar sobre los vínculos?
- Interpretamos a un matrimonio de 30 años de casados, que está esperando a otro matrimonio para comer. El segundo matrimonio no llega y ella empieza a tramar algo porque no lo aguanta más, se quiere separar. Le han metido los cuernitos toda la vida y ella siempre lo perdonó, no se quiso enterar. Vieron que nos pasa a veces que no nos queremos enterar.
Ella, en un momento de la obra, empieza con el planteo haciendo toda una cosa muy maquiavélica. Tienen que ver la obra ¿Quién es quién? para saber si se va o se queda.
La obra es francesa, de Audrey Schebat, y parece ser una obra feminista por el planteo de ella. Pero yo leí una crítica que decía: "Esta no es una obra feminista, es una obra humanista". Yo estoy de acuerdo, es una obra humanista porque puede pasar en cualquiera de los dos roles. Las mujeres somos más aguantadoras. Pero lo importante de la obra y lo que los dos queríamos era que la obra lograse la identificación del espectador y eso es lo que pasa. Vos te vas a reír durante un rato largo, pero después te vas a ir reflexionando. Es una obra con un grado de profundidad muy útil para el espectador.
- Recién me decías que sentías incertidumbre por el futuro del país. ¿Por qué? ¿Te pasa también con la situación actual de la cultura, del teatro en particular?
- Yo creo que el teatro está bien, por suerte. Lo que no está bien es que no haya incentivos para los jóvenes que quieren empezar a estudiar. Hay varios proyectos que se pararon y entiendo que, ante un momento de crisis, lo paga la cultura. Pero no tan excesivamente. Me parece muy excesivo.
- Y si nos vamos al plano del amor, hace poco contaste que a tus 73 años volviste a enamorarte. ¿Cómo fue ese encuentro?
- Bueno, sucedió. Él hace 48 años vive en Búzios y nos encontramos ahí. Yo hacía 13 años que "no le veía la cara a Dios", como decía mi abuela. Que me parece un calificativo bastante fuerte comparar un miembro del cuerpo humano del hombre con verle la cara a Dios. Pero es así, y me quedó esa frase de la abuela.
- ¿Fue así porque vos no tenías ganas?
- Yo creo que, cuando fui abuela, la vida me cambió. La vida pasó a ser para mis dos nietas, que fueron las primeras en venir. Era un grado de locura el que yo tenía con mi nieta, que yo creo que debe haber sido eso.
- Claro, tu amor como que estaba puesto ahí.
- Sí, y no extrañaba para nada al hombre. Estaba feliz de estar sola, de poder hacer mi propia vida, de tener mi auto, irme a donde quiera -que ahora ya no lo tengo más porque tuve un ACV y si me llega a pasar algo con mis nietos arriba del auto, me muero-. Decidí vender el auto, pero lo extraño porque te da independencia.
- Pero llegó el amor del hombre cuando menos lo esperabas.
- Sí. Tal vez termine pronto, no sé, porque él está allá y yo estoy acá.
- ¿Él viene más o vos viajás?
- Él viene casi todos los meses, pobre. Es el que gasta más plata, el que tiene que mudarse, aguantar toda mi vida de acá, porque no es fácil. Siempre hay algo y eso nos quita mucho tiempo en los días que está él.
Y yo no puedo viajar todos los meses. Fui una vez que tenía 5 días. Lo que pasa es que viajar a Búzios, tenés 3 horas de vuelo a Río de Janeiro y de ahí tenés 3 horas más de auto, más el tiempo que tenés que estar en los aeropuertos. Es como viajar a Miami. Entonces, realmente llego muy agotada. Esa vez fui 4 días y dije: "No, esto es para estar 10 o 12 días para que el cuerpo descanse.
- ¿Y pensás en viajar ahora en diciembre que tenés vacaciones o no?
- En diciembre tengo vacaciones y si seguimos juntos pasaré a visitarlo, por supuesto. Lo que pasa es que estoy muy jugada con los tiempos Porque me voy 10 días a España y el 26 tengo que estar en Mar del Plata ya para empezar a armar toda la temporada. Así que veremos, no sé si llegue.
Pero yo estoy muy bien, muy feliz y muy preocupada por mi gente.



