Las Salinas Grandes de Jujuy no solo son un desierto blanco que hipnotiza por su extensión y brillo. A más de 4.000 metros sobre el nivel del mar, este salar —el tercero más grande de Sudamérica— se convierte en una experiencia sensorial.
El desierto de sal combina paisajes únicos, prácticas ancestrales de extracción, turismo comunitario y una postal viral que ya es marca registrada en redes sociales.
Cómo llegar a las Salinas Grandes
Situado a unos 190 kilómetros de San Salvador de Jujuy, se accede a este paraje luego de atravesar la Cuesta de Lipán, un camino serpenteante y escénico que alcanza los 4.170 metros de altitud.
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La travesía, que puede provocar apunamiento en personas sensibles, se recomienda hacerla con un tour organizado, especialmente si es la primera vez que se viaja a tanta altura. Los caramelos de coca siguen siendo un aliado tradicional contra el mal de altura.
Al llegar, los visitantes se encuentran con una planicie que parece no tener fin. La entrada cuesta $8.000 por persona, e incluye un servicio con guías que ofician además de fotógrafos que captan esas imágenes en perspectiva que circulan masivamente en redes sociales, como personas “dentro” de botellas, pisando compañeros de viaje o “sosteniendo” objetos gigantes.
El origen del salar
Pero más allá del atractivo visual, este salar esconde una historia milenaria. Su origen se remonta a entre 5 y 10 millones de años, cuando una antigua cuenca endorreica se llenó de aguas volcánicas que, tras una lenta evaporación, dejaron depósitos minerales.
La salina resultante tiene una costra de unos 30 centímetros de espesor, suficientemente resistente como para permitir el tránsito de camionetas y vehículos medianos.
Las piletas se llenan de agua subterránea, el sol puneño hace lo suyo, y luego se recolectan los bloques de sal a mano. Una parte de esa producción se ofrece como ofrenda, en señal de respeto y gratitud.
Científicamente, se trata de un sedimento químico-evaporítico con tres zonas diferenciadas: la salina poligonal, las eflorescencias salinas y la limosa. Pero los detalles más valiosos los cuentan quienes ofician de guías y explican con orgullo el proceso de extracción y el valor cultural de este recurso natural.
Saberes ancestrales
Administrado por comunidades originarias, el parador turístico ofrece servicios como baños limpios (acceso a $500), venta de comidas típicas como sus famosas tortillas a $3.000, bebidas y artesanías. También se pueden contratar guías para una experiencia más completa, con recorridos que incluyen historia, espiritualidad y saberes ancestrales.
La visita a las Salinas Grandes se convierte así en una experiencia doble: por un lado, un paisaje sobrecogedor que invita a jugar con la cámara; por otro, una lección viva sobre cómo las comunidades pueden desarrollar un turismo responsable, sustentable y con identidad.