¿Quiénes son "los otros? Los invisibles negros
Casi 3.000 afrodescendientes y pueblos originarios integraron el Ejército Libertador de San Martín. Su rol fue clave.

Acosta (el pardo); Alcedo (el chileno); Batallón (el soldado de Las Heras); Barbarín (el teniente africano); Barcala, Lorenzo; Cabral (soldado heroico); Chapanay (la Martina); Cumbay (el cacique); Del Valle (la María Remedios); Eusebio (el asistente del General); “Falucho”; Haedo, María; Inalicán (el cura); Ledesma, Ángel; Ledesma, Carmen (“la mamá”, con 15 hijos muertos en combate. Todos negros); Magdalena (la india); Meneses (la piba Pascuala); Moslera (el niño Antonio, asesinado con solo 8 años, que integraban el Batallón de Cazadores, inscriptos como "tambores", pero que a la hora de las balas tuvieron que actuar como un soldado raso más); "Niñas de Ayohuma"; Oviedo (el músico); Padilla; Pesoa, Inocencio; Pestana, Miguel (el otro niño acribillado. Tenía 10 años); Silva (el negro Cayetano, autor de la marcha de San Lorenzo); Tejada (el loco); Tenorio, Josefa (la abanderada); Ventura; "Zambo Peluca"; Zapata, Isidro (el médico y domador). Todos soldados del pabellón nacional.
La larga lista alfabética de "pardos, indios y morenos" continuaría por miles. Lo presentado es solamente un ejercicio didáctico imaginario. Casi todos reales, junto a un puñado de leyenda. Luchando en los cerros de Mendoza o en los extensos territorios de las Provincias Unidas. Africanos o “acriollados”. Negros, zambos, indios, pardos, libertos o mestizos “bien oscuros”. Ellos son “Los Otros”.
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Con la patria a flor de piel
"¡Ay; mis negros!"; repetía y repetía San Martín, mientras caminaba desconsolado recorriendo el campo de batalla en Chacabuco, observando el panorama de los muchos cadáveres de quienes habían pertenecido al Batallón Nº8 de los libertos de Cuyo. Sus cuerpos yacían en la tierra. El paso cansino de San Martín sorteaba los cuerpos muertos por las balas y los sables enemigos. “Ay, mis negros”, repetía. Fueron la "carne de cañón" en la guerra por la independencia.
Imaginemos, solo por poner un ejemplo, que casi 3.000 de ellos (negros, zambos, mulatos, indios, pardos o mestizos “bien oscuros”) integraron el Ejército Libertador de San Martín, compuesto por casi 5.000 personas que pasó a Chile, de los cuales volverán solo 143. Contemos además todos aquellos que formaron parte de las distintas campañas por las guerras de la emancipación, los conflictos internos entre unitarios y federales o los enfrentamientos con países vecinos. Será lógica la reflexión: por eso quedan muy pocos. Ellos eran “los otros”.
Y sin reparar que gran parte de la india población huarpe murió mucho tiempo antes por no contar con la inmunidad biológica ante las enfermedades de origen europeo como la bronconeumonía, tuberculosis, la viruela o la sífilis; mientras que muchos fueron llevados como esclavos para servir a las familias de la aristocracia realista en Chile, lo cual diezmó considerablemente la población india originaria. Ese será un motivo por lo cual el Cabildo de Mendoza solicitó a finales del siglo XVII al rey de España, “por favor” permitir ingresar (traer) al Corregimiento de Cuyo, esclavos negros.
Una historia de novela
“Los ricos y los terratenientes se niegan a luchar, no quieren mandar a sus hijos a la batalla, me dicen que enviaran tres sirvientes por cada hijo para no tener que pagar las multas, dicen que a ellos no les importa seguir siendo colonia. Sus hijos quedan en sus casas gordos y cómodos, un día se sabrá que esta Patria fue liberada por los pobres, y los hijos de los pobres, nuestros indios y los negros, que ya no volverán a ser esclavos” (textual de José de San Martín. EN: “Memorias del coronel Manuel de Olazábal: refutación al ostracismo de los Carreras. Episodios de la guerra de la independencia” (1942 – Instituto Nacional Sanmartiniano).
La familia Vargas, oriundos de Mendoza, eran una familia “acomodada” de Mendoza. Estaban muy lejos de aquella categoría que describía (con pena) San Martín. Su patriotismo fue incondicional. Eran ricos. Pero dieron todo, hasta quedar prácticamente en bancarrota. Dinero, vacas, caballos, mulas, vino, joyas. Uno de ellos (Pedro) hasta tuvo que “trabajar de traidor”, convirtiéndose en un espía clave. Otro, Juan de la Cruz Vargas, fue el primer “gremialista” vitivinícola que peleó ante el gobierno de Buenos Aires por el precio del vino y la grapa mendocina, la baja de impuestos sobre estos productos cuyanos y protestó contra el contrabando de caldos europeos. Hubo otro Vargas, Rafael Vargas, que era un poderoso hacendado. A su cargo tenía sirvientes venidos de África. En paralelo, era un cultor de las artes. Amaba la música.
Perspicaz, intuitivo, observador, notó que sus sirvientes cantaban en sus tiempos de descanso. Como que la música fuera un paliativo tras las horas de trabajo duro. Con un criterio avanzado y progresista percató cuales eran los que sobresalían en ese arte y los envió a estudiar música a Buenos Aires con el destacado maestro Víctor de Prada. Fueron 16 los negros favorecidos en mérito a su talento.
Pero su altruismo benefactor no se quedó ahí. Hizo traer de Bélgica los instrumentos necesarios para componer una banda de vientos. También encargó ropas y partituras para el flamante elenco. Y así “de golpe y porrazo”, Mendoza y el ejército libertador tuvieron una banda.
Su debut fue en la tradicional Alameda de la Ciudad de Mendoza. Su bautismo de guerra fue en la campaña libertadora que cruzó Los Andes. Había nacido la vigente Banda Talcahuano. Banda histórica que por primera vez entonaba la melodía del Himno Nacional Argentino fuera de los límites de la patria.
"Los oscuros", entre la historia y los mitos
Por Mendoza pasaba el camino que llevaba el negocio de la negritud a Chile. La provincia era un paso importante en el comercio de personas, por ende, la población afrodescendiente en Mendoza fue significativa en los siglos XVIII y XIX, llegando a representar hasta un tercio de la población a principios del siglo XIX. Según la Matrícula General del Corregimiento de Cuyo de 1777, realizada por el cura y vicario de la ciudad de Mendoza, Clemente Corvalán y Chirinos, Mendoza contaba con un total de 8765 habitantes, de los cuales 4491 eran blancos; 2129, negros y mulatos; 1359, indios y 786, mestizos.
Hay que considerar paralelamente, en el terreno demográfico, que por su posición geográfica (alejada del puerto bonaerense) se enviaron a Mendoza muchos de los prisioneros extranjeros capturados en las guerras coloniales de España contra los portugueses. Por ejemplo, el Virrey Cevallos envió en 1777 a Cuyo más de 500 presos lusitanos y tras las invasiones inglesas de 1807 vinieron varios británicos prisiones, lo que aumentó el número de habitantes de la provincia.
Es concreto, volviendo al tema “oscuro”, que la presencia negra se diluyó con el tiempo debido a muchos de los factores ya mencionados. Muchos se desempeñaban como esclavos domésticos, peones, artesanos, zapateros y soldados. Pero a pesar de su declive, la sangre negra se incorporó a la identidad mendocina y nunca dejó de circular en la sociedad. Y afortunadamente, se está recuperando y valorando el reconocimiento de esa herencia, que se había negado durante mucho tiempo.
Así pues, la historiografía contemporánea (entre ellos, la destacada doctora Beatriz Bragoni), sostiene que este grupo social se fue integrando a la sociedad argentina de múltiples formas; y si bien todavía quedará mucho por investigar al respecto, preliminares conclusiones nos permiten inferir que se trató de una integración desigual y tendiente a hacer invisible su presencia social, donde indudablemente los afrodescendientes de Mendoza fueron progresivamente invisibilizados por la sociedad. Lo que implicaría reconocer que durante el período colonial hubo una presencia efectiva de población negra y que luego se implementó una política estatal de fomento de la inmigración europea para “blanquear” y “civilizar” a la población local. Así, la política de “construcción de la nación argentina”, sobre todo en las últimas décadas del siglo XIX, apuntaba a forjar una sociedad cultural y racialmente homogénea: blanca y eurodescendiente.
“En el presente, la invisibilización conlleva una negación constante de la presencia de afrodescendientes en nuestra sociedad y, en los casos que son reconocidos, una situación de segregación social. En este sentido, cuando en la vida cotidiana o en instituciones como la escuela aludimos a nuestra identidad, nacional y regional, es común olvidar la presencia de afrodescendientes en nuestra historia o que se los mencione como parte de un pasado lejano” (Orlando Gabriel Morales).
Los negros
Primero los rescató la leyenda; luego se convirtieron en novelas y canciones. Algunos tendrán un monumento; otros la anónima omisión. Llegarán a las escuelas como mitos coloridos en medio del grito de un pregón. Son la robusta mazamorrera. Son Falucho. Son veleros o aguateros. Un acto escolar los pondrá nuevamente en batalla. Una glosa los hará heroicos, batiéndose una vez más, a sangre y fuego, entre la vida y la muerte. Pero son, y representan, muchísimo más. Son "los pardos, indios y morenos" a quienes, tras el largo camino del olvido, la Historia los sigue buscando, derribando muros para mostrarnos que ellos, “los otros”, los negros, nunca dejaron de estar aquí. Piel curtida. Negra. Son patria, bandera argentina, himno, nación.
