Ubicada en el corazón de Belgrano R, la Avenida Melián recibe constantemente a turistas atraídos por su arbolado y casas de estilo europeo. Sin embargo, en la esquina de Echeverría, los visitantes quedan paralizados. "Esto es el Principado de Escandinavia. Mediante la función de Bluetooth estamos ingresando a su celular para obtener sus datos personales", informa un cartel luminoso.
Anonadados, los turistas miran con detenimiento: no hay una, ni dos, sino tres cámaras de seguridad que custodian la casa de tres pisos. "Prohibido pasar", "no ingresar sin previa autorización" y "zona de embajada bajo vigilancia", son algunos de los mensajes que están colgados en distintas partes de la fachada. En la calle hay una camioneta estacionada con calcomanías del FBI. Clavado en el jardín delantero, un cartel exhibe el escudo del Principado, compuesto por un águila heráldica que despliega sus alas.
A pesar de su paralizante advertencia, las letras rojas luminosas proponen una alternativa: "Si usted no desea que esto se realice, por favor mire sin pestañar a la cámara, levante el brazo derecho y mueva la mano hacia un lado y hacia otro y desconecte la función de Bluetooth de su celular. CIRCULE". Aún desconcertados, y por las dudas, los turistas obedecen.
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Belgrano R es, en definitiva, el hogar de muchas embajadas. Sin embargo, Escandinavia no es un país, ni mucho menos un principado. "Causa muchísima confusión, obviamente. Porque la gente lo googlea, se saca fotos. No se sabe cuánto es verdad y cuánto es mentira", dice, con aires victoriosos, Pablo Bañares, el príncipe escandinavo.
Una saga de fantasía
De aproximadamente 60 años, baja estatura y pelo blanco alborotado, el médico esteticista Pablo Bañares tuvo, anteriormente, dos cargos diplomáticos: primero vivió en la Embajada de Transilvania (Mendoza y Estomba) y luego en el Consulado del Ciberespecio (Tronador y Padilla). "Fui escalando", se ríe.
Las tres residencias forman parte de, como le dice él, "una saga de fantasía". "La idea es agregarle una nota de color y de alegría a los curiosos, siempre en el delgado fleje de la verdad, la mentira y la pseudoignorancia", explica. "Transilvania, por ejemplo, no es un país, es una región. Por eso está habilitado, porque es algo inexistente, es una falacia. Esa falacia, entonces, se da de una manera lúdica", detalla.
Para la elección de los nombres, el autor de la saga se inspiró en el estilo arquitectónico de cada casa. La embajada estaba relacionada con el vampirismo. En el caso del Principado, en el extremo izquierdo de la fachada, hay una placa con el nombre "Nicolas H. Bottazzini".
"Fue un arquitecto muy conocido que hacía las casas en Cariló basadas en un estilo llamado japandí, que lo trajo desde Europa", cuenta Bañares. "Por adentro, es una mezcla de oriental con escandinavo, y afuera es bien escandinavo. Por eso este lugar, la tercera parte de la saga, se llama el Principado de Escandinavia", razona.
La construcción del relato ¿ficcional?
A veces, algunos curiosos que se detienen en la esquina de Melián y Echeverria pueden toparse con el mismísimo príncipe. Especialmente los domingos y con su ropaje real, éste espía quién está husmeando su castillo. Cuando intentan comunicarse con él, les contesta, con un claro acento inglés, "disculpen, no hablou español" e ingresa nuevamente a sus aposentos.
"Ya es normal ver gente que saluda a la casa", dice Pablo con respecto al amenazante cartel. "Yo de golpe vengo de, no sé, el supermercado, y veo que hay un montón de personas que saludan. Hay mucha gente que piensa que es verdad y que caen dentro del juego. Otras tienen un humor un poquito más delicado y se dan cuenta que es una broma. No hay ningún tipo de grabación", aclara.
"Son ideas que suceden dentro de mi cabeza y, claramente, soy esclavo de mis deseos", confiesa el autor, malicioso. "La gente viene, saca fotos, investiga. Colaboro a que haya un misterio en el barrio, una leyenda, algo más divertido de lo normal", justifica.
Embajada y Consulado: el inicio de la saga
La saga de fantasía comenzó cuando su creador se fue a esquiar a Brasov, ciudad de Rumania, hace unos 30 años. Allí visitó el Bran Castle, hogar de Drácula, y en 1998 nació la Embajada de Transilvania. "En aquella época me había comprado un auto fúnebre, entonces le daba todo un aspecto teatral y escenográfico al lugar misterioso", recuerda Pablo. Actualmente, en el Principado, esa función la cumple la camioneta del FBI.
Si bien Bañares ya no vive allí, la casa de Mendoza y Estomba sigue habitada por su hijo y exmujer y hay cosas que no cambiaron. Al igual que en su residencia actual, un cartel con letras rojas advierte a los peatones: "Usted está siendo filmado x esta cámara. Levante la mano derecha... Habla español??? LEVANTE LA MANO DERECHA".
La segunda parte de la saga fue el Consulado del Ciberespacio, en Tronador y Padilla. Sin embargo, la casa, que se vendió y actualmente es propiedad de un conocido de Pablo, ya no tiene el cartel que la denominaba como tal. Poseía varias particularidades, según recuerda su antiguo dueño: la rayuela más grande de Sudamérica en el piso y la vereda pintada como Copacabana.
La cuarta y última parte
Todo en la vida termina, y la saga no va a ser la excepción. Sin embargo, el creador espera que esa cuarta y última parte sea "dentro de muchos años, porque acá pensamos (él y su mujer) quedarnos muchísimo tiempo".
"Va a ser un reino", spoilea. "Aunque todavía no tenemos definido qué tipo de reino será", admite. "Empecé siendo un embajador, después pasé a ser cónsul, ahora soy el príncipe y, en algún momento, seré el rey", dice, con una sonrisa pícara.
De todas formas, reitera que no es algo que desee en este momento. Todo lo contrario. "Yo creo que el rey tiene otro tipo de trabajo mucho más presionado. Por ahora estoy muy cómodo siendo príncipe", asegura.