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Noviembre en Buenos Aires: los jacarandás transforman las calles porteñas en una postal única

Cada noviembre, los jacarandás tiñen de violeta Buenos Aires con casi 19 mil ejemplares, un patrimonio urbano histórico y distintivo.

La llegada de la floración de los jacarandás convierte a Buenos Aires en un escenario de tonos lilas y azulados que atrae tanto a vecinos como a visitantes. Estos árboles, hoy parte esencial del paisaje urbano y reconocidos como jacarandá en la normativa local, forman uno de los sellos naturales más apreciados de la Ciudad de Buenos Aires. Plantados desde fines del siglo XIX, su presencia acompaña avenidas, plazas y corredores emblemáticos que se transforman cada año con este fenómeno estacional.

Imágenes del florecimiento de los jacarandás en la Ciudad de Buenos Aires

Aunque no son autóctonos de Buenos Aires, los jacarandás —originarios del norte argentino y de las yungas— se adaptaron al clima porteño gracias al impulso del paisajista Carlos Thays, quien introdujo la especie Jacaranda mimosifolia. La Legislatura porteña la designó en 2015 como árbol distintivo de la Ciudad de Buenos Aires, en reconocimiento a su valor patrimonial y a su rol en la identidad urbana.

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Una floración que define la identidad porteña

Cada ciclo de floración ofrece dos momentos destacados:

  • Noviembre, cuando los árboles se cubren de flores con el follaje ausente, generando un contraste muy llamativo.
  • Febrero y marzo, con una segunda floración menos intensa pero igualmente reconocible por su tonalidad entre lila y celeste.

Este comportamiento responde a las diferencias climáticas entre Buenos Aires y su hábitat natural. En la Ciudad pierden sus hojas antes de florecer, lo que acentúa el impacto visual del color violeta. El fenómeno atrae no solo a quienes recorren las calles, sino también a aves y polinizadores como colibríes y mariposas, que se alimentan del néctar de sus flores.

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Entre los sinónimos y denominaciones relacionadas, el jacarandá también es conocido como tarco, un término que aparece en registros históricos y culturales. Su nombre proviene del tupí y significa “fragante”, en referencia al suave aroma que desprenden sus flores, un detalle poco percibido en pleno entorno urbano.

Dónde ver jacarandás en la Ciudad

La distribución de los casi 19 mil ejemplares porteños se concentra en corredores verdes y avenidas de alto tránsito que combinan patrimonio, arquitectura y naturaleza. Algunos de los puntos más destacados incluyen:

  • Av. del Libertador
  • Av. Cabildo
  • Av. 9 de Julio
  • Av. Belgrano
  • Av. San Juan
  • Av. Callao
  • Plaza Italia
  • Plaza Seeber
  • El Rosedal
  • Av. Figueroa Alcorta

En estos espacios, la presencia del jacarandá aporta sombra, frescura y un atractivo visual que se volvió parte del ADN porteño. Algunos ejemplares se volvieron famosos, como el árbol de Avenida Belgrano que, de forma excepcional, produce flores blancas en una de sus ramas.

Un patrimonio natural en evolución

La Ciudad busca aumentar la presencia de jacarandás en la medida que lo permitan los criterios de biodiversidad y el espacio urbano disponible. La propuesta apunta a reforzar el carácter distintivo de Buenos Aires, donde esta especie convive con otras históricas como el lapacho y la tipa. En 2015 ya se contabilizaban más de 11.000 ejemplares, incluyendo 1.500 en espacios verdes, cifra que creció hasta la actualidad.

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Para quienes quieran reconocerlos, sus características principales incluyen:

  • Tronco grisáceo y corteza fina.
  • Hojas compuestas y muy delicadas.
  • Racimos de flores en forma de trompeta, de color violeta intenso.
  • Copas amplias, ideales para generar sombra.

La especie figura en la lista roja de la UICN como “vulnerable” en su hábitat original por el avance agrícola, razón por la cual su presencia urbana adquiere todavía más relevancia cultural y ambiental. Su influencia también trascendió al plano artístico: la poetisa María Elena Walsh le dedicó un poema que se volvió clásico en la literatura infantil argentina, reforzando su lugar en la memoria colectiva.