Neurociencia: ¿y si estar perdidos no fuera un problema, sino el principio del cambio?
Estar desorientados activa el cerebro para explorar las neurociencias, aprender y crear nuevas rutas. La incertidumbre impulsa plasticidad y decisiones más saludables.

La neurociencia lo confirma: el cerebro, cuando enfrenta un problema sin solución inmediata, entra en modo adaptativo.
Archivo MDZEn un mundo que exige certezas instantáneas, tolerar la incomodidad parece un defecto. Pero quizás sea la clave para crecer, reinventarse y descubrir lo que todavía no sabíamos de nosotros mismos. Nos enseñaron que estar confundidos es un error. Que no saber qué hacer es un signo de debilidad. Que las respuestas rápidas son mejores que las preguntas difíciles.
Y sin embargo, si algo nos enseñaron los últimos años —entre pandemias, crisis económicas, cambios tecnológicos, revoluciones laborales— es que vivir en la incertidumbre no es la excepción: es la nueva normalidad. Entonces, ¿por qué seguimos huyendo de la incomodidad como si fuera el enemigo?
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La incomodidad duele, sí. Pero también activa. Nos empuja a revisar lo que dábamos por hecho. A mirar de nuevo. A cuestionar. A movernos. Como el músculo que se resiste al principio, pero se fortalece después. Estar perdidos no siempre es un síntoma de fracaso. A veces es el comienzo de un nuevo camino.
La neurociencia lo confirma: el cerebro, cuando enfrenta un problema sin solución inmediata, entra en modo adaptativo. Se activa la creatividad, la flexibilidad cognitiva, la capacidad de pensar fuera de la caja. No es agradable, pero es profundamente fértil.
Claro que la cultura actual no ayuda. Nos bombardea con soluciones instantáneas, tutoriales exprés, frases motivacionales de cinco segundos. Vivimos en la era del "resolvé rápido o fracasás". Pero lo que se cocina lento, muchas veces es lo que más nutre.
¿Qué pasaría si revalorizamos la incomodidad?
- Si la viéramos no como un agujero, sino como un umbral.
- Si enseñáramos a los chicos —y a nosotros mismos— que no tener todo claro también es parte del proceso.
- Si dejáramos de exigirnos certezas y empezáramos a abrazar la curiosidad.
Algunas ideas para transitar mejor lo incierto:
- Renombrar lo que sentimos. No estamos “estancados”, estamos en pausa creativa. No estamos “perdidos”, estamos recalculando.
- No buscar respuestas urgentes. A veces lo más sabio es sostener la pregunta.
- Hablarlo. La incomodidad compartida se vuelve más liviana.
- Recordar que todo cambia. Incluso eso que hoy no entendés, un día puede cobrar sentido.
Quizás el verdadero signo de madurez no sea tener todo resuelto, sino aprender a habitar el “mientras tanto” sin desesperar. Porque es ahí, en lo incómodo, donde algo nuevo empieza a crecer.
* Eugenia Cossini: Especialista en innovación educativa. Educadora. Conferencista.