La culpa de todo la tiene la madre
En este Día de la Madre, mujeres reflexionan sobre la culpa que parece venir como un sello de las maternidades. ¿Es posible otra manera?

La madre y la culpa. Foto ilustrativa.
¿Quién siendo madre, no ha tenido culpa? Culpa por trabajar mucho, o por hacerlo poco. Por olvidar la merienda para la escuela, esa fotocopia de último momento, por un grito, por mirar el celular mientras tus hijos te hablan. ¿A quién siendo madre, no le han echado la culpa?
La vecina, la maestra de tu hijo, el padre de los chicos, las otras mamis del colegio - especialmente en el chat del Whats App-, hasta tu propia madre. La culpa materna es un tiempo condicional: yo habría hecho pero principalmente el verbo más usado es el debería. La culpa es en pasado, en presente y por las dudas, también en futuro. Pero, ¿de dónde viene? ¿todas las madres las sentimos?
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En este Día de la madre, un grupo de mujeres reflexiona sobre las maternidades.
Las madres que sienten culpa
Se reúne, a pedido de MDZ, a un grupo de cinco madres: Victoria, Alejandra, Mariana, Romina y María Eugenia. Todas rondan los cuarenta años. Tienen hijos e hijas que van entre los 5 años y los 15. ¿Qué les da culpa? Mmm un poco todo.
"Recuerdo hace unos 12 años, cuando Joaquín que ahora tiene 14 me acompañó a una reunión de trabajo y lo habían picado los mosquitos por la noche. Las mujeres que había en en ese lugar eran más grandes que yo y me hicieron sentir muy mal. Me dijeron que parecía una eruptiva lo que tenía mi hijo, que cómo que no le había puesto repelente, que lo que hacía con mi hijo era terrible. Que yo estaba maquillada, que de eso me acordaba, pero no tenía cuidados hacia él. Fue una experiencia donde sentí mucha culpa", dice María Eugenia. "Creo que si ahora, con tres hijos me dicen algo así, les contestaría mal o de manera irónica. Pero era mi primer hijo y me sentía vulnerable", acota.
Victoria, tiene un adolescente de 15 y una niña de sólo 5. "Yo veo mucha diferencia en la crianza entre Valentín y Juana. Valen fue criado con mi madre, y la verdad que me sentía muy incómoda, porque me condicionaba mucho mis decisiones y como yo no soy tan detallista como ella, se me pasaban muchas cosas. Entonces me daba culpa que mi hijo anduviera con manchas en el pantalón, yo lo había lavado, incluso a mano, pero no sabía hacerlo bien. No sé de hecho, no me gusta. Lo mismo con las remeras y las zapatillas blancas del cole. Pero cada vez que las veía la culpa acechaba".
La culpa hasta de ir a trabajar
A Mariana le dio culpa irse a trabajar fuera de casa apenas nació su segundo hijo, entonces se quedó en su casa haciendo su labor profesional desde ahí. Claro, con menos derechos laborales y a tiempo completo entre juegos de niños y platos por lavar. "Fue una elección, lo volvería a hacer, pero también estuvo teñida de culpa. Entonces, empecé a tener clientes como independiente. Soy diseñadora, no es algo raro pero lo cierto es que hasta que nació Martín yo trabajaba para una empresa de manera presencial y ganaba muy bien". Mariana cuenta algo revelador: "Tenía una muletilla, a todo decía que se me complicaba con mis hijos. Y cada vez me fui quedando más adentro de casa. No sólo tuvo que ver con que el trabajo, sino también con las salidas con mis amigas. Me daba culpa todo lo que no tuviera que ver con mis hijos", contó.
Una gran jugadora de vóley es Romina. "Y la verdad que nunca dejé de entrenar. Me criticaron mucho, incluso gente de mi familia, querían que dejara cuando nacieron mis hijos,pero el vóley es mi vida, es mi cable a tierra. Nunca sentí culpa por esto", dice y marca un contrapunto. En tanto que Alejandra aporta otro tema vinculado a la culpa materna que es muy frecuente: "Tengo una hija, Martina, y mi culpa siempre estuvo vinculada a que nació por cesárea y que además, no le pude dar de mamar. Había hecho cursos de parto natural, de respiración, pero el parto se retrasó y no pude, no dilaté a pesar de la oxitocina y tuvimos que ir a cesárea. Después, no le pude dar de mamar porque me lastimaba,estaba nerviosa. No me salió. No pude", acota. "Otras mujeres me hicieron sentir culpable, o yo misma, como que estaba en falta con ellas, con algo, con el universo", suspira.
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La "estafa" de ser madre
En el libro La estafa de la maternidad, la psicóloga Liza Alejandra Toro Soto, entrevistó a 110 madres. El resultado fue un libro donde la culpa parece venir pegadita al ejercicio de ser mamá. El trabajo muestra la diversidad de formas de maternar, sin maquillajes ni prejuicios, para desromantizar la idea de maternidad que tanto repetimos, generación tras generación. Especialmente las mujeres de clase media en su diversidad.
Muestra historias de mujeres reales y del proceso de cambio y transformación que conlleva como mujer y persona, en familia Está colmado de existencias distintas donde no existen las buenas madres. ¿Cómo que no? Es que cada una hace lo mejor que puede, desde su historia, contexto y recursos personales.
Porque en verdad qué es ser una buena madre. La periodista y escritora Sonia Santoro en el libro Un día me convertí en esa madre que aborrecía, muestra cómo siente que su vida, como la había concebido hasta el momento, se desvanece. Su carrera profesional queda en el olvido, sus relaciones se limitan a encuentros con gente con hijos,¿acaso una puede hablar de otras cosas? ;su pareja se convierte en una especie de pariente raro y otros personajes cobran relevancia: la niñera, la madre y una autora de libros sobre la maternidad. En el transcurrir de ese ser madre descubre que los que debería son otras decisiones.
O mejor dicho que el deber se convierta en el desear. Seguir siendo madre, ser conciente de esa elección pero también de que antes la madre es una persona y como tal, desea: un trabajo que la haga sentirse digna, la compañía de pares, ir a un recital. Una vida como se quiera. Y claro, como se pueda.