Jorge Capalbi: "No me ahorqué en Sierra Chica, quise vivir para cambiar mi historia"
Pasó diez años preso y estuvo al borde del suicidio. Hoy, lidera una hamburguesería con 30 empleados y da trabajo a exconvictos. Una historia de resiliencia.

Jorge Capalbi, una gran historia de resiliencia.
Agustín Tubio / MDZCuando escuchamos historias de vida superadoras, hablamos de resiliencia, que justamente es la capacidad de sobrepasar momentos críticos y adaptarse a situaciones inesperadas, pero que uno mismo estuvo trabajando en ese cambio que transformó una vida por completo, una gran etapa de superación personal.
Jorge Capalbi estuvo al borde del abismo. Pasó su adolescencia entre violencia, delitos y adicciones. Estuvo diez años en prisión, parte de ese tiempo en Sierra Chica, uno de los penales más duros del país. Pero su historia no termina allí: hoy tiene una hamburguesería exitosa y ayuda a otros a salir del mismo pozo.
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- ¿Jorge, cómo era el otro Jorge, que te trajo graves problemas?
- Era una persona que no tenía ganas de vivir. Criado en un barrio de emergencia, desde joven busqué en la calle y la delincuencia una salida a la pobreza y la falta de afecto. Soñábamos con ser como los pibes que tenían autos, mujeres y plata. Eran nuestros héroes. La violencia, el consumo de drogas y el deseo de pertenecer me arrastraron a un espiral de delitos. Me metía en situaciones de riesgo todo el tiempo. Era como una necesidad de morir, pero la muerte no llegaba. Era una agonía diaria.
- Estuviste mucho tiempo en la cárcel, no?
- Empecé ese camino que terminó en la cárcel por robo automotor y abuso de armas. Pasé diez años preso, con solo cuatro meses de libertad entre dos condenas. La mitad de una de las condena la cumplí en Sierra Chica, un penal conocido por sus duras condiciones, Lo que más te sorprende en una cárcel es la la manera que tienen de hacerte entender de que sos la peor basura de la sociedad. Te llevan la comida mientras esa comida la venían comiendo todos los perros.
- ¿Cómo fue ese tiempo?, puedo llegar a imaginar como un infierno en Sierra Chica
- Cada día en la cárcel es brutal, celdas de 1,5 por 2 metros, comida en mal estado, aislamiento extremo. Ahí me sentí muerto en vida. No veías el sol, no sabías la hora, no comías todos los días. Era todo en el mismo espacio: dormir, ir al baño, bañarte. En un momento, fuí encerrado en una celda de castigo, desnudo y sin comida, sin contacto con el exterior. Intenté ahorcarme con una sábana, pero algo me detuvo, me frenó la bronca. No quería morir como un gil. Quise vivir para cambiar mi historia.
"Elegí la parte mala que es la delincuencia"
- ¿Cuándo notaste que podía haber un cambio en tu vida estando en ese lugar?
- Mi vida comenzó a cambiar cuando fui trasladado a la Unidad 28 de Magdalena, donde me aceptaron con la condición de ingresar a un pabellón cristiano. Al principio me resistí. Yo era chorro, no creía en Dios. Pero al entrar, recibí mi primer abrazo. Fue otro mundo, había paz, comida, tareas, gente leyendo la Biblia. Era un lugar donde se respiraba humanidad. Ese primer gesto afectuoso marcó un antes y un después. Nunca me habían abrazado en mi vida. Tenía 30 años y fue la primera vez. Ahí entendí que no todos estaban en mi contra.
- ¿Cuándo llegó el anuncio de tu libertad?
- En marzo de 2016, fui liberado. La noticia me tomó por sorpresa. Salí corriendo, me asustaban hasta las estrellas de lo cerca que las veía. El primer contacto con la libertad fue tan abrumador como liberador. Caminé solo hasta la ruta, sin saber bien hacia dónde ir. Lo único que le pregunté al guardia fue ¿para qué lado me voy?. Un patrullero me frenó al ver a alguien corriendo por la ruta de madrugada. Mostré el papel de la libertad y me dejaron esperar el micro que salía a las 5. No sabía si llorar o reír.
- ¿Después de todo ese pasado, cómo es el Jorge Capalbi de hoy en día?
- Actualmente llevamos adelante una hamburguesería junto a mi esposa. Tenemos 30 empleados, seis de ellos, pasaron por la cárcel. Dos eran mis compañeros de robo, y lo cuento con orgullo. Mi emprendimiento es tendencia constante en redes sociales, y el éxito lo utiliza como plataforma para brindar oportunidades a quienes vienen de contextos similares. No estamos condenados a morir de esa manera. Siempre se puede salir adelante, estoy muy convencido. También comparto mi experiencia en charlas motivacionales, especialmente en contextos vulnerables.
- ¿Cómo le abriste la puerta de tu corazón a Dios?
-Me fui dando cuenta que todo el cambio comenzó cuando, en el momento más oscuro, le pedí a Dios que me ayudara. No creía en nada, pero le dije si existís, sacame de acá. Y me escuchó. Desde entonces, mi fe es parte fundamental de mi vida. A veces me olvido, pero siempre me acuerdo que no puedo solo. Dios maneja todo. Hoy estoy proyectando abrir mi primer restaurante y generar más trabajo. Hay que seguir. Comparado con todo lo que pasamos, esto es un bebé de pecho. Y si caemos, sabemos cómo levantarnos.
El día que salió de Sierra Chica
- Jorge la última, y le voy a robar la pregunta a un colega. Entra un nene de 10 años llamado Jorgito por esa puerta. ¿Qué le decís, qué le advertís, o no lo decís nada?
- Muchas veces pensé en eso, siempre tuve miedo, mejor dicho, terror, pero terror a ser pobre, por ejemplo. Y ese miedo me llevaba a hacer lo malo. Hoy, ya de grande no tengo miedo. Pero le diría eso, que no tenga miedo, que las situaciones pasan, que son necesarias también para lo que está preparado en el futuro. Que disfrutemos, se lo digo al Jorge chiquito y al Jorge grande.