Inclusión educativa: ¿una verdad o una ilusión?
Una escuela que promete inclusión, pero chocan con aulas saturadas, recursos escasos, y formación desigual. Entre derechos proclamados y brechas reales.

Una maestra sola, sin formación especializada, no puede atender todas las diversidades del aula.
Archivo MDZ¿Qué sucede cuando la teoría de la inclusión choca con la realidad del aula?; ¿Podemos realmente hablar de una escuela sin barreras cuando los recursos son escasos y la formación, insuficiente? Es lunes y una maestra de cuarto grado se enfrenta a un desafío diario que se repite en innumerables aulas.
Con 28 alumnos, cinco de ellos con Certificado Único de Discapacidad (CUD) y personal de apoyo no docente en constante rotación —debido a la precariedad laboral—, el aula se convierte en un espacio con 28 niños y 5 adultos. A esta compleja situación se suman cuatro alumnos con problemas de comportamiento, algunos sin diagnóstico, que van desde agresiones físicas hasta la necesidad de salir del aula cada 15 minutos.
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La maestra, la tercera en lo que va del año, se encuentra sola frente a esta infinidad de desafíos, sin el apoyo ni la formación necesaria. Mientras tanto, los padres de los demás alumnos reclaman la falta de atención, y la docente se ve atrapada en un dilema: educar en la diversidad sin contar con los recursos para hacerlo o tratar de atender las urgencias cotidianas. Esta escena pone de manifiesto que el discurso de la inclusión a menudo se enfrenta a una realidad que lo supera.
La escuela especial: ¿Segregación o especialización?
Desde hace un tiempo, distintas asociaciones buscan influir en la esfera pública para instalar en la agenda política la visión de una "escuela inclusiva para todos y sin barreras". Sin embargo, esta discusión, que a menudo cae en manos de abogados y jueces en lugar de especialistas en educación, deja de lado la cuestión de fondo: el verdadero bienestar del alumno.
No pocas veces se confunde el cohabitar en un aula con la verdadera inclusión. Un alumno que simplemente comparte espacio con sus compañeros, pero que depende de un asistente sin herramientas suficientes para su acompañamiento, no está realmente integrado ni incluido. Esto nos lleva a preguntas clave, por ejemplo, para atender bien una o dos de tantas discapacidades: ¿Tenemos material en Braille en todas las escuelas? ¿Existen sistemas informáticos adaptados para niños ciegos o sordos? ¿Nuestros docentes conocen el lenguaje de señas? ¿Contamos con profesionales de apoyo para estas capacidades?
La escuela especial no es sinónimo de segregación
Sino de especialización. Al igual que una escuela técnica o de arte, es una modalidad que cuenta con los recursos, el material y la experticia docente para atender las necesidades educativas específicas. El cierre de estas instituciones solo supondría la pérdida de un pilar fundamental del sistema educativo, pidiéndole a la escuela común que asuma, sin los recursos necesarios, una misión imposible. Es crucial discernir, con base en la realidad y no en la ideología, qué tipo de educación, que tipo de modalidad es la mejor para cada niño.
La cuestión de fondo que es el verdadero bienestar de los alumnos, de los hoy llamados neurodivergentes, no puede seguir quedando soslayada detrás de discursos ideológicos más que pedagógicos con fundamento en la realidad.
Las ilusiones de la escuela común
El modelo de enseñanza en la escuela común sigue un patrón homogéneo, basado en la "simultaneidad", donde se asume que todos los alumnos aprenden de la misma manera y al mismo tiempo. Esta realidad representa un obstáculo para una inclusión genuina, ya que el alumno debe adaptarse a la dinámica del grupo, y no a la inversa. Esta rigidez no afecta solo a las neurodivergencias, sino a todos los alumnos que tienen distintos ritmos y estilos de aprendizaje.
Otra ilusión es creer que "todos tenemos necesidades educativas diferentes". Si bien es un discurso bienintencionado, puede diluir la responsabilidad pedagógica que se tiene con un niño que posee necesidades educativas específicas y permanentes. No reconocer estas diferencias cualitativas puede llevar a una falta de compromiso con las adaptaciones necesarias. Por ejemplo, un alumno que no puede leer una oración completa y recibe un diploma al final del trayecto en la secundaria, no está siendo incluido; se le está negando la oportunidad de una formación adecuada para su capacidad.
La inclusión es beneficiosa, especialmente en el ámbito social. La convivencia con la diversidad enriquece a todos y fomenta la empatía. Sin embargo, no podemos caer en la mentira e ilusión de que cohabitar es incluir. Como dice la canción: "Cuando la mentira es la verdad", la ideología inclusivista crea la idea de que la presencia física es sinónimo de integración y calidad educativa. ¿hoy la mentira es la verdad?.
Realismo frente a la ideología
La discusión sobre la inclusión no debe ser resuelta por legisladores o jueces, sino por pedagogos. Se trata de un derecho, sí, pero del derecho fundamental a la verdad, que, como decía Santo Tomás de Aquino, es "la adecuación del intelecto a la realidad". Y la realidad nos dice que la diversidad de modalidades educativas es la única respuesta a la diversidad de capacidades de las personas.
No todos tienen capacidad para todo, por lo tanto, necesitamos distintas respuestas educativas para la realidad cada vez más diversa. Esto no es discriminación, es realismo. No estoy en contra de la inclusión, la escuela común debe romper sus esquemas homogéneos y estar abierta a todas las diferencias. Sin embargo, es vital reconocer que no todas las situaciones pueden ni deben ser atendidas en una única modalidad.
No estoy en contra del paradigma de la inclusión, la escuela común debe romper con su rigidez, y estar abierta a todas las diferencias posibles (muchas marcadas por la pobreza), y discapacidades/neurodivergencias. Pero vuelvo a repetirlo, ¡no todos pueden ser incluidos en la escuela común! Esto no es discriminación es pensar que lugar y tiempo es mejor para cada niño. Habrá muchos niños que con adaptaciones curriculares y de acceso, momentáneas y permanentes, podrán transcurrir en la escuela común y aprovechar la potencialidad de la socialización que ofrece la escuela. La vinculación con las diferencias nos enriquece a todos y nos enseña a convivir, pero también teniendo como centro el saber en su más amplio sentido, las distintas modalidades son necesarias para atender las diferencias y necesidades reales que todas las personas tenemos y trasmitirle a cada necesidad el saber que necesite adquirir
En fin, una maestra sola, sin formación especializada, no puede atender todas las diversidades del aula. Si queremos aulas heterogéneas para todos, debemos otorgar a las escuelas los recursos que se piden. De lo contrario, seguiremos con un sistema donde la inclusión, más que un logro, es una ilusión.
A nadie le importa la inclusión de los pobres
La insistencia de distintas ONGs pro-inclusivistas a la incorporación de todos los niños en la escuela común, deja de lado en la agenda política, gubernamental, mediática y de la sociedad la inclusión de los niños más marginados y pobres. También a aquellos que padecen adicciones o se está recuperando de ellas quedan fuera de agenda y encuentran en la escuela un dispositivo duro e inflexible que no puede atender las necesidades de quienes requieren adaptabilidad. La falta de inclusión, tanto de acceso, permanente y egreso de los más vulnerables socioeconómicamente, no despierta pasiones inclusivistas. Parecen estar excluidos del nuevo paradigma inclusivista que solo le preocupan las neurodivergencias/discapacidades, pero no como incluir a las víctimas de la segregación social por la pobreza. ¿La única respuesta a la sobreedad dada por la deserción y la repitencia es la escuela de adultos con un esquema estandarizado para todos igual?, ¿Estos chicos no figuran en la agenda inclusivista?, ¿Esta descartados del sistema educativo sin que se los ofrezcan propuesta flexibles y especiales?; ¿Puede un chico que ha salido o está saliendo de la droga ir a una escuela común con toda la rigidez que tiene?; ¿No habrá que pensar dispositivos especiales para tal fin?.
Ayer 21 de septiembre celebramos el día del estudiante. Que todos chicos tengan derecho a ser estudiantes en un sistema educativo que ofrezca modalidades distintas para las personas que somos distintas. Menos uniformidad y más diversidad de modalidades para el sistema educativo.
* Mg. Juan Manuel Ribeiro, especialista en educación.