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Hallazgo histórico en Neuquén: descubren huellas de "raptors" de 100 millones de años

Un equipo del CONICET validó en Neuquén el primer hallazgo nacional de huellas de dromeosáuridos, lo publicó en Lethaia.

Las huellas agregan un tipo de evidencia que en la región es escasa.

Las huellas agregan un tipo de evidencia que en la región es escasa.

El hallazgo ocurrió en silencio, entre polvo de barda y viento frío. En las afueras de El Sauce, cerca de Picún Leufú, un bloque desprendido dejó ver marcas antiguas. No eran simples hendiduras. Eran pisadas que sobrevivieron unos 100 millones de años.

El equipo de investigación del CONICET las estudió con paciencia y confirmó algo que faltaba en el mapa local: el primer registro argentino de huellas atribuidas a dromeosáuridos, el grupo de terópodos emplumados que muchos reconocen como “raptors”. En Sudamérica solo existían pocos antecedentes, y casi todos en Bolivia. La noticia se sumó a una provincia que ya convive con fósiles, museos y rutas temáticas. Esta vez, la prueba no fueron huesos, sino pasos detenidos en la roca.

Qué vieron en la roca de Neuquén

Las impresiones muestran dedos alargados y una garra distintiva en el segundo dedo, rasgo típico de estos cazadores ágiles. Eran carnívoros, de tamaño pequeño a mediano, y vivieron durante el Cretácico en varios continentes. La huella guarda información que el esqueleto no siempre cuenta. Indica cómo apoyaban el pie, qué ritmo llevaban, qué tan firme era el suelo.

Permite pensar en trayectos, paradas, cambios de dirección. Y, sobre todo, ofrece comportamiento, no solo anatomía. Cada detalle suma a una historia mayor: la de animales que se movían por planicies antiguas y dejaban señales que hoy se pueden leer como una libreta de campo escrita por el tiempo.

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El trabajo no se resolvió con una mirada rápida. Hubo recorridas, fotos desde múltiples ángulos y modelos 3D creados con fotogrametría. Luego, comparaciones con colecciones de referencia y discusiones técnicas para afinar el diagnóstico. En abril de 2024, el grupo presentó un estudio preliminar en el 5º Congreso Internacional de Icnología (ICHNIA), en Florianópolis.

Después, volvió al sitio y trasladó el bloque al Museo “Carlos Hermosilla” de la Comisión de Fomento de El Sauce. Ese paso fue clave. El material quedó protegido, disponible para nuevas mediciones y listo para ser mostrado a la comunidad. El resultado final llegó con la publicación en la revista Lethaia, que le dio visibilidad internacional y dejó un registro formal del hallazgo neuquino.

Por qué importa este hallazgo

Las huellas agregan un tipo de evidencia que en la región es escasa. Ayudan a reconstruir ambientes, a estimar velocidades y a evaluar si los animales se movían solos o en grupo. Complementan los restos óseos y permiten cruzar datos con la geología del lugar. Para Neuquén, el hallazgo suma valor científico y también social. Fortalece la identidad de una provincia que viene cuidando su patrimonio y animándose a contarlo.

Y abre preguntas nuevas: ¿cuántos sitios con rastros quedan por relevar?, ¿qué historias guardan otras bardas?, ¿qué condiciones ambientales hicieron posible esta conservación tan fina? La ciencia avanza con respuestas, pero también con dudas bien planteadas.

El anuncio coincide con una propuesta novedosa. Paleontólogos del Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de Vertebrados (LACEV-MACN) comunicarán en octubre una campaña desde Río Negro con transmisión en vivo. La idea es mostrar el trabajo de campo tal cual sucede. Búsqueda de fósiles, detección de restos, identificación y extracción. Todo en tiempo real.

La experiencia promete acercar el oficio a escuelas, familias y curiosos. También transparenta métodos, explica por qué se protege un sitio y cuánto detalle hay detrás de un diagnóstico. Es, en definitiva, una forma de invitar a participar sin pisar el yacimiento y sin poner en riesgo piezas únicas.

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De la emoción al cuidado

El bloque ya forma parte del museo local y podrá verse con guía y contexto. Es un cierre que, en realidad, abre puertas. Habrá nuevas preguntas, posteriores visitas y tal vez más hallazgos. La paleontología, aquí, combina esfuerzo técnico y vínculo con la comunidad. Un grupo de personas detectó señales, las estudió con rigor y las dejó a resguardo para todos.

Patagonia vuelve a recordarlo: es un laboratorio a cielo abierto. Y estas huellas, pequeñas y nítidas, lo cuentan sin gritos. Dicen que alguien pasó por allí hace millones de años. Dicen que vale la pena mirar el suelo con atención. Dicen, sobre todo, que la historia grande también se escribe con pasos chicos.