Historias de vida
Guillermo, el maquetista amante de lo militar
Guillermo Echenique es un modelista que siempre confeccionó réplicas de armas, cuchillos y vehículos bélicos, tanto en miniatura como a escala real, una labor con la que prosperó por mucho tiempo. En una charla con <b>MDZ</b>, este amante de lo militar recuerda su camino recorrido hasta hoy
El mundo de la artesanía es inabarcable, con miles de expresiones temáticas e incontables artistas que, con sus manos y talento, además de algunos materiales y herramientas, crean fascinantes objetos dignos de admiración por su calidad y belleza. Reconocidos o no, estos artesanos afrontan dificultades y sufren vaivenes económicos, pero llevan la creatividad y la pasión por lo que hacen durante toda su vida.
Guillermo Echenique es un modelista y maquetista que desde siempre confeccionó réplicas de armas, cuchillos y vehículos bélicos, tanto en miniatura como a escala real, una labor con la que prosperó durante mucho tiempo. Miles de piezas de su autoría están en manos de familias, coleccionistas y negocios de armería en todo el país, certeza que reaviva su amor por los objetos militares y le recuerda el camino que recorrió hasta hoy.
“Cuando era chico, me encantaba ver los desfiles militares, sobre todo los tanques y las camionetas. Y mientras los demás coleccionaban figuritas de jugadores de fútbol, yo compraba revistas de armas. Soy de una época donde las Fuerzas Armadas estaban muy bien vistas como instituciones garantes de la estabilidad, a pesar que cometían golpes de Estado”, recuerda Echenique en diálogo con MDZ.
Como todo artesano, Guillermo empezó confeccionando objetos sencillos en madera, usando como taller improvisado la cocina de su casa en Buenos Aires. “Tallaba lanchas de barco y les ponía soldaditos que compraba a bolsones en Once”, relata. Así logró participar en algunas exposiciones de juguetes y a medida que adquiría experiencia, se animaba a fabricar piezas más complejas, como réplicas de armas.
Un día, por la década de 1950, mientras participaba en una feria, se contactó con Echenique un ejecutivo de la editorial Columba, en aquel entonces la principal editora de historietas del país, tras quedar fascinado con sus modelos. “Trabajé muchos años haciendo armas para los dibujantes de Columba, que no entendían nada de armas. Era gracioso cuando, hasta entonces, los lectores mandaban cartas quejándose que los dibujantes ilustraban mal y pidiendo armas bien hechas”, añade.
A medida que iba creciendo en producción y los gustos se modificaban, Guillermo comenzó a trabajar con materiales más resistentes y de mejor calidad, como la resina poliéster y la fibra de vidrio. También se abocó a la confección de cuchillos (tanto militares como de supervivencia) y extendió la gama de vehículos. Todo ello le permitió ampliar su cartera de clientes, como coleccionistas y armerías, y percibir mayores ingresos monetarios: “Llegué a fabricar durante muchos años más de 1.000 réplicas por mes y, de hecho, nunca pude tener dos piezas en la estantería porque trabajaba con la producción vendida”.
“Si bien había empezado mucho antes, el boom con las réplicas de armas fue en la Guerra Fría y con los gobiernos militares. En esa época vendía muy bien, laburaba como animal y pude crecer económicamente: compré una casa, un departamento, autos y hasta un terreno en una isla del Delta (del Paraná)”, asegura.
De aquellas épocas, Guillermo guarda varias anécdotas: “Un día había terminado de hacer una ametralladora en la cocina de mi casa, pintada con aerosol, y la dejé acostada con las hornallas prendidas. Me fui a cambiar porque me estaban esperando y, en un momento, empecé a sentir olor a quemado. Aunque la salvé, la pieza se ampolló toda y no la pude entregar”.
Pero el declive de la popularidad de lo militar (influido por el fin del gobierno dictatorial tras la Guerra de Malvinas), los cambios en consumos culturales y, especialmente, la apertura de las importaciones, socavaron el emprendimiento artesanal de Echenique: “Abrieron la importación de réplicas chinas y me borraron del mapa, porque además de ser baratas tenían movimiento y balines, cuestiones que mis piezas carecían. También me perjudicó mucho la llegada de los cuchillos tipo ‘rambo’, dado que se vendían a seis dólares cuando a mí fabricar uno me costaba 60”.
Fue en aquella época de malaria, a mediados de los ‘80, que Guillermo y su familia se instalaron en Mendoza: “Por las bajas ventas tuve que buscar un sustento extra, entonces me concentré en la confección de ropa verde. Aca enganché unas licitaciones, con el tiempo sumé más trabajo y finalmente me instalé”, señala en lo que hoy es el garaje de su vivienda ubicada en uno de los barrios más occidentales de Chacras de Coria.
“Nos fue relativamente bien hasta que nos agarró la crisis del 2001 y de milagro, con mucho esfuerzo, pude terminar mi casa. No me levanté más”, cuenta sin aflicción, acostumbrado a los altibajos. Pero con el golpe del Corralito, y la amenaza de la miseria, sumado a la falta de trabajo, Guillermo se vio forzado a desprenderse de más de cincuenta cuchillos y casi todas sus armas.
Sin embargo, su oficio le permitió salir adelante para subsistir, y así se dedicó a la matricería de las piletas de natación, tanto en estructuras como en bordes, siendo uno de los pocos (sino el único) que domina esa área a la perfección. Hoy trabaja en una fábrica de piletas en San Rafael, lo que le permite viajar bastante y mantenerse ocupado.
En cuanto a su antigua tarea, Guillermo reconoce, con resignación y estoicismo, que padece “el ocaso del artesano”: perdió capacidad de visión y control del pulso, lo que le impide crear objetos en miniatura y muy detallados. “Muchas piezas se hacen en la mano, entonces al perder fuerza no las puedo sostener y se me caen”, aclara.
Echenique muestra su última maqueta, una torpedera estadounidense de tamaño mediano que confeccionó hace poco más de un año, y si bien es un fiel reflejo del vehículo original, para el artesano su obra final quedó un tanto deslucida. “Es el límite de lo que puedo hacer, y perdiendo precisión”.
“El que se dedica a esto le tiene que gustar lo que hace”. En esa frase simple, casi al final del encuentro, Guillermo Echenique resume una vida llena de talento, vicisitudes y pasión.
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