Gabriel Corrado: "Ser galán fue la puerta de entrada a lo que yo quería"
En una entrevista exclusiva con MDZ, el famoso actor y productor repasó los momentos más importantes de su carrera. Habló también de su familia, dio su postura respecto a la coyuntura audiovisual y reveló cuáles son los nuevos proyectos que se vienen.

Gabriel Corrado cuenta con una extensa trayectoria en cine, teatro, televisión, producción y conducción.
Agustín Tubio/ MDZEl cine, el teatro, la televisión, la música y la literatura estuvieron muy presentes en la infancia y adolescencia de Gabriel Corrado, el galán de telenovelas que asegura que “desde muy chiquito sabía que quería ser actor”. Esa convicción lo impulsó a estudiar teatro y a animarse a hacer todo lo posible para vivir del arte, buscando la manera de “vivir bien” junto a su familia.
Antes de ser el galán de telenovelas como “Primer amor”, “Perla Negra”, “Máximo Corazón” y “Por amarte así”, Gabriel Corrado había elegido el camino “tradicional” al estudiar medicina. Pero no pasó mucho tiempo hasta reafirmar que su camino debía ser el artístico, principalmente, el teatral. Así, poco a poco, comenzó a llenar teatros, llevando su carisma a las tablas de cada ciudad. Ese carisma, talento, porte de galán, además del hambre que tenía de ir por más, lo hicieron llegar alto, hasta convertirse en el galán predilecto de las tiras televisivas argentinas de los 80’ y 90’.
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Más tarde, ya casado con su compañera de vida, Constanza Feraud, y con sus hijos, Lucas, Clara y Lucía siendo aún pequeños, se atrevió a cruzar el charco y exportar su talento al viejo continente, siempre y cuando estuviera acompañado. Vivió unos años en España e Italia para seguir explorando su faceta actoral. Aun así, las propuestas en su Argentina natal no habían cesado, por lo que, después de sumar una valija cargada de anécdotas y crecimiento profesional, decidió volver a casa.
Desde su regreso, Corrado siguió robándose el corazón de cada televidente en nuevas telenovelas. Pero, también, nuevas facetas profesionales comenzaron a manifestarse. En el año 2001 fundó la productora audiovisual CTV CONTENIDOS, con la que produce material audiovisual para exportar. Asimismo, exteriorizó su faceta como escritor al publicar una saga de literatura juvenil titulada "El Secreto Aladina". Como si fuera poco, en 2021 se propuso a explotar su lado como conductor, trabajo que sostiene actualmente en “Estamos en una”, por la pantalla de la TV Pública.
Luego de tanto recorrido frente y atrás de la cámara, en una nueva entrevista MDZ, Gabriel Corrado repasó su carrera profesional como, así también, se animó a hablar de la importancia de la familia en su vida, su presente como conductor y los proyectos que se vienen.
La entrevista completa a Gabriel Corrado
- Gabriel, sos actor, productor, conductor televisivo y escritor... ¡Multifacético!
- Sí. Soy curioso. Desde muy chico me pasa, no solamente con la actuación, sino también con otras cosas. Tiene que ver con esto de querer aprender.
- Precisamente, vos empezaste estudiando medicina, pero en algún momento dijiste: “No, esto no es lo mío. Voy a dedicarme a la actuación, al modelaje”. ¿Cuándo fue que hiciste ese quiebre y descubriste lo que vos querías realmente?
- Desde muy chiquito sabía que quería ser actor. Mi relación con la actuación empezó, obviamente, a partir de ver cine y televisión. También, por el colegio donde yo iba, que fomentaba mucho el tema de la actuación teatral. Además, tenía un profesor de literatura que nos hacía hacer algunas cosas con cámaras de fotos. Siempre me gustó.
En mi familia nos llevaban al cine y al teatro, y veíamos televisión. De hecho, un día le dije a mi madre: “Yo un día voy a estar ahí, en la televisión”. Tenía no sé si 8 o 9 años cuando se lo dije.
Me gustaba tocar la guitarra. Tenía una guitarrita de mentira cuando tenía 4 años. Entonces, a la vuelta de casa había un conservatorio musical que se llamaba Williams, y yo les dije a mis padres que quería aprender a tocar guitarra. Así que me mandaron allí. A los 8 años aprendí a tocar guitarra por notas y solfeo. En el colegio también teníamos un coro donde cantábamos. El arte siempre estuvo muy presente en mi vida, tanto por mi familia como por el colegio. Y disfrutaba mucho del conservatorio porque me permitía expresarme. Yo sentía que cantar me hacía feliz.
- Entonces, ¿por qué estudiaste medicina en su momento?
- Tiene que ver con los mandatos familiares. Te decían: “Terminás el colegio y después tenés que ir a la universidad”. Y con ese mandato que teníamos muchos -por ahí la generación de ustedes no tiene tanta presión- yo dije: “Bueno, de las carreras universitarias la que más me gusta es medicina". Me parecía como algo milagroso el hecho de salvar vidas, de curar o de dar a luz. Me gustaba mucho. Mientras estudiaba medicina, fui a ver partos. Todo eso me parecía fantástico.
Pero la verdad es que dentro mío estaba la pasión por la actuación. Hay una parte tuya que se empieza a postergar cuando vos hacés lo que te dicen, y no lo que vos querés. Hasta que un día dije: “No, esto no es para mí. Yo quiero estudiar actuación". Hablé con mis padres; lo entendieron, pero me dijeron: “Bueno, a partir de ahora nosotros ya no te bancamos”. Como diciendo: te apoyamos, pero no económicamente. Entonces, tuve que salir a trabajar como modelo y a vender ropa, también. Teníamos una representación de una marca francesa de ropa con un amigo. Éramos muy jóvenes, teníamos 21 años.
Después hice un viaje muy lindo por todo el mundo. Había un pasaje de la aerolínea Pan American, que ya no está, que te permitía hacer Buenos Aires–New York, New York–París, París–Tel Aviv. O sea, hicimos un viaje triangular de varios continentes y por muchos países de Europa. Cuando volví, yo ya estaba haciendo psicoanálisis, que te ayuda mucho a descubrir qué querés. Entonces dije: “Bueno, este es el momento”. Dejé de vender ropa; seguí haciendo algunas cosas de publicidad, pero dije: “Me voy a buscar un representante”. Y empecé a trabajar como actor.
- ¿Y cuál fue el primer trabajo, la primera oportunidad que se te dio como actor?
- Se me dio, primero, con el grupo de teatro con el que yo estudiaba, que era un grupo independiente que se llamaba Teatro Experimental Argentino (TEA). Con ellos nos fuimos de gira por el Valle de Punilla, en Córdoba. Ese fue mi primer encuentro con un público que pagaba una entrada para verme. Ya no era mi familia la que me iba a ver en el colegio. Era gente que yo no conocía. Eso fue muy emocionante.
Ahí redoblé el compromiso por saber que esto era lo que me gustaba, por entender que yo tenía que vivir de esto. No hay nada más fuerte que te vea gente que no te conoce y te aplauda por tu trabajo. Es lo más. Pero realmente es inexplicable. Como médico no hubiese logrado un aplauso. Entonces este encuentro con el público fue algo mágico.
A partir de ahí volví a Buenos Aires. Conseguí a un representante -que lo sigue siendo en la actualidad-, que es Alejandro Vannelli. Un representante es importante porque te dice dónde están los castings, dónde están buscando actores o actrices para tal personaje, te ayuda mucho a abrir puertas. Y después también está en uno, está en el hambre que uno tenga, y yo tenía mucha hambre. Tenía hambre de ir por más. Lo que tenía claro es que quería ser un actor que pudiese vivir de eso, porque no todos los estudiantes de teatro pueden lograr vivir de la profesión. Es un laburo muy jodido, es un trabajo difícil, y donde vos tenés que tener la autoestima muy bien puesta.
Me salieron algunos "bolos", primero, en personajes chicos. Hice uno en una serie, en un especial que se llamó Pantalones azules, basado en un libro de Sara Gallardo. Después hice un casting para una novela; me eligieron y de ahí empezó a caer una historia atrás de otra. Y llegó la popularidad, que eso también te ayuda porque el día que vos querés hacer teatro, la gente sabe quién sos y te va a ver. Entonces, fue una rueda fantástica.
Yo ya estaba de novio con Constanza, quien es hoy mi mujer. Porque yo quería vivir bien como actor, quería formar una familia, quería poder mantener a mis hijos y no tener que hacer otra cosa para pagar el alquiler. En el año ’87, yo empecé a vivir de mi profesión, y yo tenía 26 años.
- Cuando llegan protagónicos en las telenovelas, te empezaron a llamar el galán del momento. ¿Vos te creías galán también? ¿O no te encasillabas ahí?
- Cuando yo estudiaba teatro, en los años ’80, estaba muy mal visto hacer televisión. De hecho, cuando yo me voy a Córdoba de vacaciones al hotel de actores -los actores tenemos un hotel en Villa Giardino- con mi mujer -que era mi novia en ese momento-, conocí a Mario Pasik, un actor muy conocido que fue uno de los protagonistas de Verano del ’98. Mario me conoció; yo lo saludé y le pedí algún consejo, y me dijo: "Vos tenés que empezar a hacer televisión". "No, televisión no", le dije yo como si fuera algo malísimo, porque los profesores de teatro te ponía el sello de “No televisión”.
- Pero, ¿por qué?
- Porque lo veían como algo que estaba contaminado, que era comercial. Lo comercial no estaba bien visto. Lo que había que hacer era ser Shakespeare o hacer teatro en el San Martín. Eso era lo que te daba chapa de actor. Lo otro -la televisión, la telenovela- era como un género menor. Y ser galán era peyorativo.
Y cuando él me dijo: "Tenés que hacer televisión. Vos podrías ser un gran galán". Yo le dije: "¿Galán de telenovelas? ¡No!". Pero después me di cuenta de que ese era el camino, que esa era la puerta de entrada a lo que yo quería, que era vivir de esto, vivir bien, hacer lo que me gusta.
Tuve la suerte de que yo entré en una época en la que se produjo mucha ficción argentina y también coproducciones con Italia y con España. Entonces, hice lo que me dijo Mario. Conseguí un representante y empecé a ser galán, de alguna manera. Y yo sí le veo un plus al galán. Jorge Guinzburg un día me dijo algo muy bueno: "El galán es el goleador del equipo". ¡Me pareció bárbara esa definición! Porque es verdad: cuando vos protagonizás, sos el galán de una novela, sos como el héroe de la película, el líder de ese grupo. Entonces, si te va bien, te llevás los aplausos y el éxito, y, si no te va tan bien, también te llevás la crítica.
Tuve suerte. Me fue muy bien con mi primer protagónico, y también tuve la suerte de que se expandiera mucho la venta internacional de nuestros productos argentinos, que se vieron en Italia, España, Estados Unidos, Medio Oriente. Llegar a filmar a Jerusalén fue muy emocionante. De verdad superó mis expectativas. Y eso tiene un valor. A mí siempre me emociona cuando llego a otro país y la gente me reconoce o valora mi trabajo. Porque no hay que olvidarse nunca de dónde uno viene.
- Entonces, para vos, ¿el ser galán te abrió esas puertas? ¿O fue también tu trabajo?
- No, no. El hambre es la clave. Yo creo que en cualquier orden de la vida, en cualquier trabajo, es la ambición por crecer, por aprender, por mejorar. No por competir con otros, sino por ir creciendo uno mismo, por saberse mejor. Ese fue un punto muy importante. Pero también, la televisión argentina fue la que a mí me dio la oportunidad de que me conocieran afuera. A mí me contratan en Italia y en España a partir de la televisión que yo hice acá, en la Argentina.
A mí me tocó vivir en España, en Italia. Me fui, por supuesto, con mi familia. Y eso fue gracias al camino que yo empecé a hacer en Buenos Aires.
- ¿Cómo fue la experiencia de irte a Europa? ¿Qué recordás de ese viaje, de ese tiempo vivido allí?
- Fue fantástico. Yo no hubiese podido vivir en otro país con estas oportunidades que me surgieron en su momento si no hubiese sido por la compañía de mi mujer y de mis hijos. Saber que yo volvía a casa y estaban ellos ahí, saber que no me estaba perdiendo de su crecimiento.
- ¿Cuántos años tenían ellos?
- Eran muy chiquitos. La primera vez que nos fuimos, Lucas tenía 2 años y Lucía tenía meses. La segunda vez que nos fuimos ya había nacido Clarita, que es mi tercera hija; Lucas ya tenía 8 años, Lucía tenía 6, y Clarita tenía dos meses. De hecho, Clarita se crio en España. Nos instalamos en Marbella, al sur de España porque yo rodaba una serie de aventuras fantásticas que se llamaba Mediterráneo, para Telecinco.
Marbella fue como un lugar mágico donde Clarita aprendió a hablar, aprendió a caminar. Era muy divertido escucharla porque hablaba como una andaluza. En cambio, Lucas y Lucía, que tenían 8 y 6 años respectivamente y que habían empezado a ir al colegio allí también, cuando hablaban con sus amigos, cambiaban el acento, pero con nosotros seguían hablando en argentino. Como si fueran dos idiomas distintos. Uno quiere generar empatía con los demás, quiere ser igual que los demás. Es esta cosa de pertenencia del lugar.
Ellos siempre siguieron apoyando mi trabajo. Mi mujer también. Constanza es empresaria. Sus padres tienen una editorial y ella trabajaba allí. Pero ella paró todo y fue detrás de mi sueño. Entonces, yo valoré mucho eso. También estaba en la labor de criar a los chicos. Ella podría haber dicho: “No, yo me quedo trabajando acá”. Pero no. Fue muy generosa y somos un equipo.
Yo sigo vinculado tanto a Italia como a España laboralmente. Tengo una productora con base en Madrid, donde desarrollamos contenidos y los vendemos a todo el mundo. Producimos ficción en el este de Europa. De alguna manera, mi presente laboral también pasa por esto que sembré en el pasado.
- Teniendo tantas oportunidades en Europa, ¿por qué decidieron, como equipo, volver a la Argentina e instalarse acá?
- Por mis padres. Mis padres estaban grandes y yo sentía que tenía que estar con ellos. Yo no me quería perder la última etapa de mis padres. Sentía que tenía que estar acá, a pesar de que mis padres estaban bien.
Yo viví en Europa del ’93 al ’94. Volví a la Argentina para trabajar varias veces. En el ’98 me volví a ir, y volví en el 2002. En ese momento, la Argentina la estaba pasando muy mal porque yo volví después del 2001. En el medio vine a hacer una novela acá, cuando se escribía la segunda temporada de la serie que estaba haciendo allá.
Pero yo ya veía que mis padres estaban grandes, y no quería perderme eso. Tampoco quería que ellos se perdieran el vínculo con mis hijos. Mi papá le tenía pánico a viajar en avión. Mi vieja sí iba, pero papá no. Entonces dije: “Yo puedo. Si tengo que hacerlo, yo me inmolo; voy y vengo”. Y seguí haciendo eso, no es que dejé de estar. Pero, por suerte, tomé la decisión de volver. No me arrepiento para nada. Y siento que estuve muy cerca de ellos en los últimos 15 años de sus vidas. Estuve acompañándolos. Me hace sentir mejor persona ahora que lo hice.
También tiene que ver con que aproveché la oportunidad de que en el país habían empezado a aparecer reglas de juego y yo me vine con un proyecto para producir. Después de la crisis del 2001, era una oportunidad para producir de manera más económica en Argentina. Entonces empezamos a producir acá para exportar. Junto con Telefe hice un par de ficciones; Máximo Corazón fue una de ellas. Ahí fundé mi productora. Para mí las crisis son oportunidades y hay que aprovecharlas.
- ¿Y qué te incentivó a fundar la productora y a focalizarte en esa faceta, dejando un poco de lado la actuación?
- Le puse mucho foco, sí. Pero sin dejar la actuación. No la dejé. Lo que pasa es que tu día dura 24 horas y tenés que repartirte, elegir. Con CTV Contenidos -nuestra productora-, logré cosas lindas, hacer contenidos que yo quería hacer. En algunos trabajaba yo como actor y en otros no.
El este de Europa, por ejemplo, Rumania, son mercados que yo abrí, donde no había habido ficción nacional. Sí habían visto “latas” nuestras. Entonces, me dio mucha alegría el desafío de abrir mercados, algo que yo, cuando empecé esta carrera, nunca me hubiese planeado.
La vida te va llevando. Uno va eligiendo caminos, a veces equivocados y, a veces, óptimos. Pero estoy contento con mi presente, a partir de que todo esto me sirve para seguir creciendo y seguir relacionándome desde un lugar distinto.
Cuando vos tenés una productora, eso te permite desarrollar cosas que vos querés mostrar. Y no tenés la angustia de tener que esperar a que te llamen. Lo más terrible que hay en nuestra profesión es la desazón que te viene cuando se te está terminando un proyecto. Hay muchos trabajos que, de alguna manera, son freelance. Nosotros trabajamos en una serie y la serie dura seis meses. Bueno, se termina la serie y después te quedás sin trabajo. Entonces yo no quería pasar por eso.
Eso tiene que ver con mi educación por ser descendiente de italianos, de gente muy trabajadora. Yo siempre vi en mi mamá y en mi papá la vocación y la cultura del trabajo. Esa es la clave para muchas profesiones. En lo nuestro es vital saber que uno tiene que generar proyectos y, sobre todo, en estos tiempos. En el mundo se cayeron muchos proyectos audiovisuales. En la Argentina, o en los países que tienen economías un poco más frágiles, ni qué hablar. Pero no hay que esperar que se armen entes que te subvencionen. Hay que fomentar. Yo creo mucho en la autogestión.
- ¿Qué pensás vos acerca de la postura del gobierno para con las producciones audiovisuales nacionales que no impulsa?
- Yo creo que la Argentina tiene cosas mucho más urgentes que ocuparse de fomentar películas y series. Obviamente que me encantaría. De hecho, la Argentina siempre lo hizo. Hay que encontrarle la vuelta. No quiero ponerme una bandera política porque no es mi vocación. Lo que sí tengo claro es que hay cosas más urgentes. Si un país tiene 50% de pobreza, ¿cómo nos vamos a dar el gusto de bancar a un grupo de creativos para que hagan una película? Si te ponés a pensar, hay chicos que no tienen para comer. Me parece que eso es lo más importante, lo más urgente.
Lo otro ya va a venir. Obviamente, es una industria muy importante. Habrá que buscar con creatividad recursos privados, mecenazgos -hay un montón de herramientas que se están usando en el mundo- para poder bancar la producción audiovisual. Eso es lo que hay que hacer. No hay vueltas. Porque cuando vos ves a un chico en distintas provincias del país, y acá en Ciudad de Buenos Aires, que no tiene para comer, decís: “¿No sería muy hipócrita pedir que pongan dinero para una película?”. Me parece que lo más urgente es que la gente tenga para comer y que se pueda educar. Lo otro es importante porque lo nuestro también es cultura, pero me parece que hay que buscarle la vuelta. No quejarse, sino encontrar la fórmula desde lo privado para poder bancar las producciones.
- Volviendo un poco a tu familia. Llevás más de 30 años casado con Constanza Feraud.
- Sí, me casé en el año ’89, así que llevamos 36 años de casados.
- ¿Cuál es el secreto para mantener una relación por tanto tiempo, con una familia y con tantos proyectos individuales de por medio?
- La verdad es que siento que no hay una receta, ni una fórmula, para nada. Sería mentira decirte eso. Yo creo que es una lucha -en el buen sentido de la palabra- por tratar de cuidar lo que uno va construyendo. En el amor me parece que la clave está en el día a día. Es defender lo que tenés frente a un montón de tentaciones, o a un montón de circunstancias, crisis o problemas que hay.
Si uno sabe que el otro es tu par, si vos creés y luchás por eso, me parece que es una buena manera para que los dos crezcan a la par. Hay tips que son buenos para tenerlos en cuenta, como mantener el sentido del humor, pero no puedo dar consejos de eso para nada.
Creo que tenemos suerte. Nos llevamos bien, pero también tenemos nuestras crisis y sabemos enfrentarlas. Siempre digo que a nosotros nos ayudó mucho el análisis de pareja, recurrir a alguien que te ayude, que te proponga cosas. Hacer análisis de pareja es muy bueno.
Pero no hay recetas. Creo, sí, que hay que pelearla. Porque si uno abandona en la primera ola de cambios, evidentemente no era el amor de tu vida. Hay que saber ceder. Cuando nos fuimos a vivir juntos, Constanza me dijo de movida: “Yo sé cocinar”. Y yo le digo: “Yo no sé cocinar”. Ella me propuso: “Bueno, entonces, ¿qué te parece si yo cocino y vos lavás los platos?”. Y le dije: “Perfecto”. Entonces, encontramos, de movida, cómo complementarnos en distintas actividades.
Cuando fuimos padres... la madre tiene un rol más importante que el padre en los primeros días de vida. Lo mismo con el tema de amamantar; nosotros no lo podemos hacer. Pero, cuando ella estaba cansada porque había pasado una mala noche, yo me ocupaba de Lucas, Lucía o Clarita; les cambiaba los pañales, los bañaba. El tema es ese: no lavarse las manos, no abrirse, no ser antiguo. Antiguamente se pensaba que la mujer tenía un rol y el hombre otro. Para mí somos un equipo, somos iguales. Creo absolutamente en la igualdad entre el hombre y la mujer, a pesar de que somos distintos. Y me parece muy importante ser un equipo, ser un complemento.
- Constanza te acompañó en los primeros pasos de tu carrera. Ella te ayudaba a estudiarte los diálogos y demás. ¿Cómo llevaban el día a día sabiendo que vos eras el galán de la telenovela, te tenías que besar en algún momento -no siempre- con otra actriz? ¿Hubo celos por ahí o no era un problema?
- No, no hubo celos. Ella me ayudaba a estudiar. Porque cuando vos entrás a trabajar en televisión -a pesar de que yo había estudiado teatro y sabía manejar un texto-, tenés que aprender todos los días un texto nuevo. Entonces, tenés que ejercitar la mente. Y es una memoria muy superficial, porque vos estudiás el texto, lo decís cuando grabás y, al día siguiente, estudiás otro. Ya te lo olvidaste. Yo no me acuerdo de textos del año ’80, porque si no, te volverías loco.
Entonces, ella me ayudaba a repasar textos. Al principio te cuesta. Es como un músculo que vas entrenando. Y Constanza supo que yo siempre la respeté a ella y ella me respetó a mí. Tiene que ver con eso. Porque somos gente de bien. Mi trabajo es eso. En la telenovela, el beso es muy importante. Es parte del género, como en una comedia romántica o en una historia de amor.
Pero ella siempre me apoya y sabe de mi trabajo. Y yo también a ella; en lo que ella hace, también la acompaño. Hoy por hoy, bueno, somos socios en la productora. Ella se encarga de toda la parte administrativa. Así que, de alguna manera, seguimos como equipo también en la parte profesional.
- Ahora que sus hijos están viviendo afuera, ¿en qué etapa se encuentran ustedes? ¿Cómo se van adaptando a la vida que llevan ellos?
- Estamos en una nueva etapa muy linda. Nuestros hijos están afuera. Lucas está en Ámsterdam, Lucía en Hamburgo y Clarita en Nueva York. Estamos felices porque ellos están haciendo su camino. Pero no puedo negarte que a mí me da tristeza muchas veces el hecho de pensar: “No los tengo acá. No los puedo abrazar”. A pesar de que la tecnología realmente es una teletransportación y te ayuda a estar mucho más conectado. Esto de hacer una videollamada es muy bueno, de verdad. Te acorta distancias si vos no estás presente en el mismo lugar donde te podés dar un abrazo con tus papás o con tus familiares.
Nos vemos una vez por año. Ellos vienen para acá para las fiestas y nosotros viajamos para encontrarnos en algún lugar con los tres, porque viven en distintos lugares. Encontramos un punto medio, algún lugar donde podamos irnos de vacaciones todos juntos. Por suerte lo podemos hacer.
Me hace feliz que ellos estén haciendo su camino. La felicidad de un hijo es la felicidad de un padre. Esa es la clave. Ellos están haciendo su camino y yo, como padre, me siento muy orgulloso. Y aprendo mucho hablando con ellos. Me sirve mucho la mirada de ellos.
- ¿Qué te dicen ellos a vos que te ayuda o te hace crecer?
- Mostrarles trabajos míos. Yo escribí tres libros, una saga para el público young adult (juvenil). Entonces, yo se los di a ellos primero para que los leyeran, y me hicieron críticas muy piolas. Viste que uno no quiere que lo critiquen, pero es muy importante bancarse la crítica para mejorar.
Entonces, la mirada de ellos -aparte los libros iban dirigidos para un público más cercano a su edad que a la mía- me parecía muy interesante. Y cuando uno logra vencer esa cosa de que vos no sos el que se las sabe todas, entendés que tus hijos te pueden dar muchas lecciones de vida. Hay que escucharlos porque la generación de mis hijos lee la realidad de una manera distinta. Entonces, es muy interesante este intercambio. Y uno, también, por los años que tiene, les puede dar sugerencias y ayudarlos a vislumbrar cosas, pero siempre con mucho cuidado y mucho respeto. Es muy importante mantener eso de que no somos amigos; somos padres e hijos.
Entonces, está bueno, sin autoritarismo, decirles cosas y que ellos también nos tiren tips para mejorar. Me parece que esa es la clave. Y eso me ayuda mucho a mí en mi trabajo. Por ejemplo, logré ganar el personaje de la serie británica Riviera, que se vino a filmar acá, gracias a Clarita, mi hija más chica. Ella tiene 26 años ahora, pero en ese momento tenía 22. Cuando me llega la oferta para hacer ese casting, sabía que tenía que hablar un montón en inglés, y yo sé hablar un poco de inglés, pero no soy bilingüe.
- Encima era inglés británico, que es otra pronunciación totalmente diferente.
- Sí, pero no tanto por la pronunciación. Yo tenía que actuar como jefe de gobierno de Buenos Aires, entonces no tenía que tener un acento british, pero sí tenía que entender lo que me decía mi partenaire.
Entonces, cuando me llega la propuesta y el guion que tenía que estudiar para hacer el casting, yo dije: “Esto no lo voy a poder hacer”. Porque era tremendo, tenía diálogos muy largos. Dije: “¿Cómo carajo me voy a estudiar esto?”. Y Clarita me dijo: "Papá, lo vas a poder hacer. Yo te voy a ayudar". Mis tres hijos son bilingües. Hablan perfecto y entienden todo. Han hecho intercambio viviendo en otros lugares, y ahora se manejan con lo que aprendieron.
Eso fue fundamental. Yo hice el casting sin expectativas. Eso está bueno también. A esta altura del partido, cuando uno ya ganó varias victorias, tiene varias carreras hechas y te fue muy bien en tu profesión, tener la humildad de decir “voy a hacer un casting” es muy importante. Hoy por hoy todo se maneja con castings; no importa lo famoso o lo importante que seas como actor.
Y lo logré. Hice el casting, con cero expectativas, y sentí que me comí la cámara -humildemente te lo digo-, porque mi hija me dio herramientas para lograrlo. Entonces, me sentí muy seguro de lo que estaba diciendo, de cómo lo estaba diciendo. Y eso viajó a Londres.
Mirá a Gabriel Corrado en Riviera S3
- ¿Estabas nervioso o ansioso por la respuesta?
- No, no, porque dije: “Si sale, sale. Y, si no, nada. Yo me la juego". Que también está bueno eso: animarse a hacerlo, animarse a deconstruirse, a aprender.
- Salir del lugar de comodidad...
- Totalmente. Ese lugar de comodidad que muchas veces es como una armadura. Hay un libro muy bueno que les recomiendo, que se llama El caballero de la armadura oxidada (Robert Fisher), y tiene que ver con el hecho de que, para crecer, te tenés que sacar las armaduras que te atan. Y eso fue clave.
Había muchos actores muy importantes que se habían presentado para ese personaje, porque era el antagonista de la tercera temporada de la serie Riviera, donde la protagonista es Julia Stiles -que es una actriz muy conocida, que hizo la serie y las películas de Jason Bourne-. Era Hollywood para mí. Y me eligieron.
Cuando me eligieron, me fui a París a probarme la ropa para mi personaje. Llevé a Clarita. Le pedí que por favor viniera conmigo porque era un premio para ella. Era un premio para ella. Y compartir con mi hija el trabajo, una pasión, fue muy lindo. Eso fue lo que nos sucedió, y me emociona pensar en qué bueno que me dejé ayudar, porque si no, no lo hubiese logrado. Ese fue un ejemplo muy claro de cómo un hijo puede ayudar a un padre a subir un escalón.
- Hace unos meses estás conduciendo uno de los programas de TV Pública, Estamos en una. ¿Te gusta esa faceta como conductor?
- Me encanta hacer Estamos en una. El show televisivo va de lunes a viernes, por la TV Pública, de 15 a 16:30, en vivo, y sale por aire y por streaming. Es un show televisivo porque hacemos algo diferente. Tenemos un espacio muy interesante para recibir actores, actrices, cantantes, deportistas, a quienes yo entrevisto. Entonces, estoy aprendiendo también a entrevistar, que es un arte; tenés que aprender del otro para saber qué preguntarle. Y eso me apasiona, porque siento que también me hace seguir creciendo.
Es hablarle a la gente mirándola a los ojos, también. Es una manera distinta. Vos como actor generalmente actuás y no mirás a la cámara. La cámara está por ahí espiando. Pero al conducir un programa, siento que me meto mucho más; estoy más cerca de la gente. Me gusta tirarle buena onda; me gusta acompañar a la gente. Es algo que, desde chico, siempre me gustó. Acompañar no solo a mi familia, sino a mis amigos; tirar buena onda, tirar buena energía. Por eso yo creo que estudié medicina, por esa necesidad de ayudar al otro.
Y una palabra te puede cambiar el día. Yo siento que la conversación te puede cambiar el día. En estos tiempos de mucha conexión tecnológica, pero de mucha soledad. Estamos en un momento de gran soledad en el mundo. Hay mucha gente sola que no tiene con quién hablar, con quién compartir, con quién comer, con quién ir. Entonces, yo pongo mi granito de arena en esto. Pero a mí me hace bien. Me hace feliz acompañar a la gente, tirarle buena onda, y siento que lo estamos haciendo bien.
La Televisión Pública es un lugar fantástico. Tiene grandes recursos humanos para poder hacerlo. Tenemos un equipo de colaboradores: Martín Vázquez en humor, Juan Ballesteros y Germán Berman en deportes. Tenemos columnistas como Cecilia Ruffa en espectáculos. Federico Gentile es el locutor y lo pusimos frente a cámara -como se hace mucho hoy en streaming, donde todos están frente a cámara-. Damián Bacman es el productor y yo soy el que ideó el formato.
Me gusta que me hayan dado esa oportunidad. Las autoridades de la Televisión Pública nos abrieron esa puerta, y para nosotros es una manera muy buena de hacer un producto que es autosostenible. La TV Pública pone sus recursos -los técnicos y los humanos-, y nosotros aportamos creatividad y sponsors.
- ¡Estuviste filmando también en Mendoza! Contame un poco sobre la película que grabaron allí.
- Fue una experiencia fantástica. Estuve en varias oportunidades en Mendoza filmando, pero esta última fue alucinante porque estuvimos haciendo Mensaje en una botella que es una película que protagoniza Luisana Lopilato, con un elenco multiestelar. Está Benjamín Vicuña, Benjamín Amadeo, Eduardo Blanco, y todo un elenco increíble de figuras. A mí me dieron un personaje muy lindo que se las trae. Es una comedia romántica disparatada. La dirige Gabriel Nesci.
Filmar en Mendoza fue un placer absoluto porque, además de ser bellísima, la gente nos acompañó. Estuvimos filmando en algunas bodegas y tuvimos la suerte de que los Andes estaban nevados en ese momento. Tomamos ricos vinos porque son los mejores del país. Sé que se está filmando mucho en Mendoza. Había, de hecho, una productora que nos apoyó allí, que es Frontera Films.
Había estado antes allí filmando Lucky Luke, una película francesa de alto presupuesto que se vino a hacer acá. Antes había estado filmando Brad Pitt, Siete Años en el Tíbet. Es un lugar fantástico y ojalá que se siga produciendo allí porque, realmente, para los actores es un placer y para la Argentina también. Es mostrar Mendoza al mundo.
Mirá el tráiler de Mensaje en una botella
- ¿Y se puede saber algo de tu personaje?
- Yo hago de mí, hago de Gabriel Corrado. Eso es muy disparatado. Así que se van a divertir. Ya se había estrenado en cines, y ahora se puede ver en la plataforma Amazon Prime.
- ¿Y qué proyectos se vienen?
- Acabo de terminar de escribir, con Sol Levinton -que es una autora muy buena- un guion para una película que transcurre en los años 50, que se llama Línea de ratas. Es una historia sobre la llegada de los nazis a la Argentina, basada en hechos reales, y es fantástica. Yo tengo un personaje muy interesante. Pero más allá de mí, es una historia muy turbulenta, donde la protagonista es una mujer que empieza a investigar todo este tema. Es un thriller de suspenso que estamos negociando para poder producirlo acá, en la Argentina.