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Empleo en negro, salarios bajos y nulo acceso al crédito: la realidad laboral de los jóvenes

La falta de oportunidades empuja a miles de jóvenes al empleo en negro. Diferentes casos en Mendoza muestran las distintas realidades de esta problemática.

En Mendoza, como en el resto del país, los jóvenes enfrentan salarios bajos, empleo en negro y falta de futuro laboral.

En Mendoza, como en el resto del país, los jóvenes enfrentan salarios bajos, empleo en negro y falta de futuro laboral.

Alf Ponce Mercado / MDZ

En Argentina, conseguir un empleo estable se volvió un desafío enorme para los más jóvenes. Las estadísticas oficiales muestran que quienes tienen menos de 29 años no solo enfrentan más dificultades para acceder al mercado laboral, sino que además, cuando lo logran, en la mayoría de los casos es en condiciones precarias y sin derechos garantizados.

Este panorama no solo limita el presente de miles de jóvenes, sino que condiciona también su futuro. Los ingresos son más bajos que en el empleo formal y la falta de derechos laborales los deja expuestos a la inestabilidad.

Los números se vuelven más claros al mirar historias cercanas. En Mendoza, la mayoría de los jóvenes ocupados atraviesan esta realidad: algunos combinan estudios con trabajos precarios, otros dejan la universidad para priorizar un ingreso, y muchos directamente buscan en la informalidad la única salida para sostenerse.

Estadísticas oficiales sobre el empleo informal joven en Argentina

Entre los reclamos, los industriales piden la creación de empleo de calidad y alertan sobre el crecimiento de informalidad.
Precariedad, bajos ingresos y falta de derechos son los pilares del escenario laboral que condiciona el futuro de miles de jóvenes argentinos.

Precariedad, bajos ingresos y falta de derechos son los pilares del escenario laboral que condiciona el futuro de miles de jóvenes argentinos.

En Argentina, seis de cada diez jóvenes trabajan en la informalidad, una proporción que supera ampliamente al promedio general. Según el INDEC y la OIT, la desocupación juvenil ronda entre el 13% y el 19,4%, más del doble que la de los adultos. La falta de registro formal no solo quita derechos laborales, sino que también precariza las trayectorias y limita el acceso a cobertura social.

Los informes del IIEP-UBA y el Conicet revelan que en 2025 la informalidad juvenil alcanzó al 63% de los trabajadores de entre 16 y 24 años, frente al 43% del promedio nacional. Además, un trabajador joven informal percibe en promedio un 44% menos que uno formal en igual puesto. Esto se traduce en que 4 de cada 10 jóvenes en la economía informal viven en hogares pobres, confirmando que tener empleo ya no asegura una vida digna.

Las mujeres jóvenes aparecen como uno de los grupos más golpeados. En Mendoza, el desempleo en mujeres menores de 30 años alcanza el 16,4%, casi el triple de la media provincial, con fuerte incidencia en sectores feminizados como servicio doméstico y enseñanza. A esto se suma la sobrecarga de tareas no remuneradas en el hogar, lo que reduce sus posibilidades de acceder a un empleo registrado y bien pago.

Otro factor clave es la transición entre la escuela y el mundo laboral. El INET señala que solo el 10% estudia y trabaja a la vez, mientras que un 24,6% ni estudia ni trabaja, fenómeno conocido como los “NiNi”. Frente a este escenario, la informalidad aparece como una vía de ingreso inmediata, pero que consolida la precariedad y debilita las perspectivas de futuro.

Empleo informal y precario

Call center En el centro de atención trabajan unas 100 personas en turnos de cuatro horas. Imagen ilustrativa.
Experiencias mendocinas revelan cómo la informalidad laboral condiciona trayectorias de vida.

Experiencias mendocinas revelan cómo la informalidad laboral condiciona trayectorias de vida.

El empleo juvenil en Mendoza no siempre significa estabilidad ni derechos. Muchos jóvenes se enfrentan a la informalidad total o a modalidades híbridas donde se combina el trabajo en blanco con pagos en negro. Esta práctica no solo reduce salarios reales, sino que limita el acceso a beneficios como créditos, cobertura médica o aportes jubilatorios, dejando a una generación atrapada en la precariedad.

La experiencia de Sabrina, una joven mendocina de 26 años, ilustra de manera cruda esta situación. “En enero de 2024 ingresé a trabajar en una empresa familiar multirrubro que contaba con más de 50 empleados. Desde el primer momento, la oferta laboral consistió en cumplir 56 horas semanales, de lunes a sábado, por un salario de 300.000 pesos. El puesto no estaba registrado legalmente: trabajábamos en negro, sin aportes, sin cobertura ni derechos reconocidos”, detalló sobre su vivencia.

Las condiciones laborales que relató Sabrina eran extremas: tareas múltiples, funciones ajenas al puesto, manipulación psicológica y apenas un aumento de 20.000 pesos en ocho meses de trabajo. “Me hacían sentir que debía agradecer tener empleo, aunque el sueldo no alcanzaba y las condiciones eran de desgaste extremo. Renunciar fue la única salida”, expresó. Su historia refleja cómo la falta de registración legal abre la puerta a abusos y a la naturalización del sacrificio como norma.

Otros jóvenes viven modalidades de empleo formal disfrazado. Rodrigo, de 25 años, relató: “Tengo estabilidad en las tareas, pero facturando, por lo que no tengo vacaciones ni aguinaldo. Es como ser parte de la empresa sin serlo”, remarcó. Por otra parte, Catalina, empleada administrativa en una constructora. Aunque figura en blanco, parte de su sueldo se lo pagan en negro, lo que le impide acceder a beneficios como créditos hipotecarios. “Me dicen que así es más fácil para ellos, pero para mí es un problema enorme”, explicó. Estas experiencias muestran cómo la precariedad laboral se extiende en distintas formas, erosionando el presente y el futuro de los trabajadores jóvenes.

Entre estudiar y trabajar

Estudiar algo útil y rápido no es resignar calidad: muchas carreras cortas ofrecen empleo inmediato y bien remunerado. Foto: EFE
Estudiar y trabajar al mismo tiempo es un desafío que muchos jóvenes no logran sostener.

Estudiar y trabajar al mismo tiempo es un desafío que muchos jóvenes no logran sostener.

En Mendoza, muchas trayectorias juveniles están atravesadas por la necesidad de elegir entre la educación y el empleo. Joaquín, de 26 años, inició la carrera de Administración de Empresas en la UNCuyo mientras desarrollaba un emprendimiento de insumos tecnológicos, pero no pudo sostener ambas cosas. “Tuve que priorizar el trabajo y dejar los estudios. La cabeza no me daba más”, contó a MDZ.

Un caso similar es el de Gianluca, de 24, que cursaba Educación Física mientras sostenía dos empleos: en una oficina y en una escuelita de fútbol. El esfuerzo fue insostenible y terminó abandonando la facultad. “Me encantaba lo que estudiaba, pero con los dos laburos no me daban los tiempos. No era falta de ganas, era porque no llegaba”, explicó.

Otro de los caminos que muchos jóvenes eligen para generar ingresos rápidos es el trabajo en aplicaciones de reparto. Plataformas como PedidosYa o Rappi se convirtieron en una salida laboral inmediata, sobre todo en contextos de crisis. Aunque ofrecen flexibilidad horaria y la posibilidad de combinar con estudios, la mayoría de los repartidores trabaja sin cobertura médica, sin aportes jubilatorios y dependiendo de algoritmos que determinan cuánto ganan por jornada. Esta modalidad amplía las oportunidades de ingreso, pero consolida la precariedad como norma.

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Seis de cada diez jóvenes trabajan en la informalidad. Muchos recurren a apps de reparto, changas o migración como salidas que refuerzan la precariedad.

Seis de cada diez jóvenes trabajan en la informalidad. Muchos recurren a apps de reparto, changas o migración como salidas que refuerzan la precariedad.

En el otro extremo están quienes pudieron estudiar con mayor tranquilidad gracias al respaldo económico familiar. Nicolás y Juan Francisco, ambos de 25, avanzaron en Ingeniería Civil y recién empezaron a trabajar cuando estaban cerca de recibirse. La diferencia entre estas historias deja en claro que el contexto económico y social condiciona fuertemente las oportunidades educativas de los jóvenes mendocinos.

Emprender y migrar como alternativas

La precariedad laboral en Argentina empuja a muchos jóvenes a buscar salidas por fuera del empleo formal. Una de ellas es la migración, que se presenta como una forma de acceder a salarios en moneda fuerte y aprovechar el tipo de cambio al regresar. Luis Guastini, director general de ManpowerGroup Argentina, explicó a MDZ: “En contextos de empleos de baja calidad crece la intención de migrar, sobre todo entre jóvenes con formación técnica o universitaria”, explicó.

Juan Francisco, mendocino de 25 años, eligió ese camino y desde hace tres años viaja de manera temporal a trabajar en el exterior. “Prefiero trabajar afuera, cobrar en dólares y traer esos ahorros para invertir acá. En Argentina no me siento contenido laboralmente”, contó a MDZ. Su experiencia refleja una tendencia cada vez más común entre jóvenes que ven en la migración una alternativa concreta frente a la falta de oportunidades locales.

Según un estudio de la ONG Defendamos Buenos Aires 24.000 jóvenes se fueron del país en el primer semestre del año. Foto: Archivo MDZ
Migrar aparece como alternativa para jóvenes que no encuentran futuro en el empleo local.

Migrar aparece como alternativa para jóvenes que no encuentran futuro en el empleo local.

Pero no todos eligen irse: otros deciden emprender como forma de subsistencia y desarrollo personal. Mercedes, escribana de 28 años, no pudo ejercer su profesión debido a los cupos en su matrícula y optó por crear un negocio propio. “Hoy es mi principal ingreso y lo manejo desde casa, aunque no tenga la seguridad que me daría ejercer mi profesión”, relató.

El autoempleo y la migración se consolidan como estrategias de adaptación frente a un mercado laboral que no ofrece garantías suficientes. Mientras unos buscan estabilidad en el exterior, otros se reinventan con pequeños emprendimientos que les permiten sostenerse, aunque con ingresos variables e inciertos. Ambas salidas evidencian cómo la falta de empleo registrado obliga a los jóvenes mendocinos a diseñar caminos alternativos para construir su futuro.

El futuro y las posibles soluciones

El panorama del empleo joven en Argentina sigue siendo complejo y con pocas señales de mejora inmediata. Según la Encuesta de Expectativas de Empleo de Manpower, el escenario será heterogéneo, con diferencias regionales, pocas posiciones de entrada y contrataciones moderadas. En este contexto, la informalidad continúa siendo la puerta de ingreso más rápida, aunque represente un callejón sin salida.

La principal deuda está en la articulación entre educación y mercado laboral. Luis Guastini, director de ManpowerGroup Argentina, sostuvo a MDZ: “El primer trabajo debería estar acompañado de prácticas, programas de formación y esquemas de flexibilidad que retengan al talento joven”. Sin estos puentes, los jóvenes quedan atrapados entre la falta de experiencia y la imposibilidad de acceder a empleos formales.

Experiencias internacionales como las de Uruguay y Costa Rica demuestran que es posible reducir la informalidad con programas de promoción del empleo joven, subsidios temporales y tutorías que acerquen a los estudiantes al mundo laboral antes de recibirse. En Argentina, este desafío aún está pendiente, mientras que en paralelo crece la demanda de capacitaciones digitales y oficios como vía alternativa. Solo en 2024, plataformas como Coderhouse triplicaron sus inscripciones en cursos gratuitos orientados a la empleabilidad.

Los especialistas coinciden en que se necesitan reformas estructurales para cambiar el rumbo. Entre las medidas propuestas figuran modernizar la legislación laboral para facilitar la contratación en PyMEs, reformar la secundaria incorporando formación técnica y prácticas profesionalizantes, e incentivar el primer empleo mediante programas de capacitación y acompañamiento. El futuro laboral de los jóvenes dependerá, en gran medida, de que estas transformaciones se concreten.