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Emociones que potencian el aprendizaje: los cambios que plantea la inteligencia emocional

¿Cómo se relacionan las emociones con el aprendizaje? ¿Hay emociones que ayudan a aprender? ¿Cómo podemos ayudar a los niños a aprender?

Muchas veces sucede que el miedo al fracaso, al castigo, a la opinión de los demás nos genera tanta ansiedad que nos resulta muy difícil entender algo nuevo.

Muchas veces sucede que el miedo al fracaso, al castigo, a la opinión de los demás nos genera tanta ansiedad que nos resulta muy difícil entender algo nuevo.

Archivo MDZ

Las emociones y el aprendizaje bajo la lupa. Hasta hace algunas décadas, no existía mucha información sobre la relación entre las emociones y el aprendizaje. No había estudios sistemáticos al respecto. A partir de los años ‘90, junto con el “descubrimiento” de la inteligencia emocional de la mano de Daniel Goleman, otros autores empiezan a tratar con un abordaje científico el tema.

Antonio Damasio, un reconocido especialista en el área de las neurociencias, viene estudiando la neurobiología de las emociones. En un artículo publicado junto a la investigadora Immordino-Yang, dice que el razonamiento abstracto, la ética, la creatividad -todas en estrecha relación con la emoción- son factores que determinan la educación. El descubrimiento de cómo se relacionan entre sí puede ayudarnos a replantear las formas de educar en las escuelas. Estos investigadores sostienen que todos los aspectos cognitivos implicados en la educación, como el aprendizaje, la atención, la memoria, la toma de decisiones, la motivación y el funcionamiento social, están profundamente afectados por la emoción. “El pensamiento racional y el razonamiento lógico existen, aunque casi nunca vacíos de emoción, pero no pueden ser aplicados en apropiada y útilmente el mundo real sin emoción. Las emociones ayudan a direccionar nuestro razonamiento hacia los sectores del conocimiento que son relevantes para la situación o problema que nos concierne”, dicen.

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En las escuelas, en las universidades, en cualquier ámbito educativo, en general se trabaja con habilidades cognitivas de alto nivel y muchas veces se olvida que el cuerpo y las emociones están implicadas también. Los docentes saben en carne propia cómo los sentimientos y el estado del cuerpo impactan sobre los aprendizajes: cuando se está cansado o con hambre es más difícil aprender, así como cuando se está muy exaltado o triste.

Poner las emociones y el cuerpo bajo la lupa nos permite repensar las formas de enseñar para potenciar el aprendizaje en función de ellas.

Emociones que potencian o limitan el aprendizaje

Begoña Ibarrola, psicóloga y escritora española, dice que “las emociones son las guardianas del aprendizaje” porque ellas son las responsables de la memoria. Nos acordamos de las cosas o hechos que vivimos con alguna emoción. Ibarrola dice que las emociones son “el pegamento de los aprendizajes”. ¿Quién no recuerda alguna maestra o maestro que logró dejar grabado en la mente algún tema o contenido por ser gracioso, histriónico o implementar algo novedoso?

Existen muchos enfoques acerca de las emociones que potencian los aprendizajes, pero la mayoría de los especialistas coinciden en que hay algunas emociones que ayudan a aprender:

  • Curiosidad: nos impulsa a buscar información, nos hace salir de la rutina para ir hacia algo nuevo. Podemos pensar que la curiosidad abre la puerta de la mente y nos lleva a explorar. La pregunta que surge muchas veces es “¿cómo hacemos para activar la curiosidad?”. Es cierto que cada niño tiene sus propios intereses y que mientras Pedro quiere conocer sobre el espacio, a Juana la motiva aprender a dibujar. Sin embargo, hay algo en la forma de enseñar que puede ayudar a despertar la curiosidad: incluir el asombro es una gran estrategia. El profesor de biología y especialista en educación y neurociencias, Hernán Aldana Marcos, dice en una charla que para enseñar hoy hay que poner el cuerpo, hay que teatralizar, generar sorpresa porque de esta manera llamamos la atención de los estudiantes. Puede que no les interese el tema en sí, pero la forma de enseñar los termine atrayendo.
  • Confianza: confiar en que tenemos la capacidad de aprender nos permite aprender más. Si sabemos que podemos, si tenemos confianza en las habilidades que tenemos, nos pondremos desafíos nuevos y eso nos irá llevando a aprender más. Begoña Ibarrola dice que también es positiva la confianza en los demás: sabernos parte de un conjunto en el que cada uno puede tener habilidades distintas, donde todos tenemos algo que aportar potencia el aprendizaje. Los ambientes tranquilos, previsibles, ordenados ayudan a generar esta confianza, y a centrar la atención en los aprendizajes.
  • Alegría o satisfacción: cuando sentimos alegría con algo que aprendemos o cuando estamos satisfechos con cómo desarrollamos una habilidad, o también puede ser que sintamos alegría porque somos premiados por cómo realizamos algo, nos disponemos mejor a aprender, nos sentimos intrínsecamente motivados para avanzar en el aprendizaje.
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Poner las emociones y el cuerpo bajo la lupa nos permite repensar las formas de enseñar para potenciar el aprendizaje en función de ellas.

Poner las emociones y el cuerpo bajo la lupa nos permite repensar las formas de enseñar para potenciar el aprendizaje en función de ellas.

En la vereda de enfrente están las emociones que obstaculizan el aprendizaje

El miedo, la angustia, el aburrimiento, incluso la envidia.

  • Miedo: muchas veces sucede que el miedo al fracaso, al castigo, a la opinión de los demás nos genera tanta ansiedad que nos resulta muy difícil entender algo nuevo. Frente al miedo o a la angustia, el cerebro desvía su atención hacia ese sentimiento cerrando las puertas a aquello que deberíamos aprender. El miedo termina borrando la motivación intrínseca que es el verdadero motor del aprendizaje.
  • Aburrimiento: este también puede funcionar como un repelente de aprendizaje. Al contrario que el asombro, cuando no logramos conectar con la explicación que se nos está dando, nuestra atención empieza a navegar en otros mares.
  • Envidia: algo similar sucede con la competencia académica que puede generar: cuando los estudiantes están más preocupados por si les va mejor o peor que al resto el rendimiento académico empeora porque no pueden centrarse en lo verdaderamente importante que es aprender.

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