El Martín Fierro y la tradición: 5 claves para entender por qué hay que celebrar
Hoy se celebra el Día de la Tradición. Qué hay detrás del Martín Fierro y su autor. Por qué es importante celebrar.
Por qué es importante celabrar el día de la tradición.
Ese tal Martín Fierro
El nacimiento de José Hernández fue la fecha elegida para honrar las tradiciones criollas. La idea de institucionalizar un día que recordara el arquetípico del gaucho pampeano fue del poeta Francisco “Pancho” Timpone, quien propuso homenajear a Hernández como creador del “Martín Fierro”, una de las obras más relevantes de la literatura nacional, instaurando una efeméride en el día de su natalicio: 10 de noviembre de 1834. Caso excepcional en el ámbito de las efemérides argentinas que casi siempre conmemoran desde la muerte.
El pedido de Timpone en forma conjunta con la “Agrupación Bases” (nombre en reconocimiento a Bautista Alberdi) se sustentaba en los varios antecedentes que ya homenajeaban la tradición criolla en varios pueblos de Buenos Aires, siendo los festejos más destacados aquellos que sucedían en San Antonio de Areco y La Plata.
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El recordatorio conmemorativo tomó fuerza parlamentaria a través de la presentación de los senadores Edgardo Míguenz y Atilio Roncoroni a la Legislatura Provincial de Buenos Aires en 1939. Fue así que el artículo Nº1 de la Ley Provincial Nº 4756 / 39 sostenía “que el Senado y la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires sancionaban con fuerza de ley el establecimiento del Día de la Tradición en el territorio de la Provincia de Buenos Aires el 10 de noviembre de cada año, aniversario del nacimiento de José Hernández”.
Aquel festejo que había nacido como un hecho bonaerense se federalizó recién con la Ley Nacional N° 21.154 de 1975, consagrándose definitivamente la fecha para todo el territorio argentino. “Instaurarse el 10 de noviembre de cada año como día de celebración de la Fiesta Federal del Día de la Tradición”, expresaba su artículo Nº 1.
Del folleto al libro
En realidad, el libro “Martín Fierro” no es uno sino dos libros. El primero es “El Gaucho Martín Fierro” escrito en folletos durante 1872 y publicado un año después en una versión rústica, pero con un gran éxito de venta. Las críticas de “la academia” (los círculos literarios porteños) no fueron benevolentes en ese momento, aunque la aceptación popular fue extraordinaria: 64.000 ejemplares para esa época representaron todo un record teniendo en cuenta que por ese entonces el grado de analfabetismo oscilaba el 80 % de la población.
La leyenda urbana nos contará que los borradores de los folletos fueron escritos en el papel estraza con el que los almaceneros envolvían sus mercaderías, pues Hernández estaba oculto en un alojamiento porteño de manera clandestina tras una pelea a muerte con Sarmiento que le había costado un exilio en Brasil, regresando a Buenos Aires en forma secreta y alojándose aislado en una habitación del “Hotel Argentino”.
José Hernández
Si bien todos recordamos a Hernández como “un literato” fue también un gran periodista y sobre todo un apasionado “político de raza”: diputado y senador, que se enfrentó desde Sarmiento hasta con Alem.
Se vino la segunda
El segundo libro fue escrito siete años después y se llamó: “La vuelta de Martín Fierro”. En ambos libros aparecerán visiones muy distintas de la realidad, que estarán ligadas también a los cambios internos que sufrirá el mismo Hernández. Así aquel gaucho “Martín Fierro” del primer libro es rebelde, anárquico y disconforme con la sociedad que lo rodea, encarnando una fuerte protesta ante las injusticias que emanarán del sistema imperante. Es ahí donde el mismo Fierro y su amigo Cruz se sumergen en la pampa sin tener claro dónde irán por la que suponemos que Hernández no tenía pensado continuar su obra. Un reclamo social generalizado (10 ediciones del libro en ese intermedio) hizo que el legendario Fierro volviera.
En “La vuelta de Martín Fierro” aparecerá un gaucho que respetará el nuevo orden institucional y que tratará de adecuarse a las reglas del juego. Pero también, contingencias personales y políticas mellaron en Hernández, posible explicación de ese paso de un rebelde gaucho federal a un hombre mayor (y más maduro) que en tiempos de Roca vierte, por ejemplo, consejos a su hijo que seguramente en aquel primer Martín Fierro jamás hubiera brindado: “Debe trabajar el hombre / para ganarse su pan; / pues la miseria, en su afán / de perseguir de mil modos, / llama en la puerta de todos / y entra en la del haragán". O justifica el avance poblacional conquistando el desierto.
Poema gauchesco
El “Martín Fierro” representará un poema en donde el protagonista contará sus desdichas pretendiendo representar a los gauchos en las últimas décadas del siglo XIX. En su canto Martín Fierro se presentó como un payador que mostrará sus destrezas musicales y su bravura para afrontar los conflictos. También interpelará a sus oyentes a través de sus quejas procurando denunciar las injusticias padecidas, y ya en su vuelta mostrará su adecuación al sistema, pero siempre buscando una forma de oponerse a las injusticias que ha padecido.
Por qué celebrar la tradición
Es necesario e imprescindible celebrar la tradición, pero reafirmando los sesgos identificativos de cada región y provincia. Por ejemplo en Mendoza, se hace imperioso, en defensa y resguardo de la tradición provincial, resaltar a los criollos que emanan de los cuentos de Draghi Lucero o a los que nacieron de la poesía y música de Cuadros, Palorma y Tejada Gómez, más aquellos gauchos cuyanos (con aciertos y errores, pero propios de la zona, de sus pueblos y leyendas) como Guayama, Cubillos, Bairoleto, Lencinas o la Martina Chapanay; y que aún con perfiles distintos entre ellos, son referencias tradicionales insoslayables de nuestro cercano desierto arenoso en que habitamos, como además, enmarcados en un contexto donde nuestro “vecino” (mítico, geográfico o ambiental) será siempre el zonda, el granizo, la helada, los temblores, el cerro y la cordillera, Puente del Inca, “las raspaditas”, el Futre, la Pericana, la tonada, el Nuevo Cancionero Cuyano, el vino, la nieve y las acequias. Eso es tradición mendocina. Esas son las notas que pueblan nuestra tradicional “barriada” provincial. Arraigo de mujeres y hombres que se alimentaron de carbonada, carne de pichiciego, zapallos, sopa de tortugas, pasas de uvas, pataiy de algarroba, sopaipillas y membrillos, representando una tradición propia, arraigada por años pero que se proyecta, tras haber nacido al pie de Los Andes (como la Vendimia, el cogollo y el aro, Di Benedetto, Juana Vera, el Negro Ernesto Contreras, Nicolino, Carlos Alonso, el Víctor, los arrieros, el Cristo Redentor, los premios de nuestras bodegas, aceiteras y restaurantes, Marciano Cantero, Hugo Cirilo Mémoli, el calvario y la virgen de Carrodilla, “Gauchito Club”, Cangemi o la gesta emancipadora de San Martín, solo por citar ejemplos azarosos. Pero, propios). Como en paralelo serán también parte de la tradición, quienes con su particular riquísimo acervo cultural fueron paridos (un poco más lejos) en la bendita y extensa pampa húmeda, cerquita de un puerto, pero que no son puntualmente notas propias de identidad mendocina (el obelisco, la cancha de Boca, San Telmo, Tita Merello o Caminito, por ejemplo). Y eso debe de quedar claro.
En síntesis: tradición como “legado” y “tarea” que sigue batiéndose en duelo con la frivolizada costumbre de consumir estandarizaciones de modas que muchos le dicen “modernas” sin entender, ni por asomo, qué corno significan cultural e indentitariamente.


