El Independencia cumple 100: la historia del teatro más importante de Mendoza
El Teatro Independencia de Mendoza cumple 100 años. La historia de un ícono de la cultura de Mendoza.
Un siglo después de su inauguración, el Teatro Independencia se reafirma como símbolo del arte y la memoria en Mendoza.
Rodrigo D'Angelo / MDZEl 18 de noviembre de 1925 quedaba inaugurado el Teatro Independencia de Mendoza. Estaba signado a ocupar un lugar preponderante en la historia provincial hasta llegar a convertirse en un espacio indiscutido de la memoria cultural de Mendoza.
En los albores del siglo XX mendocino la búsqueda de un nuevo ámbito para el canto, la música, el teatro, las letras, la danza, las artes plásticas, la magia, el campo intelectual, y también la política, había comenzado hacía tiempo en Mendoza.
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El histórico “Teatro Municipal” inaugurado durante 1873, en la céntrica esquina de Gutiérrez y España (frente a la actual Plaza San Martín), era el más relevante hasta ese momento en la provincia. Había sido construido tras el devastador terremoto de 1861, pero ya había quedado chico. También existía por ese tiempo, el muy exclusivo “General San Martín” (1896), cuna de consagrados como Ignacio Álvarez y Pablo Beruti, aunque la nueva demanda social y cultural de esa época requería algo más amplio y adecuado a los nuevos momentos.
Aquella Mendoza del año 1925 hacía rato había dejado de ser la misma que habíamos conocido hasta tiempo atrás, donde determinadas expresiones artísticas se circunscribían solo a un ámbito reducido, necesitando imperiosamente un escenario mayor que albergara a todos. Paralelamente, el patrimonio de acceso a los eventos culturales ya no estaba exclusivamente en manos de un sector social “acomodado” y “culto”, sino que nuevas prácticas, nuevas tecnologías, nuevos usos y nuevos gustos, hicieron imperiosa la necesidad de generar un centro cultural en concordancia con la Mendoza que cursaba un cuarto del siglo XX.
Más aún, aquellos cálidos y tradicionales teatros del centro mendocino hasta ese momento, ubicados en galpones que fueron el lugar de encuentro de los colectivos migratorios, los patios de casonas tradicionales, las amplias galerías de las quintas familiares de Lunlunta o los salones de los clubes socio – deportivos que iban naciendo, habían quedado muy pequeños y signados a específicos círculos sociales. Así fue como El Odeón, el Orfeón Español, el Asturiano, el Italia Unita o el pionero Teatro Avenida, que albergaban las particulares y domésticas manifestaciones artísticas de ese tiempo, junto a adelantados cines como el “Palace” (actual San Martin y Godoy Cruz) o el multifacético Cine Park (Lavale 33 de Ciudad) que matizaba películas de “cine mudo” con populares eventos de tragicómicas luchas greco – romana, le darán paso al brillo del nuevo gran escenario mendocino: “El Teatro Independencia”, que venía a concentrar la atención de propios y extraños. De criollos e inmigrantes; artistas locales y extranjeros; de mendocinos y turistas; “del populacho” y “los pitucos”.
Arriba el telón
Entrada la segunda década el siglo XX, Mendoza se proyectaba con ímpetu hacia el futuro. Todo había cambiado por aquel 1925. Ahora los modernos micro - colectivos de Mendoza movilizados por gasoil, incorporando un novedoso sistema de trasporte público de pasajeros, cambiarán abruptamente, y para siempre, la fisonomía de la ciudad mendocina que se mostraba con adelantos como en las grandes urbes del mundo y cuyo centro urbano se llenaba de grandes tiendas con perfiles europeos, como Gath y Chaves, Luminton, A La Ciudad de Roma, El Trust Joyero Relojero, The Sportsman, Casa Larraya, John A. Walker, A La Ciudad de Buenos Aires, Casa Galli, Famularo, Tienda Guarnieri, Heredia Funcional, El Guipur, Casa Muñoz, Escasany, El Gran Bazar Argentino, Alsina o Soppelsa. Mientras que la famosa “Circunvalación Norte” ya se había convertido en Avenida Las Heras, con hoteles, comercios y el gran Mercado Central.
Pero también, una usina hidroeléctrica de vanguardia en Cacheuta aumentaba las posibilidades del crecimiento productivo y económico provincial. Y así, paralelamente, Mendoza se abría al comercio y al turismo internacional con la inauguración del tren Trasandino (1910) y la apertura de Gran Hotel Termas de Cacheuta (un edificio de lujo con 152 habitaciones), más la inauguración del Hotel Puente Inca en 1925, mientras el ganadero y miembro de la Sociedad Rural Argentina, Ángel Velaz, adquiría tierras en Las Heras para dar iniciativa al emprendimiento de las Termas de Villavicencio.
La llegada de inmigrantes modificó para siempre la morfología social, cultural y económica de Mendoza. Los nuevos modos de transporte y comunicación irrumpieron vertiginosamente e hicieron de Mendoza un eslabón imprescindible entre el Atlántico y Pacífico. Nuevas empresas, industrias, bodegas, parrales, frigoríficos, bancos, escuelas, catedrales, hoteles, rutas, radios, libros, diques, canales, inversores, emprendedores, académicos, gremios, asociaciones, majestuosas galerías comerciales como el Pasaje San Martín, científicos, diarios (entre ellos el vigente Los Andes), artistas, y hasta aviones, con los tristes recuerdos de las exhibiciones acrobáticas aeronáuticas de Jorge Newbery (fallecido trágicamente cuando su avión se derrumbó ante la atónita mirada de miles de mendocino en el Parque San Martín), se conjugaban para consolidar una provincia próspera con ínfula progresista, con su justa cuota de necesario liberal y de prudente paisano tradicionalista. En medio de esa sincrética mixtura, también surgía un moderno gran teatro. Por ende, todo hacía de la tierra del sol, la nieve, el vino y el legado de la gesta sanmartiniana, una meca cultural más que tentadora.
Un nuevo paradigma surcaba Mendoza
Aquella Mendoza que para contener la actividad social y cultural había dado a luz en 1888 el Orfeón Español, en 1900 la Sociedad Suiza de Socorros Mutuos y Beneficencia, en 1901 la Sociedad Italia Unita, en 1901 la Sociedad Asistencial José Garibaldi, en 1903 la Sociedad Cristóforo Colombo, en 1905 la Sociedad Alemana Deutscher Vereim, en 1905 la Sociedad Mutual Catalana, en 1910 la Sociedad Española de San Rafael, en 1911 el Club Cosmopolita, en 1911 el Club Español, en 1913 el Círculo Valenciano, en 1914 el Centro Región Valencia, en 1914 la Sociedad Italiana, en 1915 el Club de Residentes Extranjeros, en 1915 el Centro Asturiano, la Sociedad Israelita de Damas de Beneficencia y la Sociedad Española de Alvear, en 1916 la Unión Siria, en 1917 la Sociedad Escolar Alemana y la Biblioteca de Obreros Israelita, en 1918 la Asociación Patriótica Española y la Sociedad Italia Nueva, más cientos de clubes deportivos y colegios públicos que culturalizarán a los hijos de aquellos criollos e inmigrantes, sin miramientos de banderas, colores o sectores, y donde todos los mundos convergían en el patio de una escuela, inauguraba una nuevo centro cultural para Mendoza y el país.
Indudablemente que tal transformación, fue acompañada por radicales cambios políticos que manifestaron una renovada manera de generar y concentrar el poder. Con aciertos y con errores, pero como en toda gran obra de teatro, proclive a cambios y continuidades, que siempre acarreaba el genético desafío propio del mendocino por superar adversidades, y sin miedo a construir sobre la arena, el desierto y la piedra. Levantándose de un terremoto. Pensando a la cordillera como puente, nutriente de energía, y no como barrera. Transformando lo desértico salitroso en oasis productivos. Cambiando la cara de aquella aldea de barro y caña por una moderna ciudad cosmopolita. Fue entonces, que para resaltar su belleza en medio de esa “ciudad – bosque” crecía un Teatro. “El Independencia”.
La política al escenario
Entre 1917 y 1919, el clima de protesta obrera alcanzó su punto álgido, y ganó las calles. El clima de época, prometía la regeneración política e institucional, mientras los gobiernos de la Unión Cívica Radical que surgían en las provincias, representaban lo nuevo. Hasta ahí se habían corrido aquellos hijos de inmigrantes. En la provincia de Mendoza, el final del conservadorismo llegaría en las elecciones de enero de 1918, que consagraron a José Néstor Lencinas para ocupar el cargo de gobernador venciendo a la estructura liberal – conservadora encabezada por Emilio Civit.
“El Lencinismo” reemplazó al régimen conservador como parte del avance de la Unión Cívica Radical conducida por Hipólito Yrigoyen. Así fue como los Lencinas desde el comienzo se volcaron hacia los sectores populares y los trabajadores, a quienes buscaron proteger con diversas leyes que mejoraban sus ingresos y condiciones laborales. En Mendoza, el triunfo del “lencinismo” consagrará un nuevo modelo político.
La cultura como política de Estado
En medio de esa situación socio – política nacerá el Teatro Independencia. Surgió de un proyecto del gobierno provincial de Carlos Washington Lencinas (“el Gauchito”) durante 1922, para desarrollar un corredor turístico sobre Plaza Independencia, que además contemplaba la inauguración del lujoso Plaza Hotel y un Casino Provincial, en la manzana donde había funcionado la vieja Penitenciaría de Mendoza y por ese momento era ocupada por el Cuartel General de Bomberos. Todo esto se sumaría a complementar un verdadero plan de desarrollo económico, turístico, gastronómico, vitivinícola y cultural que daría un relevante valor agregado a la provincia, que ya contaba con vinos y aceites que ganaban premios en el mundo, un tren que llegaba a Chile, esplendorosos hoteles con aguas termales de alta montaña que hospedaban a renombraros personajes de la alta alcurnia de la aristocracia europea y desde 1914 además, el mayor monumento en el mundo que recuerde la acción libertadora de San Martín, la colosal obra arquitectónica del Cerro de la Gloria.
Así Mendoza se convertirá en el destino de emprendedores e inversores que triunfaban en el mundo y venían a hacer negocios a Mendoza y conocer sus bondades.
En ese contexto nació el Teatro Independencia. “EL SOL DE 1925 VIENE ASOMANDO”. Mendoza lo necesitaba y una vez más, el pragmatismo típico del mendocino, aún en gobiernos a los cuales se los identificaba con la chusma, la alpargata, “el populacho” y los peones, lo hicieron posible. Y ahí no hubo discusión. Conservadores, radicales, socialistas, anarquistas, liberales, lencinistas, comunistas, reformistas, ateos, católicos, laicos, geniales artistas, académicos, gremialistas, periodistas, trovadores populares, maestros, obreros, los pibes de la escuela de mi pueblo que nunca habían pisado las calles de la Ciudad de Mendoza, todos caminaron al Independencia.
¿Por qué? Porque todos apostaban por la cultura, pero sobre todo porque Mendoza lo necesitaba. Y porque en Mendoza, los grandes proyectos se midieron siempre por el futuro que abrieron, y no solo por el venturoso pasado que merecidamente pueden celebrar. Y así, hoy el Independencia cumple 100 años.
Indiscutido Teatro Independencia. Él lo vio todo. Recibió a todos. Soportó todo. Voló alto como los cóndores. Abrió futuro. Legitimó trayectorias. Un pedazo gigante y glorioso de Mendoza y su historia habita y vibra entre sus paredes centenarias. Orgullo mendocino. Postal de nuestra identidad.
“El Teatro” que escuchó grandes disertantes, desde Ortega y Gasset hasta Vargas Llosas y Gorbachov; fue sede del Congreso Internacional de Filosofía de 1949; testigo del otorgamiento del Honoris Causa a Borges; espacio que cerró con una cena de gala los festejos de la primera vendimia en 1936; sala de velatorios de personalidades políticas; escenario de proclamaciones de fórmulas presidenciales; tribuna de indiscutidas voces, bailarines y actores; y mucho más.
“El Teatro”, como sinónimo de la mendocinidad, junto con la cordillera de Los Andes, el desierto, la nieve, Guanacache, Desaguadero, el Cerro de la Gloria, José de San Martin, el Huarpe, la Vendimia, fiesta y vino, la tonada, la virgen de la Carrodilla, el zonda, los temblores, las acequias, el Museo Fader, las librerías históricas y las damas mendocinas. Teatro que es Quino, Le Parc, Hilario Cuadros, Alonso, Bodoc, De Benedetto, Vázquez, Marciano. Un fantasma de leyenda, un piano robado y el Nuevo Cancionero.
“Americanto”, Mendozazo, Markama, la casa de la Orquesta Filarmónica, Bravo, Cangemi, Lamaison, Universidad Nacional de Cuyo, Flaco Suarez, Sosa, Politti, Damián Sánchez, Tormo, Rúpolo, Arnold, Ravalle. Y miles de otros, consagrados y anónimos. Nuevos telones e histórica lámpara de ensueño. Discursos, talleres, escuelas, marionetas, títeres, y hasta picadero con arena, cuando un circo lo llenó con elefantes y caballos. “Teatro” que nunca se cerró; ni aún en las noches más oscuras. Teatro que resurgió como el Ave Fénix de un incendio. Y para más, y mejor, abrazando la cultura de Mendoza, tenía que llamarse Independencia.
(Extracto del libro conmemorativo sobre el centenario del Teatro Independencia que escribimos junto a Patricia Slukich, con el patrocinio de la Subsecretaria de Cultura de Mendoza, y que muy pronto estará entre ustedes).




