Constelaciones familiares: "El trauma familiar se transmite de generación en generación si no se procesa"
En diálogo con MDZ, la médica y psicoterapeuta Verónica Molina explica y describe qué son las constelaciones familiares, el rol del trauma y a quién acudir.

La médica y psicoterapeuta Verónica Molina, presidenta de la Fundación de Constelaciones Familiares y Sistémicas en Argentina, explicó en diálogo exclusivo con MDZ cómo esta herramienta permite abordar el sufrimiento humano, iluminar traumas heredados y transformar la forma en que nos vinculamos.
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Qué son las constelaciones y cómo se viven
Para Molina, definir una constelación no es sencillo porque más que un concepto, es una experiencia. “Se trata de un espacio que nos permite mirar de otra manera el sufrimiento humano, que muchas veces tiene raíces en las historias familiares. Es un dispositivo para entrar en contacto con dinámicas inconscientes que operan en nuestra vida sin que lo sepamos. Y cuando las hacemos conscientes, aparece la posibilidad de hacer algo distinto con ellas”, explicó.
El método, creado por Bert Hellinger, se desarrolló en los últimos 40 años y hoy cuenta con múltiples formatos. En los grupales, un participante plantea un tema y el facilitador elige representantes entre los presentes para que encarnen a padres, hijos, síntomas o situaciones.
“Se genera una imagen, una especie de escultura familiar que refleja dinámicas ocultas. Incluso quienes solo participan como representantes suelen verse reflejados y llevarse aprendizajes sobre sus propias historias”, destacó.
En el ámbito individual, en cambio, se utilizan técnicas como el tablero familiar, objetos, sillas o visualizaciones provenientes de la Gestalt y la PNL. “La idea es la misma: poder dar forma a lo invisible y abrir una puerta para trabajarlo”, resumió Molina.
El rol del facilitador y los cuidados necesarios
El papel del facilitador es clave: acompaña, guía el proceso y sostiene al grupo.
“Es quien entrevista al consultante, define los representantes y conduce la dinámica. Pero también debe estar atento a los límites de su formación y saber cuándo derivar. Trabajamos con la salud mental de las personas, por eso es una gran responsabilidad”, remarcó.
Molina aclaró que no todos los consultantes están en condiciones de constelar en un taller grupal. “Yo implementé entrevistas previas para evaluar cada caso, porque hay situaciones de vulnerabilidad donde puede ser contraproducente. En esos casos recomiendo un trabajo individual más cuidado. El compromiso ético del facilitador es fundamental: la formación continua y la capacidad de reconocer hasta dónde llega su rol son parte de la buena práctica”.
Trauma, herencias familiares y patrones repetidos
Uno de los aportes centrales de las constelaciones es su capacidad de poner en evidencia el trauma y sus huellas transgeneracionales.
“No hablamos solo de grandes tragedias. Un divorcio conflictivo, secretos familiares, pérdidas tempranas o el maltrato también dejan marcas que se transmiten y que muchas veces explican por qué repetimos patrones en nuestras relaciones o elecciones”, detalló.
Molina ejemplificó con los casos de hijos de separaciones difíciles que, al formar pareja, repiten dinámicas de abandono o vínculos con personas no disponibles. En la constelación se conectan escenas: el dolor infantil por no poder acceder a ambos padres y la dificultad actual para sostener una relación sana se vinculan y, al traerlo a la conciencia, la persona puede procesar esa experiencia y abrir nuevas posibilidades, explicó la médica especializada en terapia de familia.
También aparecen historias de generaciones anteriores, como abuelos que vivieron guerras, madres en duelo por hijos perdidos, padres criados en la pobreza.
“No se trata de cambiar el pasado, sino de abrir un mapa que nos ayude a comprender y dar recursos al consultante. Cada uno hace su propio proceso; nadie puede sanar por toda la familia", sostuvo la presidenta de la Fundación Constelaciones Familiares, "a veces también surgen identificaciones con colectivos, como mujeres que cargan el enojo histórico frente al patriarcado o descendientes de quienes sufrieron hambre o persecuciones".
"El dolor no dicho de la familia circula en silencio y se transmite sin que lo sepamos”, reflexionó.
El amor que sostiene todo
Después de décadas de experiencia, lo que más conmueve a Molina en cada sesión es descubrir que, incluso en medio del dolor, siempre hay amor.
“Me sorprende una y otra vez la fuerza de unión que existe en los sistemas familiares, incluso con ancestros que nunca conocimos", afirmó con una sonrisa.
La especialista aseguró que detrás de cada síntoma hay un sentido vital y amoroso, y que estos no aparecen por casualidad ni para generarnos malestar, sino como una forma de sostener la vida.
"Cuando logramos verlo, muchas personas sienten alivio, encuentran fortaleza o resignifican su historia. Eso es lo que hace que siga en este camino”, concluyó.