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Cómo fue la expedición mendocina que encontró a la momia del Aconcagua

Los andinistas mendocinos que encontraron la momia del Aconcagua recuerdan cómo fue aquella expedición que cambió para siempre la historia de Mendoza.

En 1985, un grupo mendocino halló en el Aconcagua la momia de un niño inca. Cuarenta años después, los hermanos Pierobon reviven la historia que marcó a la montaña.

En 1985, un grupo mendocino halló en el Aconcagua la momia de un niño inca. Cuarenta años después, los hermanos Pierobon reviven la historia que marcó a la montaña.

Gentileza Fernando Pierobon

En los primeros días de enero de 1985, un grupo de andinistas mendocinos -Alberto y Franco Pizzolón, Juan Carlos y Fernando Pierobón y Gabriel Cabrera- inició una expedición especial para conmemorar los 50 años del Club Andinista Mendoza. Entre ellos estaban los hermanos Juan Carlos y Fernando Pierobon, dos jóvenes apasionados por la montaña que, sin saberlo, serían protagonistas de uno de los hallazgos arqueológicos más importantes de la historia argentina.

El grupo decidió ascender por una ruta poco transitada: el filo suroeste del Aconcagua, a través de la quebrada del Sargento Más, con apoyo logístico del Ejército. “El 6 de enero, que justo era mi cumpleaños, hicimos campamento base. Desde ahí ya subíamos con lo que teníamos encima, sin mulas”, recordó Juan Carlos en dialogo con MDZ.

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Los mendocinos que encontraron la momia del Aconcagua relatan su historia.

Los mendocinos que encontraron la momia del Aconcagua relatan su historia.

El momento del hallazgo histórico

El 8 de enero de 1985, mientras el grupo se aproximaba a la llamada Pirámide del Aconcagua, todo cambió. “Íbamos en fila, dos adelante, mi hermano en el medio y dos más atrás. Escucho que uno dice: ‘Mirá, parece pasto’. Y el otro le responde: ‘¿Cómo va a haber pasto a 5200 metros?’”, rememoró Fernando.

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A 40 años del hallazgo del niño del Aconcagua, los protagonistas repasan la expedición, el rescate y los mitos que aún rodean a la momia más alta del mundo.

A 40 años del hallazgo del niño del Aconcagua, los protagonistas repasan la expedición, el rescate y los mitos que aún rodean a la momia más alta del mundo.

A los pocos minutos, la sorpresa: entre piedras y junquillos apareció lo que parecía un fardo envuelto en telas de colores. “Uno de los muchachos creyó que era un cóndor, pero cuando me acerqué vi el cráneo. Ahí nos dimos cuenta de que era algo arqueológico”, relató Juan Carlos.

La reacción fue inmediata: no tocar nada. “Me acordé de un profesor de historia que decía: ‘Si algún día encuentran algo así, no lo alteren’. Así que tomamos unas fotos, recogimos unos huesitos y un pedacito de tela, y seguimos la travesía”, dijo Juan Carlos.

Habían encontrado el fardo funerario de un niño inca en el Aconcagua, preservada a más de 5.000 metros de altura durante siglos.

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La momia del Aconcagua: el hallazgo que cambió la historia del andinismo

La momia del Aconcagua: el hallazgo que cambió la historia del andinismo

La vuelta para buscar la momia del Aconcagua

De regreso, los andinistas decidieron informar el hallazgo a alguien de confianza. En Playa Ancha se cruzaron con el doctor Luis Fiorentini, médico de otra expedición. “Le contamos y enseguida dijo: ‘Hay que hablar con la universidad’. A los diez días ya estábamos en la reunión con los científicos”, contó Juan Carlos.

Así se organizó la expedición oficial de rescate, con participación de arqueólogos, andinistas y personal militar. Pero el ambiente estaba tenso. “Cabrera, que era militar y uno de los impulsores del grupo, se había adelantado y filtrado la noticia a la prensa antes de tiempo. Fue un golpe, porque rompía el pacto de caballeros que teníamos”, recordó Fernando con cierta amargura.

El rescate se concretó entre fines de enero y comienzos de febrero, en medio de un episodio que muchos asociaron con un hecho sobrenatural: el terremoto del 26 de enero de 1985. “Algunos decían que fue culpa de la momia. Que desde que la bajaron, no nieva más. Es parte del mito que nació después”, dijo Juan Carlos entre risas.

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El cuerpo del niño fue analizado por el equipo del profesor Juan Santiago Rene Schobinger y el arqueólogo Bárcena, de la Universidad Nacional de Cuyo. Los estudios confirmaron que se trataba de un niño de unos siete años, sacrificado en una ceremonia de capac cocha, una práctica ritual inca que ofrecía a los dioses a los niños más puros.

El hallazgo cambió la historia del andinismo y de la arqueología andina. Por primera vez se comprobaba la presencia incaica efectiva en el Aconcagua, el punto más alto del hemisferio occidental.

“Nosotros éramos deportistas, no arqueólogos. Pero sabíamos que habíamos encontrado algo que superaba cualquier cumbre”, reflexionó Fernando. “Nosotros éramos deportistas, no arqueólogos. Pero sabíamos que habíamos encontrado algo que superaba cualquier cumbre”, reflexionó Fernando.

Para Fernando Pierobon, la historia del niño del Aconcagua no terminó en 1985. Cada tanto vuelve a mirar las fotos de aquel día y siente algo difícil de explicar. Una de ellas, tomada justo después del hallazgo, muestra una figura luminosa hexagonal en el cielo.

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La vuelta en el 2000

Quince años después, los hermanos Pierobon regresaron al cerro junto a una expedición japonesa interesada en filmar el sitio original. “Era un proyecto televisivo sobre los Andes. Nos llevaron porque habíamos estado ahí. Pero la erosión había cambiado todo”. “En 1985 el glaciar estaba entero. En 2000 ya estaba destrozado. Imaginá ahora, 40 años después. Donde estaba la momia ya no queda nada”, contó Juan Carlos.

En cuanto al plan que existe desde sectores arqueológicos y comunidades originarias para concretar su devolución al sitio original, los Pierobon recalcan que: “Sería imposible devolverla al mismo lugar: el terreno no existe más. Podrán enterrarla cerca, pero ya no hay condiciones. Lo que hagan, que lo decidan los pueblos originarios y los científicos, pero con cuidado”, dijo puntualmente Juan Carlos.

El legado del hallazgo

A cuatro décadas del descubrimiento, los hermanos Pierobon siguen pensando en aquel día como un punto de inflexión, no solo para la arqueología mendocina, sino también para sus propias vidas.

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Una foto histórica de aquel momento trascendental para la historia de la provincia.

Una foto histórica de aquel momento trascendental para la historia de la provincia.

Para Fernando, la experiencia tuvo una dimensión espiritual que lo acompañó desde entonces: “Somos un espíritu con una experiencia humana y eso tiene mucho que ver con lo que es el hallazgo. Yo siempre hablo de que es el niño de las estrellas cuando hablo de la momia del Aconcagua. A mí me marcó y cuando veas ese rayo de la foto tiene que ver con el sincrodestino. Esto demuestra que el camino es la búsqueda de lo trascendente”, describió Fernando.

Juan Carlos relató su pasión por la montaña y el compromiso ético con su historia. “Desde que hice el curso en el Club Andinista, en el año 1978, estuve ligado al andinismo. Es más, estuve a punto de no ver la final del Mundial 78 y mi hermano me decía: ‘¿Qué ves vos en la montaña que te apasiona tanto? Invitame, que quiero ir yo también, que no puede ser que no vayas a ver la final del Mundial’. Desde ahí nos volvimos apasionados los dos”, dijo.

Ambos miran hacia atrás con gratitud y sin nostalgia con la certeza de haber vivido algo que los superó.