Así estaba compuesto el ajuar del Niño del Aconcagua: plumas, metales y un misterio a 5.000 metros
Un hallazgo del niño en la montaña permite leer, a través de textiles, plumas y miniaturas de metal, el sentido político y religioso de un ritual inca.
El ajuar del niño encontrado hace cuatro décadas en el Aconcagua revela parte de su historia.
culturademontania.org.arFue hallada hace cuarenta años en el Aconcagua, a más de 5.000 metros de altura. Un niño, congelado en el tiempo. El hallazgo de la momia infantil conmocionó a todos. Pero para los científicos, el verdadero tesoro, la cápsula del tiempo, eran los objetos que lo acompañaban.
Su ajuar funerario. Cuando uno oye la palabra "ajuar", piensa en oro. Y sí, había. Pero la verdadera riqueza de estos objetos es la historia que cuentan.
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El poder del imperio incaico es algo que hoy nos cuesta dimensionar. En apenas un siglo, lo que es un suspiro en la historia, lograron construir un estado que se estiraba por más de 4.000 kilómetros. Fue la última gran civilización americana antes de la conquista.
Ahora bien, ¿cómo lo hicieron tan rápido? No fue solo con la guerra. Fue tejiendo una red de mitos, ideología, alianzas, favores y, por supuesto, también con mano dura. El rastro de esa expansión quedó marcado en la tierra. Y una de esas huellas es de las más sobrecogedoras del mundo.
Manto de algodón con detalle de aves bordadas que envolvían al niño sacrificado en el Aconcagua
Un ajuar que habla de la historia del niño
Lo que más ha hablado, sin duda, son los textiles. Los incas eran tejedores maestros. Usaban un algodón finísimo y lanas de alpaca y llama de una suavidad increíble. Teñían todo con pigmentos naturales. Pero entre todas las prendas, hay una que es la gran protagonista de esta historia. Se trata de un poncho muy grande que envolvía todo el fardo. Lo increíble es que ese poncho tiene bordados motivos de aves. Y no son cóndores. Son aves que solo se encuentran en la costa. Esta fue la gran pista. Ese poncho, y muy probablemente el niño, no eran de la montaña. Habían hecho un viaje larguísimo, desde el océano Pacífico hasta la cumbre más alta.
El niño no iba vestido de cualquier manera. Iba preparado para una ceremonia de una importancia suprema. Se encontraron restos de plumas, amarillas y rojas, tejidas con una delicadeza asombrosa para formar un poncho de plumaria. Llevaba también un tocado, un penacho. Esto nos dice que su estatus era muy alto. Junto a él, estaban las piezas de metalurgia. Había pequeñas figuras de oro y de plata. Y también, de valva, que es un tipo de concha marina. Otra vez, una señal del mar. El océano, presente a miles de metros de altura, en la aridez de la montaña.
Las seis estatuillas encontradas en el enterratorio
Un mundo completo hecho en escala
Pero el detalle más conmovedor, el que realmente te transporta a ese momento ritual, son las figurillas. Esas estatuillas de oro, plata y concha no eran simples adornos. Eran réplicas en miniatura de todo el evento. Los artesanos se habían tomado el trabajo de vestir a estas pequeñas figuras. Les pusieron sus propios uncus (las camisetas andinas) y sus propios mantos diminutos.
Les colgaron bolsitas ínfimas, que seguro representaban las chuspas que usaban para llevar la hoja de coca o los porotos. Tenían hasta sus propios tocados de plumas. No lo estaban enviando solo. Le crearon un mundo entero, en escala, para que lo acompañara en ese viaje final.



