¿Cómo es vivir en una casa hecha con barro en 2025?
Una casa de adobe y otras de quincha mejorada son ejemplos de una forma de construcción que crece en estos días en Mendoza.

Familias de Mendoza cuentan cómo se vive en una casa de quincha mejorada y adobe.
Rodrigo D'Angelo / MDZ
“Vivir en una casa de barro es imposible”, “eso no resiste un sismo” y otros dichos similares suelen escucharse cuando alguien menciona al adobe o la quincha mejorada. Pero, ¿qué hay de cierto en esos prejuicios? Para responder, MDZ habló con familias que eligieron este tipo de construcciones en Mendoza y que hoy pueden contar en primera persona cómo es habitarlas.
La sorpresa es inmediata y lejos de chozas o construcciones precarias, se trata de viviendas sólidas, con cálculos estructurales aprobados y diseños modernos. Desde el confort térmico hasta la estética, quienes viven en estas casas aseguran que la experiencia cambió la forma en la que entienden la relación entre vivienda, entorno y calidad de vida.
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En lugares como San Carlos o Junín, estas casas se levantan con materiales naturales y técnicas mejoradas que combinan tradición y tecnología. Y si bien todavía arrastran miradas desconfiadas, sus dueños remarcan que la realidad es muy diferente a lo que imaginaban antes de mudarse.
Un confort que sorprende
Esteban Kraiser vive en El Cepillo, al pie de la montaña en San Carlos, en una casa mixta de adobe y quincha mejorada. Allí, las temperaturas extremas y el viento suelen poner a prueba cualquier construcción. “Cuando hace frío, adentro de la casa siempre está templado. Con una estufa a leña muy chica la calefaccionamos incluso en días de 10 grados bajo cero. Y en verano, si cerramos las cortinas, se mantiene fresca sin necesidad de aire acondicionado”, contó Esteban a MDZ.
Para Claudia Martín, que desde 2024 habita una casa de quincha mejorada en Junín, la experiencia es similar. “La diferencia se nota desde la termicidad, el mantenimiento y la vida diaria. Tengo caldera, pero la usamos muy poco. Y en verano cierro las cortinas y la temperatura es muy agradable. No necesito aire acondicionado”.
En Eugenio Bustos, Luciana Smalinsky también lo confirma, “la gente gasta mucha energía en calefaccionar o enfriar casas de cemento. En la nuestra no hay que hacer nada. Apenas entrás, la diferencia de temperatura es impresionante. Eso es mágico”.
Una casa con seguridad y resistencia
Uno de los mayores prejuicios sobre estas construcciones es la seguridad antisísmica. Esteban lo aclara con firmeza, a la hora de imaginar una casa de quincha o de adobe, “algunos piensan en la fábula de los tres chanchitos, pero en nuestro caso hay cálculos de ingeniería y un equipo profesional detrás. No se filtra agua con tormentas y en los sismos la flexibilidad de la estructura hace que no se sientan. Es tan sólida como cualquier otra vivienda”, destacó.
Luciana también lo resalta, cuando destaca que, “para mí era importante que participara un ingeniero. Eso me dio tranquilidad. La casa es antisísmica y soportó sondas fuertes sin ningún problema. Mientras afuera todo volaba, adentro era un refugio seguro”, dijo convencida de su decisión.
Claudia agrega un dato que ayuda a romper aún más prejuicios: “El municipio aprobó nuestra construcción. No es algo improvisado, sino un trabajo con arquitecta, ingeniera civil y constructores. Eso brinda respaldo”, afirmó con tranquilidad.
Costos y tiempos de obra
Además de lo ambiental y lo estético, el costo fue decisivo para estas familias. “Construir en cemento era más caro. Con tierra del mismo lote pudimos abaratar mucho y además la obra se hizo en pocos meses”, explicó Esteban.
Claudia subraya otro aspecto como el ahorro a largo plazo. “Por dentro no la pinté y afuera usamos cal. Ahí ya tenés un ahorro importante en pintura. Sumale que es luminosa y no gasta casi en electricidad ni calefacción. Es más económica en todo sentido”, destacó Claudia.
Luciana, por su parte, resalta que el precio es competitivo: “Cuesta lo mismo o menos que una construcción tradicional. Y como es más económico, pudimos hacer la casa amplia, como queríamos, sin resignar comodidad”, valoró Luciana.
Miradas y prejuicios
Más allá de la experiencia propia, los tres entrevistados coinciden en la reacción de quienes visitan sus casas. “Los vecinos se sorprenden. Piensan que va a ser una casita rara y cuando entran no lo pueden creer”, dijo Esteban.
Claudia lo vive igual, “cuando ingresan a mi casa no pueden creer que es de quincha. Les encanta. Muchos se van convencidos de que podrían vivir en una así”, contó con satisfacción.
Luciana lo resume con una anécdota que se repite. “La mayoría dice ‘¡qué fresca está!’ o ‘qué calentita, ¿tenés algo prendido?’. No entienden cómo funciona, pero todos quedan maravillados”, afirmó.
Una experiencia que se recomienda
El denominador común es que quienes viven en una casa como ésta, la recomiendan. “No encontramos contras. Es cómoda, sólida y segura. Para nosotros fue una decisión acertada”, aseguró Luciana.
Claudia también lo defiende: “Es parte de nuestra filosofía de vida. Tiene identidad y se adapta a nuestra historia. Ojalá más mendocinos se animen y dejen de lado la idea de que estas casas son para gente sin recursos”, se animó a recomendar Claudia.
Esteban, finalmente, lo plantea como un cambio cultural, “las resistencias vienen del desconocimiento. Hoy existen procesos estandarizados y profesionales capacitados. No es improvisación, es otra forma de hacer vivienda, más humana y en sintonía con el entorno”, detalló.
Según estos testimonios, vivir en una casa de quincha o adobe en Mendoza en 2025 no es un salto al vacío ni una moda pasajera, se trata de una opción real, avalada y con resultados palpables en el día a día. Sus habitantes coinciden en que el confort, la seguridad y la economía superan las expectativas iniciales.
Lejos de los prejuicios, estas viviendas muestran que es posible combinar tradición y modernidad, naturaleza y tecnología, en un modelo que gana espacio en la provincia. Lo que alguna vez sonó imposible, hoy es una realidad que sorprende a todos los que cruzan su puerta.