Argentina, entre los países más bellos pero muy lejos en el ranking de felicidad
Aunque figura entre los 15 países más lindos del planeta, Argentina no aparece ni en el top 40 de las naciones más felices, según los últimos rankings globales.

Argentina se ubica entre los primeros 15 países más bellos del mundo.
shutterstockArgentina ocupa un lugar privilegiado cuando se habla de paisajes que quitan el aliento. Desde la majestuosidad de la Patagonia hasta las selvas del norte, pasando por viñedos, montañas y costas infinitas, el país figura como uno de los más bellos del mundo.
Sin embargo, esa riqueza natural no parece traducirse en bienestar general. De hecho, no aparece siquiera entre las primeras 40 naciones más felices, según un informe internacional que analiza la calidad de vida en todo el planeta.
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La paradoja es clara. Mientras que el ranking de los países más lindos, elaborado por El índice del espectador a partir del voto de sus lectores, ubica a Argentina en el puesto 14 entre más de 190 países, el Informe Mundial sobre la Felicidad deja al país fuera del mapa de la satisfacción ciudadana. En esa lista, dominada por naciones del norte de Europa, no hay rastro argentino.
Belleza natural no alcanza
Nueva Zelanda, Italia, Canadá y Suiza encabezan la lista de los territorios más hermosos. Argentina se encuentra justo por detrás de Islandia y antes de Croacia, compartiendo el podio con destinos de gran atractivo turístico. Sin embargo, cuando se mira el otro índice, el que mide la felicidad con base en factores como el acceso a la salud, la economía, la confianza institucional y la expectativa de vida, los resultados son muy distintos.
Finlandia lidera, seguida de Dinamarca e Islandia, mientras que países latinoamericanos como México (puesto 10) y Uruguay (puesto 28) logran colarse en los primeros 40. Argentina, en cambio, no aparece. Tampoco lo hace Chile, que sí figura como uno de los países más bellos del mundo, en el puesto 12.
El contraste obliga a pensar que tener paisajes de ensueño no es garantía de bienestar colectivo. Hay algo más profundo, ligado al día a día de la población, que incide directamente en la percepción de felicidad.
Lo que dice el informe
El World Happiness Report, elaborado por Naciones Unidas junto a distintas universidades, se basa en encuestas y datos estadísticos. Evalúa seis factores principales: ingresos, libertad para tomar decisiones, apoyo social, generosidad, ausencia de corrupción y salud. El promedio de esos elementos define el nivel de satisfacción general de los habitantes.
En ese sentido, Argentina ha mostrado signos de deterioro en los últimos años. La inflación persistente, la incertidumbre económica, la desconfianza en las instituciones y las dificultades de acceso a servicios básicos afectan directamente el ánimo de los ciudadanos. Y eso, más allá de los paisajes, se nota.
El contraste con países como Canadá, Australia o Suiza es contundente. Estas naciones también figuran entre las más lindas, pero a la vez tienen políticas de bienestar que las ubican entre las más felices. Parecen haber encontrado un equilibrio entre lo estético y lo estructural.
Que un país sea atractivo visualmente no garantiza que quienes lo habitan vivan bien. Esa es una de las principales conclusiones que deja la comparación de estos dos rankings. En el caso argentino, el potencial turístico es indiscutido. Millones de personas viajan cada año para conocer el glaciar Perito Moreno, las Cataratas del Iguazú o los cerros de Salta y Jujuy. Pero el panorama cambia cuando se evalúan variables sociales.
Incluso dentro de América Latina, hay países que, con menos recursos naturales, logran una mejor calidad de vida. Costa Rica, por ejemplo, se ubica en el sexto lugar del ranking de felicidad, gracias a políticas públicas centradas en la educación, el medioambiente y la salud. Algo similar ocurre con Uruguay, que aparece en el puesto 28.
Esto no significa que Argentina no tenga con qué mejorar. Pero evidencia que, para escalar posiciones en este tipo de índices, se necesita algo más que belleza.
El desafío pendiente
La distancia entre lo que el país ofrece a los turistas y lo que experimentan sus ciudadanos sigue siendo amplia. Mientras desde afuera se admira su diversidad paisajística, desde adentro se sienten con más fuerza los problemas estructurales. Reducir esa brecha es uno de los grandes desafíos.
Tal vez el próximo paso no sea solo mostrarse como un destino increíble, sino también como un lugar donde vivir resulte cada vez más digno, justo y feliz. Porque, al fin y al cabo, no hay paisaje más valioso que el que acompaña una vida tranquila.