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Argumentar ahora da fiaca: cómo las redes cambiaron nuestra forma de opinar

Las redes sociales promovieron una comunicación rápida, pero empobrecieron el intercambio de ideas con fundamentos.
Pensar en profundidad parece cansador. ¿Qué pasó con el valor de argumentar? Foto: Pexels
Pensar en profundidad parece cansador. ¿Qué pasó con el valor de argumentar? Foto: Pexels

En un mundo donde todo pasa rápido, hasta pensar se volvió pesado. La pereza argumental es una forma moderna de desconexión con el debate: las personas ya no solo dan menos opiniones, sino que cada vez explican menos el porqué de lo que piensan.

Este fenómeno se nota especialmente en la vida cotidiana, en las redes sociales, y hasta en los vínculos más cercanos. Frases como "yo opino así y listo" se volvieron frecuentes y marcan una pérdida de profundidad en la comunicación.

La inmediatez digital redujo la profundidad de las ideas. Foto: Pexels.

En los días que corren, las plataformas digitales premian los mensajes breves y llamativos, dejando poco espacio para desarrollar ideas. Así, la lógica del meme, el sticker o la frase contundente terminó reemplazando a la argumentación.

Lo curioso es que ya ni siquiera se trata de estar de acuerdo o no con alguien: mucha gente simplemente evita discutir. O porque "no vale la pena", o porque no quiere entrar en conflictos. El resultado es un enorme empobrecimiento del diálogo público y privado.

Ejemplos actuales

En TikTok o Instagram, se multiplican los videos de “consejos exprés” que dan respuestas absolutas a situaciones complejas. Se opina sobre relaciones, emociones o salud mental en 30 segundos, sin contexto ni desarrollo, priorizando la inmediatez.

La cultura digital transformó el diálogo en frases hechas y mensajes inmediatos. Foto: Shutterstock.

En plataformas como X (ex Twitter), se observa cómo ante temas complejos (como la economía, la educación o la seguridad), los usuarios prefieren sentencias cortas, agresivas y polarizantes. Pocos se toman el tiempo de explicar el porqué de su postura, y si alguien lo hace, suele ser ignorado por el algoritmo o tachado de “denso”.

Contraste generacional

Los más jóvenes, formados en esta cultura digital, tienden a evitar conversaciones largas o confrontativas, ya sea de forma personal o en redes sociales como lo puede ser X. En cambio, generaciones anteriores valoraban y valoran aún el intercambio cara a cara, incluso cuando implica una discusión acalorada. Este contraste generacional se nota en sobremesas familiares, grupos de trabajo o incluso en el aula.

En definitiva, la sociedad de hoy transita una época donde pensar y explicar se volvió casi un lujo. La rapidez le ganó terreno a la profundidad, y eso afecta cómo nos vinculamos. Es por eso que el interrogante para intentar cambiar esto debe estar planteado en cómo podemos recuperar el valor de una buena discusión, con argumentos y respeto.