La calle Martínez de Rozas, de la tranquilidad al caos: ciclovía, cambios de destino y colectivos

La calle Martínez de Rozas ha sido históricamente sinónimo de calma en la Quinta Sección de la Ciudad de Mendoza. Pero en los últimos años, la zona ha vivido una transformación impulsada por una mayor circulación de personas, bicicletas y autos.
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El movimiento de la zona cambió, y con esto, también lo hicieron las rutinas de sus vecinos y comerciantes.
Cambios de sentido
Hace más de una década, precisamente en 2012, uno de los cambios que impactó en la vida de los vecinos de la calle Martínez de Rozas fue su cambio de sentido impulsado por el entonces intendente de Ciudad Víctor Fayad. El cambio de circulación que pasó a ser de Sur a Norte duró apenas 25 días y fue descartado por la mala aceptación de los mendocinos.
Luego, en 2022, con la construcción de la ciclovía, la intersección entre Jorge A. Calle y Bernardo Houssay dejó de ser de doble mano para convertirse únicamente en una vía de circulación con dirección de Norte a Sur como el resto de Martínez de Rozas.
Ciclovía
Otra de las modificaciones más visibles fue la ya mencionada incorporación de una ciclovía sobre Martínez de Rozas, que actualmente recorre desde la calle Mariano Moreno hacia el norte hasta la calle Houssay en la Sexta Sección, un total 10 km de ciclovía que si bien fomenta el uso de la bici y mejora la conectividad, no todos celebran su presencia: para muchos de los negocios de la calle, como una histórica ferretería de más de 80 años, ubicada entre Luzuriaga y Pueyrredón sobre Martínez de Rozas, a la cual la vía exclusiva para bicicletas le genera complicaciones para la carga y descarga de materiales pesados.
Desde el comercio aseguran que deben pedir permisos especiales a la Municipalidad para maniobras como la descarga de cemento, lo que implica trámites, costos y cortes transitorios con presencia de preventores. A eso se suma la dificultad de estacionar en una zona donde muchos clientes llegan en camionetas de gran tamaño para poder transportar los materiales. Aunque se creó un espacio para camiones, está del lado opuesto al local, lo que continúa siendo engorroso ya que obliga a cruzar con materiales pesados.
Colectivos
Por otro lado, la presencia de una parada de colectivos en la esquina de Luzuriaga y Martínez de Rozas también generó comentarios. Si bien los vecinos aclaran que los colectivos siempre pasaron por allí, hoy los horarios pico coinciden con la entrada y salida de los colegios de la zona, y eso genera una acumulación de pasajeros y autos, especialmente a las 7, al mediodía y a las 18. Además, algunos de los residentes de la cuadra ubicada entre Luzuriaga y Pueyrredón expresaron su malestar, señalando que nunca fueron consultados ni informados sobre esta modificación que modificó el día a día de sus vidas.
Lo que más molesta a los vecinos es la manera en que se decidió el cambio: afirman que nunca los convocaron a una reunión ni recibieron una notificación previa sobre la instalación de la parada.
El progreso y lo cotidiano
Lo que ocurre en Martínez de Rozas refleja una postal más amplia de la urbanización en Mendoza: calles que antes eran meramente residenciales hoy son espacios de paso, de encuentro y de movimiento constante. Adaptarse a ese nuevo ritmo no siempre es sencillo, especialmente para quienes llevan generaciones viviendo o trabajando allí.
En síntesis, urbanizar no es solo trazar ciclovías, sumar paradas o cambiar sentidos de calle. Es también mirar cómo esos cambios impactan en quienes viven y trabajan hace décadas en un mismo lugar. En la calle Martínez de Rozas, el “progreso” llegó con buenas intenciones, pero a veces sin diálogo. Lo que para unos representa comodidad y sustentabilidad, para otros es un obstáculo que altera la rutina y pone a prueba la paciencia. Adaptarse lleva tiempo, pero escuchar también es parte del desarrollo.
La transformación de zonas residenciales en espacios de tránsito no se va a frenar. Mendoza crece, y con ella, la necesidad de repensar cómo usamos cada calle. Lo que viene, quizás, sea una oportunidad: generar más canales de participación vecinal, revisar soluciones prácticas para comerciantes afectados, y diseñar una ciudad que funcione, sí, pero también que se escuche.