Conectividad en zonas remotas: el IoT y su rol fundamental
La tecnología de los satélites empleados permite que los sensores funcionen con 2 pilas AA durante años sin necesidad de alimentación local ni infraestructuras complejas.
El acceso a la conectividad sigue siendo un desafío en gran parte del mundo. Mientras que las regiones urbanas concentran la mayor parte de la infraestructura de telecomunicaciones, muchas zonas rurales y remotas siguen fuera de la digitalización. Como consecuencia, se limita la adopción de la tecnología en sectores clave de la economía y no se opta por el desarrollo sostenible.
Este escenario está empezando a cambiar con el avance de las soluciones de Internet de las Cosas (IoT). Según el informe de la consultora de telecomunicaciones OMDIA, «Satellite IoT Market Analysis», se espera que las conexiones de este tipo crezcan hasta los 29,9 millones en 2030, lo que lo convierte en un mercado en auge debido a su bajo costo y alto rendimiento.
Qué es el IoT
El Internet de las Cosas (Iot por sus cifras en inglés) hace referencia a la conexión de objetos físicos a internet a través de un software embebido. De esta manera, los objetos pueden recoger, enviar y recibir datos.
Estos pueden ser electrodomésticos, relojes, luces, cámaras, autos, sensores industriales e incluso máquinas médicas. De esta manera, por ejemplo, una heladera podría avisar que algún alimento está por vencerse, o un termostato podría regular automáticamente la temperatura.

Cómo se aplica el IoT a la conectividad
En los últimos años, se hizo mucho progreso con respecto a los satélites con tecnología IoT. El último avance con respecto a esto se realizó en enero de este año, cuando se lanzaron cuatro nanosatélites a la constelación UltraLite de Myriota, una red global diseñada para proporcionar conectividad especialmente en áreas remotas sin infraestructura de comunicación terrestre.
Los satélites fueron lanzados como parte de la misión Transporter-12 de SpaceX y, de esta forma, se amplió tanto el alcance como la capacidad de los servicios existentes de Myriota, al tiempo que permite la expansión a nuevos mercados como México, Brasil, Chile, Argentina y múltiples países de Oriente Medio.
Por otro lado, la tecnología de estos satélites permite que los sensores funcionen con 2 pilas AA durante años sin necesidad de alimentación local ni infraestructuras complejas. Con un costo total de propiedad (TCO) de las operaciones remotas hasta 50 veces inferior, las empresas pueden recibir datos valiosos al tiempo que reducen los desplazamientos para comprobar manualmente los activos, lo que hace que sus soluciones sean mucho más accesibles para su implantación a gran escala.

La aplicación de satélites en otras áreas
La expansión de la conectividad basada en satélites tiene un impacto directo en áreas clave de la economía. En la agricultura, los sensores conectados pueden controlar variables como la humedad del suelo, el riego, el clima y la supervisión del nivel de los depósitos de suministro, incluso en explotaciones situadas lejos de los centros urbanos.
En logística, la conectividad por satélite permite el seguimiento periódico de la ubicación de la carga, el estado de los vehículos y la temperatura de los contenedores. También facilita la vigilancia de flotas en regiones remotas como zonas rurales o fronterizas, el mantenimiento predictivo mediante sensores que identifican fallos o desgaste, y el seguimiento de activos móviles, incluidos remolques, buques y depósitos de combustible.
En la gestión del medio ambiente y los recursos naturales, el IoT por satélite permite la vigilancia a distancia de cuencas hidrográficas, bosques, zonas de preservación y unidades de conservación, apoyando las acciones preventivas y contribuyendo a la protección del medio ambiente. Otros sectores, como la energía, la minería y el saneamiento, que a menudo operan en zonas con una infraestructura de telecomunicaciones limitada, también se benefician directamente.
Más allá de la ampliación de la cobertura, el uso de satélites propios proporciona un mayor control sobre la infraestructura de comunicaciones y garantiza la transmisión segura de datos y eliminando la dependencia de las inestables redes terrestres. Esta estructura independiente también refuerza la resistencia operativa en zonas críticas, una demanda creciente ante fenómenos meteorológicos extremos, ciberriesgos y redes convencionales sobrecargadas.

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