Crónica de viaje XVIII: la huella de Charly García que inmortalizó al mejor país del mundo
Un grafiti con una frase de Charly en Cuenca y un ranking polémico reavivan preguntas sobre la imagen de Argentina en la región.

Desde Piura, Perú - El viernes Santo a las 8.30 llegué a la terminal de Piura, una ciudad al norte de Perú. Me recibieron taxistas con resaca y persianas metálicas cerradas. La ciudad dormía y el sol pegaba fuerte. Nuevo país: nuevo chip para tener internet en el celular, tal vez un síntoma de lo partido que está este continente a pesar de los ríos, mares, selvas y personas que se esfuerzan en unirlo. Al instante me llega una notificación. “Según un ranking internacional, Argentina es el país ‘más odiado’ de la región”. Entro al artículo y veo que se refiere a un estudio internacional que ubica a la Argentina en el puesto 24 entre los ‘más odiados’.
Tal vez, textos como el que están por leer expliquen el rechazo que cierto sector del planeta tierra le tiene a la Argentina en general y a los argentinos en particular. Aunque, después de estar más de cuatro meses dando vueltas por Latinoamérica, puedo afirmar que los que tienen una mirada negativa sobre nuestro país no lo han visitado. O al revés, la gran mayoría de los que visitaron nuestro suelo tiene una valoración muy positiva.
Antes de llegar a Piura, pasé dos noches en Cuenca, una ciudad al sur de Ecuador a 2.580 metros de altura sobre el nivel del mar. Fue el primer destino en el que no me crucé con ningún argentino, ni escuché ese acento que nos caracteriza y fascina a buena parte del mundo de habla hispana.
Sin embargo, Argentina está presente en todas partes, y si no existiera, el mundo no sería el mismo. Está en las camisetas de la Selección argentina de Messi y Maradona, que rebalsaban por las calles, la llevaban los chicos que pateaban una pelota en una esquina, los adultos que caminaban en pareja por el Centro Histórico y los vendedores que buscaban salvarse el mes. Está en bares donde suenan canciones de Andrés Calamaro o de Soda Stereo. ‘Persiana Americana’, la primera en la lista. Está en cualquier iglesia donde veneran la imagen de Francisco y rezan por su salud. Está en cualquier restaurante que se vende como “parrilla argentina”, pero que jamás va a alcanzar el punto justo del bife de chorizo.

Pero lo que más me llamó la atención, y lamento haberme ido de ese lugar sin poder reconstruir la historia, fue la pared blanca de una casa colonial, con su techo de tejas algo desprolijas, su portal alto y sus ventanas con rejas y guardapolvos. Allí estaba impresa una respuesta que Charly García le dio a Susana Giménez. “Soy romántico, no boludo”. En 1998, el músico, ya consagrado, buscaba reinventarse una vez más con la publicación de El Aguante. Para hacerle la entrevista, la conductora y su equipo fueron hasta la avenida Coronel Díaz para subir al histórico departamento de García y preguntarle.
—¿Sos romántico? —preguntó Susana.
—Sí —respondió Charly.
—¿Te gusta, por ejemplo, una comida con velas, a la luz de la luna?
—Soy romántico, no boludo — remató Charly contestó con esa frase inmortalizada, vaya uno a saber por quién y en qué contexto, en el centro histórico de Cuenca.
Cuando uno está de viaje muchas veces elige desconectar con la vida que llevaba. Trata de alejarse de esas cosas que lo conducen a lo que quiere dejar atrás. Otras veces no. Uno necesita sentir la cercanía de lo propio para no estar tan solo. Escuchar música, chatear con algún amigo o familiar son buenas autopistas para eso. Pero a esos caminos uno los elige voluntariamente. Lo más violento y efectivo es cuando esas cosas aparecen sin que uno las busque, como cuando me choqué con esa frase impresa en una pared, sin buscarla. Ni siquiera me hizo falta llamar a mi amigo Delva o Witti y hablar de Charly, repasar sus letras o alguna anécdota, como tantas veces lo hicimos en Buenos Aires. Con solo leer esa reflexión en la pared uno se teletransporta a esas canciones, a los momentos que uno compartió con esas melodías. Una montaña rusa de emociones a la que uno se sube sin darse cuenta.
Igualmente, le mandé a estos dos amigos la foto del grafiti. “Hermosos esos mensajes, la mejor frase para encontrarse. Son un mimo al alma cuando aparecen y estás viajando”, contestó Witi. Delva, como suele hacer, fue por el lado del chiste: “Increíble, qué loco que Bic esté allá”.

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