Francisco, la humildad de Dios ¿por qué a mí?
Las tentaciones nos desafían a decidirnos qué creer.
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Las palabras cumplen los hechos.
Lo que interpretamos es lo que asumimos.
¡Como recibís… pedís!
¿Es la era de La “generación adornada”?
¿la generación de los descontentos?
¿la de las demandas?
Más que como puedo ser para vos, por vos y con vos… serás como puedo ser conmigo.
¡Te acercaste tanto a mí como te acercaste a vos!
Frente al espejo sos como pedís.
La eternidad es la mayor consecuencia.
Nos estamos haciendo responsables de la eternidad…
La humildad es el porcentaje de la experiencia que nos da fe.
Es también el desahogo, el grito de Pedro al advenir asombro tras la nada, en la pesca milagrosa: “¡Aléjate de mí que soy un pecador!” (Lc 5,8).
¡Es cuando yo sé que no lo logré yo…!
Yo apenas lograba el “yo”…
“Hasta que la persona se mide con sí mismo, con los otros o con la sociedad, no tendrá nunca la idea exacta de lo que es; le falta la medida. “¡Qué acento infinito, ha escrito Kierkegaard, cae sobre el yo en el momento en el que obtiene como medida a Dios”” (R. Cantalamessa)
¿Como soy delante de vos es lo que soy?
La humildad es la biopsia.
La humildad no es sentirse menos.
Es la conciencia de que lo que hacemos es lo menos…
¡Al menos!
La humildad es el espejo que nos refleja tal cual.
Lo que nos reconcilia es el único presente.
El perdón es la trascendencia del pasado.
Los recuerdos son espejos que aún no terminamos de encontrar.
La humildad es el honor de la mirada.
¿Cuáles son las expectativas?
Retornar a sí mismos amados.
No podías ser lo que no fueron para vos…
¿Cuál es el talle de Dios en mí?
El prójimo.
Lo único que soy para vos es como sos conmigo.
* Juan Barros, energizante natural. Apto para todo público.