Pedofilia: qué pasa por la cabeza de estos salvajes criminales
Cuando aparecen noticias respecto a casos en que uno o más adultos han sido detenidos por pederastia, llaman la atención los perfiles de esos sujetos.
Puede ser una nota, o una pregunta en una entrevista o simplemente de un interlocutor: ¿Qué tiene en la cabeza? La pregunta refiere a una persona, etiológicamente la máscara que usaban los actores a través de la cual salía el sonido de su voz. En el uso actual, persona es alguien con un rol social representado con su máscara. En algunos momentos esa máscara es voluntariamente dejada de lado y en otros esa máscara que nos cubre, por alguna razón se cae ante los demás y se asoma lo que hay detrás. Así hablamos de diferentes personalidades y cuando lo que aparece es muy contradictorio con lo que la máscara representa, nos confunde, nos molesta o inclusive nos atemoriza.
Es allí donde aparece la pregunta: ¿Qué tiene en la cabeza? Ya que eso que vemos no podemos procesarlo de una manera lógica o nos parece contrario a la naturaleza propia de lo que veíamos en la máscara. En muchos casos eso que nos inquieta y hasta nos horroriza hace parte de la criminología y en esa búsqueda de sentido aparece la búsqueda ya no de una personalidad sino de los llamados perfiles: debe haber algo que en medio de la locura o de la atrocidad le de sentido y de alguna manera logremos algo de coherencia.
Esperamos un ser de características notables por lo positivas estas, o un sujeto normal, es decir “como nosotros” o quizás decididamente un monstruo. Las máscaras físicas, o de maquillaje o ambas, usadas en las formas más clásicas de teatro, el kabuki japones, o el Katakhali hindú, o el greco-romano, buscan que aun el espectador distante al escenario pudiera definir roles. El Dios benévolo era eso y el malvado también lo era. Los sátiros y los faunos en la mitología greco-romana, o los lestrigones o ciclopes que acechaban a Ulises (Odiseo), eran claramente peligrosos e identificables. En la vida real y actual esos monstruos están confundidos entre nosotros y amalgamados de tal manera que es muy habitual que sean hiperadaptados personajes notables de la comunidad, a tal punto que puede ser un docente, un clérigo notable por su piedad y compasión, un médico dedicado, un entrenador deportivo que se ocupa desde hace décadas en asistir a menores, en particular a aquellos de bajos recursos, o un político.
Mientras preparaba este escrito, leo uno escrito en 2019 relativo a una noticia similar e iniciaba diciendo que: "La noticia impacta. Un médico, pediatra, Jefe de servicio y de unos de los Hospitales de mayor prestigio en el país, es detenido. No esperamos que un médico cometa un delito, y que la justicia lo detenga, y que eventualmente si lo hace y ya genera sorpresa y rechazo, sea por una "Mala Praxis", ¿Qué pasa si la noticia nos dice que ese médico, pediatra en más, es detenido luego de una extensa investigación de meses y con información del exterior, y que es parte de un anillo de material de representación sexual de menores?”.
En ese caso era el jefe de servicio de un reconocido hospital, la causa era posesión de material de representación sexual de menores. Con el tiempo habíamos aprendido que la posesión y en particular las modalidades y cantidades de la misma implicaba una palabra más cruel y era sencillamente la de abuso, ya que esas imágenes, esa "posesión de material" implicaba otro giro en la expresión y era la de productores de contenido. Otra máscara esta vez semántica, para tapar el horror del abuso infantil filmado, fotografiado, violado una y mil veces no solo en el evento del cual el menor era víctima, sino en la repetición de esas imágenes a escala planetaria y atemporal, esto último a veces olvidado en el padecimiento de las víctimas. Es decir, para remarcarlo, esos anillos de las llamadas redes de material de representación sexual de menores están integrados por sujetos que no solo son consumidores de ese tipo de material, sino, y esto más preocupante, son productores del mismo material. En más ese “material”, no solo es para su uso perverso, sino responde a una actividad en la cual la violación del menor es una mercancía que se comercia. Un comercio lucrativo a escala planetaria.
La pregunta sobre que tiene en la cabeza busca ese "perfil criminal", que ese perfil coincida con una patología, una enfermedad psiquiátrica o una personalidad especifica. Allí las palabras psicopatía, perversión, loco se agolpan, pero en realidad en cuanto a la personalidad solo señalan lo obvio: se trata de la estructura mental de delincuentes (ya que eso son), sujetos atroces, para los cuales el padecimiento del otro y la privación del goce del otro es su goce, no es solo la falta obvia de empatía, palabra superficial y escasa de sentido en estos casos en los que es evidente que la compasión, el sufrimiento, el dolor del otro no solo no importa sino que alimenta eventualmente el único factor presente y es el goce personal, el cual no tiene ni limites ni frenos inhibitorios: solo prima la satisfacción de ese placer ante lo cual no hay otro ser que será un objeto que satisfaga eso. Solo así se puede empezar a entender la mente del sujeto que, habiendo salido él mismo de las estructuras que nos hacen humanos, o mejor seres sintientes, ve a los demás como presas útiles son para satisfacer a la menor, y más baja de las pulsiones.
Estas pulsiones no solo no merecen reproche o culpa, sin que pueden ser indicador de éxito. De éxito porque uno de los goces de este tipo de seres, es el de vestirse con su mascara de seres humanos pero no serlo, ser depredadores que buscan no solo alimentarse de sus víctimas, sino que destruirlas a una escala que puede, y usualmente lo hace, ocupar toda su existencia: La víctima nunca olvidara al violador de su infancia, eso el violador lo sabe y aumenta su sensación de poder. También incrementa su poder el ir dejando evidencias y de alguna manera que sea público su accionar. En el caso del político misionero una casa para captar menores, en el médico su mismo servicio hospitalario, etc.
Pero hay algo creería más inquietante, en todos estos casos una parte de la sociedad ha sido espectador pasivo o quizás pasivo agresivo en su inacción, ya que al caerse las máscaras conocemos una cantidad de detalles que no pudieron ser inadvertidos, y esto implicaría una cantidad importante de cómplices pasivos o quizás inclusive activos. Estos dirán invariablemente haber desconocido absolutamente esa actividad, estar increíblemente aturdidos por la sorpresa que les ocasiona…pero viendo los hechos concretos, que según dijera Russell tantas veces, es lo que cuenta: ¿Cómo puede ser eso posible, o quizás o cómo es eso siquiera creíble?
Nos inquieta la personalidad de estos monstruos que en el caso de Germán Kiczka inclusive recibía en estos días a sus familiares en la cárcel entre risas, pero nos debiéramos preguntar ante el formidable incremento del abuso infantil y de la banalización del mismo, bajo el equívoco nombre de pedofilia: ¿Qué nos pasa como sociedad?
La notebook con más de 600 imágenes de abuso, sometimiento y hasta zoofilia fue secuestrada en febrero, cayo detenido hace unos días, una semana antes había estado en la Casa Rosada en funciones políticas: definitivamente no tenía un perfil bajo: ¿Nadie sabía nada o la pregunta sobre la personalidad debe ser devuelta a la sociedad?.
* Enrique De Rosa Alabaster es psiquiatra forense médico legista MN 63.406
Presidente Asociación Argentina de Victimología
IG. @enriquederosa