El camino del té: una tradición japonesa que maravilla a los argentinos
Malena Higashi, sensei y escritora, habló sobre la centenaria práctica oriental que fascina a la cultura occidental por "el vínculo y todo lo que se genera a través de compartir ese momento".
'El camino del té', conocido en japonés como Chado, es mucho más que un simple esquema de preparación y consumo de té. Se trata de una tradición que requiere una gran cantidad de práctica, ya sea física, espiritual e incluso filosófica, pues busca cultivar la atención plena, la gratitud y la armonía. Malena Higashi es sensei y enseña en Escuela Urasenke Argentina. Lanzó recientemente 'El viento entre los pinos', libro entre el ensayo y el diario íntimo que recopila poemas y reflexiones para entender el camino del té. La autora profundizó sobre todo esto en una charla con MDZ Radio 105.5 FM.
Higashi, al intentar describir la experiencia, dijo que es "una meditación en movimiento". Esto tiene sentido, pues el Chado, camino del té, es una disciplina con una gran carga histórica que profundiza cada paso, al igual que otras disciplinas japonesas como la caligrafía o el tiro al arco. "Es como una excusa para reunirse con gente querida y preparar un té para otra persona. Pero se hace siguiendo una serie de pasos que hay que estudiar, por repetición, con mucha práctica. Está todo arreglado en la ceremonia del té, y un movimiento te lleva al siguiente movimiento. Hasta que terminas de preparar el té, lo servís al invitado, el invitado lo bebe y lo recibe con gratitud. Y lo importante de ese encuentro es el vínculo y todo lo que se genera a través de compartir ese momento", explicó.
El té que se bebe en esta práctica se llama matcha. Es verde, finamente molido después de un largo proceso de cosecha que le termina dando su tonalidad verdácea (de ahí el nombre). "Entonces la materialidad del té ya es diferente. Las tazas, por ejemplo, se llaman Chawan. Es una taza que parece un bol pequeño, no tiene asas, no se usa un plato, no se usa un juego de tazas tampoco. Asi que la forma de prepararlo ya es un poco diferente al tipo de té que estamos acostumbrados a consumir en Occidente".
El objetivo de la ceremonia puede resultar muy atractiva en los tiempos que corren: "La idea es vaciar la mente de pensamientos, concentrarnos en el presente, que es algo muy difícil de hacer. Parece simple, pero no es nada fácil estar en un espacio en silencio, observando una serie de cosas bellas que hay en la sala de té". Por ejemplo, una caligrafía (shodo, el camino de la caligrafía), que tenga algún mensaje tradicional "vinculado al budismo zen", como Ichi-go ichi-e: cada momento es único y no se vuelve a repetir.
"Se practica en silencio, no se pone música, no hay instrumentos. Hay momentos particulares en donde el diálogo está pautado, en qué momento se puede preguntar algo o en qué momento conversar. Porque justamente la idea es aquietar la mente y también escuchar los sonidos que hay alrededor de lo que está sucediendo. Por ejemplo, el agua que hierve. El hervor del agua hace un sonido particular, se ve el vapor que sale de la olla que tiene el agua caliente. Se escucha como el sonido al batir el té", comentó.
El Chado tuvo su momento de esplendor en el siglo XVI, "con este maestro que se llamó Sen no Rikyu, que fue y es hoy en día el maestro más reconocido de ceremonia de té, el que sentó las bases y los principios del té". Hay cuatro palabras que resumen el espíritu de la disciplina: la armonía, el respeto, la pureza y la tranquilidad. "Esa era una época de mucha inestabilidad política en Japón. Y un encuentro de té podía servir para lograr un poco de tranquilidad, un poco de calma en medio del caos".
Son esos momentos de calma que el Chado ofrece que son tan codiciados hoy en día. Es una disciplina que "ayuda a observar, a detenerse en las pequeñas cosas, a agradecer también esas pequeñas cosas. Eso es algo que yo cuento en el libro bastante, el cómo la práctica constante te va cambiando también la percepción, el pensamiento, la gestualidad quizás también un poco. La manera de ser", concluyó.