Educación

Abanderado en el secundario y en la facultad un fracaso: por qué pasa esto

Hay casos donde jóvenes que realizaron un secundario sobresaliente, incluso siendo abanderados, y cuando pasan a la etapa de la facultad termina fracasando en sus estudios.

Juan Manuel Ribeiro domingo, 4 de agosto de 2024 · 07:00 hs
Abanderado en el secundario y en la facultad un fracaso: por qué pasa esto
Los docentes tienen que ser especialistas en la asignatura que enseñan. Foto: MDZ

Recuerdo que en más de una oportunidad escuche decir a algún joven que egresó de la escuela secundaria, abanderado y con el mejor promedio, lo mucho que le costaba la universidad, o inclusive, el sentirse frustrado tras numerosos fracasos en los exámenes. Se preguntaba cómo era posible si en el secundario era el mejor alumno y le iba muy bien en las evaluaciones. La respuesta es relativamente sencilla: el facilismo educativo en la escuela le había hecho pensar que estudiar era fácil y no se percataba que las notas no reflejaban un buen nivel educativo. Esto podría explicar la poca perseverancia y el bajo índice de perseverancia y egreso en las universidades argentinas, inclusive en algunas privadas donde el facilismo para conservar a los alumnos/cliente es norma. 

Por otra parte, cuando se les consulta a los rectores de los secundarios acerca de las dificultades de los alumnos en la continuidad de los estudios superiores, varios se sorprenden y expresan frases como esta: “A nosotros en las pruebas estandarizadas nos va relativamente bien”. No descreo de dicha afirmación, pero los resultados de las evaluaciones tampoco deben dejarnos satisfechos, la vara con la que se hace estadística educativa en Argentina es baja y muy poco exigente. Y no pocas veces lo que mide resulta engañoso, como la falta de terminalidad de un nivel, la deserción de los alumnos o contenidos muy básicos. 

El facilismo educativo en la escuela le había hecho pensar que estudiar era fácil y no se percataba que las notas no reflejaban un buen nivel educativo.
Foto: Freepik.

Hace unas semanas un nuevo informe de Argentinos por la Educación concluía que: “en el decil más pobre, el 72% de los estudiantes aspira a seguir estudiando, sin embargo, solo el 21% de los jóvenes de 19 a 25 años lo logra. En el decil más rico el 95% aspira a estudiar, pero el 51% lo hace”. Por lo tanto, entre los más pobres solo 2 de cada 10 jóvenes continua sus estudios superiores, y en el estrato social más alto solo la mitad ingresa a la universidad. Sin embargo, la realidad es aún una peor noticia, ya que muy pocos logran concluir sus estudios, solo 1 de cada 4 ingresantes logra egresar en la educación superior y universitaria. 

La raíz de todo esto no es otra que la del facilismo educativo: ahora bien, ¿de que hablamos cuando hablamos de facilismo?. El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, define el facilismo como “la tendencia a hacer lograr algo sin mucho esfuerzo, de manera fácil y sin sacrificio”. En nuestro país el facilismo busca rebajar el nivel de exigencia en la enseñanza y en el desarrollo del currículo; facilitar la promoción con la finalidad de hacer más “inclusiva” la escuela; evitar la deserción y el desagranamiento, y “favorecer” así a los alumnos en desventaja social evitando que se caigan del sistema. Por lo tanto, se baja el nivel para incluir/contener a todos dentro de la escuela. Pero ese facilismo inclusivista, enmarcara la exclusión futura de quienes no cuentan con conocimientos mínimos ni para el mundo del trabajo ni para los estudios superiores.

El facilismo busca rebajar el nivel de exigencia en la enseñanza y en el desarrollo del currículo.
Foto: MDZ.

Entre las voces docentes más críticas escuchamos frases como: “Se aprueban y promueven alumnos sin haber aprendido; se recortan contenidos”; “se resuelve todo con un trabajito”; “se forman alumnos que saben leer automáticamente y escribir, analfabetos funcionales, no saben pensar libremente, se da todo digerido”.

Desde el lado de los alumnos, aprender es pasar de curso y para los docentes, ser buen profesor es aprobar a un porcentaje alto del grupo de alumnos. Pensemos en los actos de colación del último año de la escuela media, ¿cuantas veces se elige al profesor más exigente para la entrega de los diplomas?; ¿qué se termina reconociendo?; ¿la ley del menor esfuerzo? El desafío es grande, implica cambiar la cultura escolar. ¿Por dónde comenzar? Sin dudas, por la formación docente, esta una de las mayores preocupaciones en educación según una encuesta de la UBA sobre percepciones de la educación de este año. 

Es necesario trabajar el liderazgo pedagógico de los directivos y la formación inicial y continua de los docentes. Los docentes tienen que ser especialistas en la asignatura que enseñan, conocedores de la didácticas y metodología propia de sus áreas. Por otra parte, los directivos están llamados a ser asesores y formadores de sus propios docentes. A su vez, la misma estructura del secundario necesita ser pensada, para que los docentes puedan trabajar por áreas, en equipo y de manera interdisciplinaria, de forma de romper la fragmentación del saber y establecer relaciones entre las disciplinas que enriquezcan las redes de conocimiento de los alumnos.

Es necesario trabajar el liderazgo pedagógico de los directivos y la formación inicial y continua de los docentes. Foto: MDZ.

La compartimentación solo puede romperse cambiando la estructura organizativa de la escuela, logrando mayor tiempo de presencia de los docentes, evitando docentes “taxi” y de pocas horas que no logran crear sentido de pertenencia con una comunidad educativa. Este cambio estructural facilitaría la formación en servicio, tanto dentro y fuera de la escuela. Teniendo en cuenta, que menos de la mitad de los docentes realiza capacitaciones en forma periódica y metódica, tendientes a especializarse. Muchas veces, realizan cursos o capacitaciones de diversos temas y con poca profundidad.  

Ahora bien, estos cambios deberían constituir políticas de Estado que superen los gobiernos de turno. Los cambios en la educación requieren muchos años, por eso, Juan Carlos Tedesco veía a la educación como una urgencia a largo plazo. 

* Mag. Juan Manuel Ribeiro, especialista en educación

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