Artes tácticas: estrategias para utilizarlas
Además de las artes asociadas a la vista, al oído, al gusto y al olfato, resulta imprescindible desarrollar las artes del tacto.
Hay artes para casi todas las necesidades: las hay visuales y auditivas, y por supuesto, combinadas entre ellas, las tan difundidas artes audiovisuales. Están también las que involucran alimentos y bebidas, artes que incluyen a sommeliers y chefs, con sus métodos de disfrute utilizando el olfato y el gusto. Pero entre tantas artes, se me escapa del recuento quien se encarga de las artes del tacto.
Aunque seguramente deberían llamarse “artes táctiles” en vez de “tácticas”, pero en fin, ya que no las hay, me sentí en el derecho de ponerles el nombre que más me gustara. Así es que, a continuación, dejo a consideración de las personas encargadas de las diferentes disciplinas artísticas, mis ideas para la implementación de artes tácticas, que quien te dice, por ahí sí existen, pero es que quizá solo falta que se las clasifique como tales.
Las artes tácticas, para mí, deberían mezclar el placer que generan las demás expresiones artísticas con la utilización del tacto, pero no solo para aquellas personas que lamentablemente deban utilizarlo para suplir a otros sentidos, sino como un complemento necesario de la vista, el oído, el gusto y el olfato, a disposición para ser implementados por cualquier ser humano que se considere artista. Para iniciarse en el tema, quizá sea lo mejor tener en cercanía a esa persona con la que se disfruta habitualmente de las artes tradicionales, y ya que estamos, preferentemente inmediatamente después de haber estado haciéndose los sommeliers, que una buena degustación es de facilitar los tactos posteriores.
Se recomienda empezar por un abrazo: tacto al cien por ciento. Luego de eso, y mientras se disfruta del olor del ser deseado, quizá un ligero mordisquito y/o beso en el cuello ayude a incrementar la superficie de contacto, a la vez que se degusta al cuerpo ese que se nos ofrece; porque claro, tiene que ser de ofrecimiento la cosa, que el consentimiento es fundamental en este y en todos los ámbitos de la vida. En definitiva, que el tacto se potencia con sabores y olores que no tienen por qué ser necesariamente de cuentos de princesas, que los olores y sabores del ser deseado son, como regla general, riquísimos.
Allí, entre esas degustaciones, las manos deben desplazarse preferentemente de norte a sur, o al menos al principio, hasta que los sonidos declaren que se está en el camino indicado. La vista, por el momento (aunque no es que sea obligatoria la apreciación) se suspende; o sea, se cierran los ojos, y se disfruta de los demás sentidos, que son de tener a disposición, para ofrecernos, mucho más que lo que mínimamente les pedimos en lo cotidiano, obnubilados como solemos estar por los efímeros flashes de la vida, que nos encandilan hasta enceguecernos, evitándonos placeres artesanales que luchan por salir al exterior, desde las profundidades de nuestro propio ser.
En definitiva, se pretende que las manos recorran pieles ajenas, los dedos se entrelacen, los labios se crucen, los mordiscos leves se multipliquen y los cuerpos se aprieten, incrementando a cada segundo, a través de la implementación de las artes tácticas, la superficie de contacto entre esas (quizá) dos personas, que para esta altura de los acontecimientos ya actúan más por instinto que por aprendizajes adquiridos. Disculpen las Facultades de Artes, que tan útiles son para los demás sentidos: en las artes tácticas hay ingreso irrestricto, sin cupo, cualquiera puede aplicarlas, sin importar su sapiencia ni su pericia, que todo indicaría que bien pueden aprenderse sobre la marcha.
Las artes tácticas son difíciles de abandonar, y se recomienda, cuando ya los placeres artísticos del encuentro en cuestión hayan sido circunstancialmente saciados, culminar la jornada con una aproximación anverso-posterior de compresión moderada: o como le dicen en el barrio, terminar haciendo cucharita. Y que el sueño relaje los cuerpos, hasta que sea nuevamente el tiempo de las artes, hasta que los tactos se conviertan una vez más, y no por última vez, en esenciales para la supervivencia, aunque más no sea para ganar por ese día la batalla de la vida. Mañana… ya veremos.
* Pablo R. Gómez, escritor autopercibido.
IG: @prgmez