La huella de carbono y donde vivimos
Es el Día Mundial del Medio Ambiente y la huella de carbono representa la cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero que se emitieron a la atmósfera. Pedro Toranzo deja su mirada en MDZ.
No importa que seas "Pie Grande" o Khagendra Thapa Magar, el hombre de menos estatura del mundo, una cosa es segura: todos dejamos una huella de carbono. En un área de constante falta de consenso, seguramente podemos estar de acuerdo en que todas las actividades humanas desencadenan algún tipo y grado de impacto ambiental. El objetivo de “impacto ambiental cero”, al igual que el objetivo de neutralidad en carbono, podría no ser mucho más que una utopía inalcanzable, un horizonte cada vez más lejano.
¿Deberíamos seguir tratando de minimizar nuestra huella de carbono?
Si bien cada vez más, ideas como la huella de carbono, la eficiencia energética y los precios de la luz nos empiezan a impactar, tal vez necesitemos alejarnos y dejar que una nueva luz nos ilumine y veamos las cosas de modo distinto. En lugar de centrarnos en cómo vivimos, cuánta energía consumimos, ¿por qué no mirar dónde vivimos?. Sí, estoy hablando de tu barrio, de mi cuadra, es decir donde vivimos, eso no tengas dudas, también puede ser eficiente o no. Veamos por qué.

Está muy claro que la planificación y el desarrollo de los asentamientos urbanos son históricamente los que moldean las culturas y las economías. Miren para atrás, Roma, Cartago, Venecia, El Cairo, Bagdad, Londres, París e incluso la ciudad azteca de Tenochtitlán. Todos esos asentamientos de alta densidad se convirtieron en cunas de civilizaciones: centros comerciales y fortalezas contra los invasores extranjeros.
Es posible que no hayan tenido políticas llamadas literalmente verdes, pero basta ver cualquier ciudad del mundo antes de 1970. Lo interesante fue el hecho de que cabían cómodamente tantas personas en un único lugar. Eso se llama densidad de población, que también convive con energía y agua generalmente más baratas que en lugares con pocos habitantes, donde pocos deben pagar por la infraestructura y servicios.
Ahora, donde la suburbanización está de moda, el country como modelo de aire fresco y verde, el tema de la eficiencia y los precios comienza a golpear. Lo más seguro es afirmar que nuestras ciudades no fueron planificadas como debe ser, es decir respetando los metros cuadrados necesarios de verdaderos espacios verdes, al mismo tiempo que otros espacios como los residenciales y comerciales, y por eso la gente emigró al conurbano.

Sin duda, cuando los servicios e infraestructuras relacionados con las ciudades, como la gestión de residuos, los caminos, el transporte público y las redes eléctricas, entre otros, sean compartidos por más habitantes; los costos de estos servicios se distribuyen entre un mayor número de personas, quienes a su vez pueden permitirse más y mejores servicios.
En términos más generales, hay pruebas que indican una fuerte correlación entre el consumo total de energía de una ciudad y su densidad urbana general. Cuanto menor es la densidad, más energía se consume, lo que también se traduce en mayores emisiones de CO2. En densidades urbanas con pocos edificios como las de Estados Unidos y Australia, hay niveles de consumo de combustible mucho más altos que en ciudades de mayor densidad, como Hong Kong.
Actualmente se acepta que el crecimiento de los viajes se ha concentrado en los viajes de media distancia. Normalmente, los viajes que hace 20 años habrían tenido una longitud inferior a 5 km ahora son de 20 km o más. Muchos viajes que antes eran cortos se han extendido más allá de la distancia a pie, lo que lleva a un uso cada vez mayor del automóvil para viajes más cortos, así como para viajes clave de duración media. Por tanto, la planificación urbana puede suponer un gran impacto a favor o en contra de un estilo de vida más sostenible, desde el punto de vista económico, ecológico, tecnológico, sociológico e incluso cultural.
Si comparamos densidad de población, CABA tiene 13.680 habitantes por kilómetro cuadrado, la ciudad de Mendoza alcanza a unos 2.000, mientras que Pilar en Provincia de Buenos Aires llega a poco más de 1.000 habitantes. Otros conglomerados urbanos como Nueva York llegan a 30.000, y finalmente Manila en Filipinas supera los 40.000.
Si finalmente empezamos a pensar en el largo plazo, quizás podemos planificar mejor el tema habitacional, urbanístico, que como vemos no es inocuo, desde el punto de vista ambiental y obviamente económico.
También, ¿por qué no?. Capaz estamos felices de exigir a las empresas que sean más eficientes en materia de carbono a través de esquemas regulatorios mientras nuestra forma de vida a través de la expansión suburbana solo aumenta nuestras emisiones de carbono per cápita y de un modo totalmente ineficiente.
Me parece que más que comprar lámparas eficientes, que en si es bueno, quizás deberíamos pensar cómo vamos a vivir en el futuro, y todo dice que volveremos a centros urbanos donde volveremos a caminar para hacer las compras, ir al trabajo, o al colegio, en vez de usar el auto para tardar una hora para recorrer unos pocos kilómetros.
* Pedro J. Toranzo, es consultor y académico en Gestión de Riesgo Ambiental y Sostenibilidad. Autor del ´Manual de Gestión de Riesgo Ambiental´, publicado en edición impresa y electrónica (Amazon).

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