Por qué las familias siguen siendo fundamentales para la sociedad
Desde hace algunos años escuchamos que la familia no es importante, que la familia son los amigos o las persona que uno elige para compartir su vida. Nuevas configuraciones familiares han irrumpido en la sociedad en un intento por cumplir con las responsabilidades que implica educar a niños y adolescentes. Surge la duda, entonces, de si la familia cambió porque cambiamos los seres humanos o si -por el contrario- los seres humanos cambiamos porque los modelos familiares han cambiado.
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Se escucha decir que el ser humano ha evolucionado
¿A qué se refieren con esta “evolución”?. Las nuevas generaciones ¿ya no necesitan un padre y una madre que los eduquen y cuiden?. ¿Saben hacer uso de su libertad desde pequeños y la usan responsablemente?. ¿Tienen desarrollada su identidad sexual?. Para responder estos interrogantes debemos volver al principio de la historia y de la vida de los seres humanos. El niño nace indefenso, necesitado de cuidados materiales, pero también espirituales y emocionales. Es la creatura que necesita, durante más tiempo, el cuidado y afecto de adultos. Si bien es cierto que, cuando de alimentación y cuidados físicos se trate, cualquier persona puede cumplir estas funciones, el afecto y cariño recibido por los padres, abuelos, tíos (sean naturales o adoptivos) son tan necesarios como el alimento físico, para el pleno desarrollo personal.
También la forma de relacionarse con el mundo es aprendida en el trato con sus semejantes. El se humano es social por naturaleza, no sólo para recibir afecto, alimento y seguridad, sino también porque en su sociabilización aprende a ser pleno, se conoce y reconoce como uno igual a los de esta especie pero singular y distinto en su individualidad. En el texto "La Sociedad redescubre a la Familia", de Paola Scarinci de Del Bosco, se afirma: “En la familia se valoran las diferencias personales como una forma irremplazable de riqueza”.
La realidad nos muestra cada vez con más crudeza la necesidad de fortalecer a las familias para que puedan cumplir con su tarea en el desarrollo de los hijos, donde padre y madre (con sus diferencias) ayuden a los hijos a definir su identidad con claridad y vocación. En el mismo texto leemos: “Una reflexión más realista , con la mirada puesta en las necesidades más permanentes de las personas y con la evidencia de los desórdenes que la ausencia de familia producen en primer lugar en niños y jóvenes, …, ha dado como resultado una renovada valoración de la función social de la familia”.
Pensar al ser humano como individuo sin necesidad de otro es un desvarío
Los seres humanos se plenifican y descubren mirándose en el otro. Encuentra el valor de la libertad plena cuando es capaz de orientar su naturaleza al logro de metas trascendentes y en el servicio a los demás. Y el primer lugar donde la persona se desenvuelve es en la familia. La familia, más allá de cuál sea el tipo de configuración que presente, sigue siendo el ámbito favorable para el desarrollo pleno de la persona, donde se aprenden las virtudes y valores que guíen su obrar, a ser y estar en el mundo como varón o mujer, y el respeto por el otro y sus diferencias.
Los profesionales de la Orientación Familiar están capacitados y tienen una profunda vocación de servicio para acompañar a las familias en los momentos difíciles que atraviesan, cuándo surgen crisis, dudas, conflictos con los hijos; allí están para ayudar a los adultos a encontrar las fortalezas y oportunidades que cada familia tiene.
Hoy, como hace miles de años, la familia sigue siendo el ámbito insustituible donde el hombre aprende a ser hombre.
* Luciana Mazzei. Profesora de la licenciatura en Orientación Familiar de la Universidad Austral.
