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Diez notas sobre la vida de la maestra que Sarmiento admiró

En consonancia con el presente debate educativo. A 149 años de su fallecimiento, quién fue Juana Manso.

Gustavo Capone
Gustavo Capone domingo, 28 de abril de 2024 · 04:51 hs
Diez notas sobre la vida de la maestra que Sarmiento admiró
La maestra admirada por Sarmiento Foto: Archivo MDZ

Juana Paula Manso nació el 26 de junio de 1819 en el histórico barrio porteño de Monserrat, cuna de la patria, que durante un tiempo también fue conocido como “barrio El Tambor” o “barrio del Mondongo”, por la cantidad de esclavos afrodescendiente que habitaban la zona. Su padre fue un andaluz, oriundo de Málaga, que llegó al país en 1789: José María Manso; ingeniero, agrimensor y profesor de matemáticas, con activa participación en la gesta de mayo de 1810 apoyando al bando revolucionario. Su madre: Teodora Martínez Cuenca. Porteña, hermana del destacado militar que peleó bajo las órdenes de Belgrano y San Martín: Luciano Cuenca.

Una curiosidad; el casamiento de los padres de Juana arrancó con una prohibición. Una mujer nacida en territorio argentino no podía casarse con un español. Ordenanza que estuvo vigente entre 1817 y 1821.

Se crio en un hogar culto. Su padre se definía como un humanista y liberal. Dicen las crónicas que Juana aprendió a leer sola; que se aburría en su casa; que garabateaba los libros de su papá. Eran tiempos en que “los ricos solamente sabían leer y las familias cuidaban celosamente de ocultar el alfabeto a las niñas para evitar que más adelante se entendieran a través de la correspondencia con los novios”. (Víctor Mercante).

Fue su padre, harto de las travesuras de Juana y de la insistente (“¡molesta!”) curiosidad de la niña por conocerlo todo, quien la inscribió en la histórica Escuela de Monserrat creada por la Sociedad de Damas de Beneficencia.

Será José María Manso un pilar fundamental en la formación de Juana. Desde niña lo acompañó a tertulias y conciertos. Fue testigo de debates virulentos que concluyeron en duelos y muertes. Por la actividad de agrimensor de Manso, ella también conoció lugares y personajes típicos de la campaña bonaerense; impresiones y semblanzas que luego volcará en sus libros. En sus escritos confesó que cuando niñita le encantaba recitar poemas y odas patrióticas para los amigos del padre, “todo por ese codiciado chocolate en el café De La Victoria cuando el dueño era Munilla”.  (“Guerras civiles del Río de la Plata” – 1867).

A los 14 años ya sabía idiomas (francés, italiano, inglés). Escribía poemas. Estudió canto con Antonio Picazarri y piano con Pedro Esnaola (quien realizó los definitivos arreglos musicales del himno nacional).  De su puño y letra: “Hice mis primeras armas en la literatura con dos traducciones del francés; una á los 13 y otra á los 14 años. Mi padre las hizo imprimir á su costa. Primero, El Egoismo y la Amistad. Luego Mavrogenia ó la Heroína de la Grecia”. (“Carta a Sarmiento” – 1868).

Exilio e inspiración

Con la asunción de Juan Manuel de Rosas al gobierno de Buenos Aires, su padre debió exiliarse en Montevideo. Su casa será confiscada y rematada. Un derrotero lleno de persecuciones hará que ella también deba abandonar Buenos Aires partiendo a Uruguay. En su exilio publicó: Recuerdos de la infancia, El Rosario, La mujer poeta, El ciprés, A la muerte de la Srta. Mercedes Antuña, A la muerte del joven poeta Adolfo Berro y Un preludio de dolor.

Juan Manuel de Rosas

En 1841 inauguró el “Ateneo de Señoritas” en su propia casa de Montevideo. Pero la persecución rosista se extenderá a Montevideo, debiendo partir toda su familia a Brasil.

En Brasil durante 1844 conoció a su marido, el violinista portugués Francisco de Saá Norohna. Juntos viajarán a Estados Unidos y Cuba. En esta etapa de su vida reafirmará su posición política liberal y empezará su lucha por la igualdad de oportunidades para las mujeres. De regreso a Brasil publicó “Diario de Señoritas”. En su primera página fue contundente: "Todos mis esfuerzos serán consagrados á la ilustración de mis compatriotas, y tenderán a un único propósito: emanciparlas de las preocupaciones torpes y añejas que les prohibían hasta hoy hacer uso de su inteligencia, enajenado su libertad y hasta su conciencia á autoridades arbitrarias en oposición a la naturaleza misma de las cosas. Quiero, y he de probar que la inteligencia de la mujer, lejos de ser un absurdo, o un defecto, un crimen, o un desatino, es su mejor adorno, es la verdadera fuente de su virtud y de la felicidad doméstica porque Dios no es contradictorio en sus obras, y cuando formó el alma humana, no distinguió sexo y la hizo igual en su esencia, y la adornó de facultades idénticas”.

Francisco de Saá Norohna

La adhesión a su prédica contaba cada vez con más adhesiones. Se involucrará de lleno en temas educativos. Comenzará su tarea como dramaturga. Participará en varias publicaciones de revistas y creará escuelas. Solicitada conferencista. Convertida en una referente americana de la lucha a favor de los derechos de la mujer, agregará a su discurso un fuerte sesgo anti – esclavista, anti – xenofóbico y de defensa a la discriminación indígena.  

La reconstrucción después del dolor

Un doble duro golpe afrontará su vida: muere su padre y su marido la abandona, partiendo a Portugal con su amante. Una luz asomará en su horizonte; la caída de Rosas (1852) motivará su vuelta a Buenos Aires. Había sido madre de dos niñas: Eulalia y Herminia.

En 1859 su amigo José Mármol le presentará a Domingo Faustino Sarmiento, quien ocupaba el cargo de Director del Departamento de Educación de Buenos Aires. Gracias a la fuerte conexión que entablaron, comenzaron a trabajar en conjunto, principalmente a través de la instalación de escuelas mixtas, que en aquel entonces eran consideradas “un caldo de cultivo pecaminoso”.

Domingo Faustino Sarmiento

“Juana, la Loca”, le decían sus adversarios. En mensajes anónimos la trataban de subversiva, cayendo siempre en el mediocre lugar común de descalificarla cobardemente, tratándola de lesbiana; como si esos comentarios fueran a detenerla. Semejantes argumentos nunca empañaron su convicción y mucho menos influyeron en Sarmiento. El sanjuanino confió tanto en su capacidad que la dejó a cargo de su revista “Anales de Educación Común”, propulsor de la educación popular.  

"La Manso fue el único Hombre (expuesto como género humano) entre los 3 o 4 millones de habitantes de Chile y Argentina que comprendió mi obra en educación. Pero parece que una mujer pensadora es un escándalo para esta sociedad". Son palabras de Sarmiento. "Inútil es decir a lo hombres: sois libres sino se les enseña a serlo". Fueron palabras de Manso, retrucando a los conservadores y ponderando el rol de la educación.  

Con Sarmiento, Juana compartió su visión de la educación como vehículo de la alfabetización y la necesidad que llegara a toda la población. El mismo creador de “Facundo” la nombró Directora de la Escuela Normal Mixta N°1 (primera escuela en que ambos sexos compartían las aulas). Durante los seis años que dirigió la institución desarrolló planes y programas de vanguardia: implementó recreos, educación física, música, baile y enseñanza de inglés y francés. Eliminó los castigos físicos e incorporó la enseñanza moral no dogmática (laica, y no religiosa), algo que hubiese sido impensable hasta ese momento.

Coincidieron con Sarmiento en la imperiosa creación de jardines de infantes, la profesionalización de la tarea docente y la difusión de las ideas republicanas. También promovió un fuerte impulso a las bibliotecas escolares y barriales, fundando más de 30. De su propia autoría generó libros para la enseñanza de historia, literatura y música para ser ocupados en las escuelas primarias. Fue una pionera impulsora del teatro como herramienta pedagógica. Ella era también actriz.

Un cargo que la consagró

Nicolás Avellaneda (en ese momento, ministro de Educación de Sarmiento) la nombró en 1871 miembro de la Comisión Nacional de Escuelas, siendo la primera mujer que ocupó ese cargo. Desde ese lugar propuso la creación de comisiones vecinales para la atención de chicos indigentes, surtiéndolos de alimentos, ropas y libros. También estimuló por primera vez la realización de concursos para directivos. 

Hacia 1874 envió a la Legislatura de Buenos Aires un pionero proyecto de Ley Orgánica de la Enseñanza Común, en la que solicitó el profesionalismo de la docencia, sueldos adecuados, vacaciones y excepciones para las embarazadas.

Juana Manso falleció el 24 de abril de 1875 en su casa de Belgrano. Tenía 55 años. Padecía de hidropesía. Sarmiento la defendió, estimuló, promovió y reconoció constantemente. Fue su amigo. Hasta el día de su muerte, Sarmiento la admiró. Eran tiempos en que Manso y Sarmiento caminaban juntos. La historia lo demostró. Tiempos, sin discursos mentirosos, ni mezquinas grietas, ni intereses sectoriales sesgados. Tiempos cuando de educación se discutía en serio. En ese entonces, sí: la educación era prioridad. Mientras que en el presente solo los imbéciles discuten si Sarmiento o Manso pertenecieron a un sector u otro. Caminaron juntos, porque lo importante para ellos era la Patria, los ciudadanos y la educación. He ahí, en ambos luchando juntos, otra buena lección de la historia.  

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