En Télam no somos todos iguales
La decisión de clausurar definitivamente la agencia de noticias estatal genera el rechazo y la indignación de los periodistas que no militaron la causa kirchnerista que Milei utiliza como argumento.
Entré en Télam el 2 de enero de 2001, justo un año antes del final del gobierno de Fernando de la Rúa. Final que cubrí en la calle y en la redacción.
Cuando ingresé, y antes de ubicarme en una sección, el secretario de redacción de entonces me tomó un test de aptitud. Me vieron bien y entré en la sección Política. Me pidieron que siguiera la interna del peronismo. Un mundo desconocido que fui desentramando de a poco. Nunca me preguntaron mi ideología y estuve atado a ese tema fascinante durante cinco años.
En 2005 pedí el pase al Congreso y me instalé en la Cámara de Senadores. Pueden dar fe de mi independencia, imparcialidad y capacidad de trabajo todos los legisladores que pasaron desde entonces.
Encontré en la agencia la estabilidad laboral y económica que me faltaron en todos los medios en los que había trabajado hasta entonces. Junto con mis compañeros del Congreso, recibí tres veces el Premio Parlamentario a la mejor cobertura.
Nunca milité y siempre traté con respeto y la distancia adecuada a mis entrevistados. Por ello, por no haber militado, es que la agencia, desde 2007, nunca me dio un aumento de escalafón. Sigo siendo Redactor Especial.
Mientras, al lado mío veía cómo militantes y entenados iban escalando a medida que se cimentaba su fe ciega en la conducción política del país.
Recién en 2019 obtuve un reconocimiento por mis extensas jornadas cubriendo sesiones en el Congreso (mi horario arrancaba a las tres de la tarde pero no tenía final). Durante la discusión de la Resolución 125, por ejemplo, continué hasta las 10 de la mañana del otro día. Las autoridades decidieron otorgar, tanto a mí como a mis compañeros del Congreso, un plus por la extensión de la jornada laboral.
Pero, la administración que tomó la agencia desde diciembre de 2019 decidió quitarlo. Lo hizo a pedido de los sindicatos. Ninguno de nosotros “militaba”. Éramos “muy independientes”, como le dijo un exdirector de la agencia a una compañera de trabajo.
Ahora, el gobierno actual hace tabla rasa y nos decapita a todos: a los que militaban y nos pedían que ocultáramos a la oposición o que no escribiéramos lo que veíamos en los pasillos del Congreso a menos que hubiera “información oficial”; y a los que sufríamos esa censura y la discriminación laboral y económica.
Nos piden reconvertirnos. ¿En qué? Siempre trabajé con capacidad demostrada, respeto y oficio. ¿A los 51 años?
Yo no estoy en falta. Y me niego a ser víctima, incluso, de los que repiten como un mantra: “Son todos iguales”.
Diego M. Guglielmone es acreditado de la agencia en el Congreso de la Nación