La obra de José Fioravanti y Federico Manuel Peralta Ramos en los 150 años de Mar del Plata
Seguimos con los homenajes desde el arte en el aniversario de Mar del Plata con nuestro columnista de arte, Carlos María Pinasco.
Para cerrar la celebración de los ciento cincuenta años de Mar del Plata recordamos hoy a dos impostores geniales. Al primero se le atribuyó una escultura que es el símbolo máximo de la ciudad pese a la esculpió otro y la obra cumbre del segundo, el tartaranieto de fundador, fue él mismo.
Los lobos marinos y José Fioravanti
Fioravanti nació en Buenos Aires en 1896. Inició su formación en talleres de escultura de Buenos Aires. En 1919 obtuvo su primer premio en el Salón Nacional. Viajó a Europa en 1924, donde expuso en el Museo de Arte Moderno de Madrid; y dos años después en el Salón de Arte Moderno de París. En 1927 regresó pero retornó a Europa en 1929, para instalarse en París.
Fue profesor de talla directa de la Escuela Superior de Bellas Artes "Ernesto de la Cárcova" y miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes.
Es autor del monumento a Martínez de Hoz emplazado en la Rural de Palermo (1927). En 1929 el presidente Alvear le encarga dos bajorrelieves para la casa rosada y en 1935 realiza el monumento a Nicolás Avellaneda de los bosques de Palermo. Mas tarde, junto con Alfredo Bigatti, haría el Monumento a la Bandera de Rosario. Pero antes (a principios de la década del cuarenta) se le encomienda una obra monumental para la Rambla de la ciudad cuyo aniversario estamos celebrando.
Descartando alegorías y simbolismos, Fioravanti recurre a los orígenes y concibe dos obras que remiten a las loberas, primera actividad productiva de estas costas.
Más aún, renuncia al mármol, el material que solía utilizar: los lobos serán tallados en piedra “Mar del Plata”. Pero no los hace él. Quien fue el ejecutor de los famosos lobos es un escultor esloveno llamado Janez Anton Gruden que en una cantera de Chapadmalal los hace realidad.
Más tarde Marta Minujin, apropiándose de los lobos de la Rambla, instalará el suyo (hecho con envoltorios de los famosos alfajores) en el MAR, el Museo de Arte Contemporáneo de la ciudad inaugurado e 2013 y el Fondo Nacional de las Artes le dedica una muestra a Fioravanti en la casa de Victoria Ocampo de Palermo Chico de CABA.
Federico Manuel Peralta Ramos
Cerramos esta breve (y subjetiva) recorrida por el arte marplatense en sus primeros ciento cincuenta años, con el tartaranieto del fundador de la ciudad. El entrañable Federico, indudablemente el máximo exponente del dadaísmo entre nosotros nació, como no podía ser de otra forma, en Mar del Plata, en el verano de 1939.
Familia de alcurnia, (la madre era Adela González Balcarce Bengolea) estudió en el Cardenal Newman e hizo un breve pasaje por la Facultad de Arquitectura. También breve fue su experiencia en el estudio de arquitectura que su padre había fundado con Sánchez Elía. En la década del sesenta se vinculó con el Instituto Di Tella que en 1965 le otorga el Gran Premio por el “Huevo Gigante” cuya réplica esta ahora instalada en Plaza San Martín.
También cantaba, pintaba y escribía. Lo dejó testimoniado en palabras: “Pinté sin saber pintar, escribí sin saber escribir, canté sin saber cantar. La torpeza repetida se transforma en mi estilo”. En 1967 compró un toro premiado en la Exposición Rural de Palermo para exponerlo como objeto de arte. Estuvo internado en un hospital neuropsiquiátrico donde organizó el festival del mate cocido con todos los pacientes.
En 1968 ganó la Beca Guggenheim y utilizó el premio en un banquete para sus amigos en el Hotel Alvear que llamó La última cena. Cuando la entidad se enteró pidió que se le devolviera el monto y el artista respondió con una carta al director de la Fundación: "ustedes me dieron esa plata para que yo hiciera una obra de arte, y mi obra de arte fue esa cena. Leonardo pinto la Última Cena, yo la organicé".
El gran público lo conoció en la década del setenta por su participación en el programa televisivo de Tato Bores. Su actuación desopilante despertaba el cariño de todos.
Tuve el privilegio de conocerlo a través de Rafael Squirru. Se tenían un respeto y admiración mutua a la que rápidamente quedé asociado.
* Carlos María Pinasco es consultor de arte.
carlosmpinasco@gmail.com