El íntimo secreto de Racing para ganar la Copa Sudamericana
La relación con el cuerpo técnico es reflejo de una estructura sólida y unificada. Y la hinchada, actúa como un vínculo invisible que conecta a cada jugador con su más profundo sentido de pertenencia.
Además del trabajo físico, los entrenamientos y la preparación que todos los deportistas de alto rendimiento atraviesan día a día, Racing contó durante todo el torneo con un secreto que lo llevó a alcanzar La Gran Conquista de la Copa Sudamericana el 23 de noviembre en Asunción, Paraguay.
Después de más de 30 años Racing pudo volver a gritar: “¡Campeón!”. Un grito de desahogo que unió a ancianos y jóvenes, padres e hijos, amigos y desconocidos. Todos juntos, por el gran objetivo. La Academia logró consagrarse como ganadora de un torneo internacional fruto del esfuerzo, trabajo y confianza de jugadores, cuerpo técnico e hinchas. Es que todos unidos, aferrados a algo más allá de la lógica y la razón, lograron llegar a la meta.
Digo algo más allá, porque si hay algo que hubo en este Racing campeón fue unión y comunión de todos los que formaron parte. Tanto los jugadores, como el cuerpo técnico y hasta el mismo community manager de la cuenta oficial del club hicieron eco de este logro a Dios, cualquiera sea la concepción que tengan del mismo, como gran artífice de la hazaña.
Gustavo Costas no solo es el técnico del Campeón, es también un hincha de a pie que supo estar en todas las malas y feas que le tocaron a Racing. Pero en este torneo, fue un reflejo palpable de la fe inquebrantable que tenía en sus jugadores y en aquello que lo sostiene, más allá de la razón. En cada partido, en cada momento crucial, Costas no solo confiaba en sus tácticas, sino que también buscaba la protección y guía de Dios. Con un rosario siempre a la vista y escapularios que besaba antes de cada encuentro, mostró que la fe no es algo distante, sino algo que se lleva en el corazón, algo que te acompaña en cada paso.
En un deporte tan impredecible como el fútbol, donde un gol puede cambiar el destino de una temporada, Racing demostró que la verdadera fuerza interna, esa que nace de la convicción de equipo y de una mentalidad positiva, fue fundamental para alcanzar la consagración continental. Desde el comienzo del torneo, se vivió una montaña rusa de emociones, y la victoria en la Copa Sudamericana no es solo el logro de un equipo de fútbol que jugó con alma y corazón, sino también el testimonio de una fe profunda que acompañó cada paso en este camino hacia la gloria: victorias que levantaron el ánimo, derrotas que pusieron a prueba la moral del equipo y la fe de jugadores, cuerpo técnico y todos los hinchas que soñaban con este momento.
La relación con la fe no es, en este caso, una cuestión de religiosidad estricta o de rituales externos, sino de una fuerza interna que une a todos los miembros del equipo. En cada partido, Racing ha jugado con una energía que trasciende la mera estrategia, mostrando una sinergia rara de ver en el deporte profesional, en la que cada pase, cada esfuerzo por recuperar la pelota, cada remate al arco parece un acto de devoción compartida. La fe no se ve, pero se siente.
Jugadores y cuerpo técnico: un lazo de confianza y esperanza
Cada uno de los jugadores de Racing ha hablado en distintos momentos de cómo la fe juega un rol fundamental en su día a día. Para ellos, la fe no se limita a un simple acto ritual, sino que es un pilar intangible pero sólido que los sostiene a lo largo de todo el proceso. La creencia compartida en un objetivo común, en el trabajo colectivo y en la posibilidad de alcanzar la gloria juntos, es lo que los une en cada partido.
Maravilla Martínez, Agustín García Basso, Marco Di Cesare y Roger Martínez, entre otros, han comentado en diversas entrevistas cómo sus creencias personales, independientemente de la religión que profesen, influyen en su enfoque del juego. Para cada uno de ellos, la fe en el equipo y la confianza en sus compañeros se ha convertido en una fuerza que va más allá de lo visible. Es un vínculo que los mantiene unidos en los momentos de adversidad y los impulsa en los de victoria.
La hinchada: una fe inquebrantable
Pero la fe de Racing no es solo interna. La hinchada, esa marea de pasiones desbordadas, también juega su papel en este íntimo secreto. Durante toda la campaña, los hinchas han sido el alma del equipo, empujando a los jugadores hacia la gloria con su apoyo incondicional, tanto en los momentos de triunfo como en los de dificultad. Para ellos, cada gol es una oración, y cada victoria, una bendición.
Los cánticos en la tribuna, que se escuchan como un mantra colectivo, tienen un poder que va más allá del entusiasmo. Son un acto de fe en su equipo, en sus jugadores, en la camiseta que representan. Y es que, como si fuera un acto litúrgico, los hinchas rezan a su manera: cada partido es un rito, cada triunfo, una fiesta de agradecimiento.
El poder de la fe compartida
Es imposible no ver que algo se mueve en Racing más allá de lo visible. No es solo el esfuerzo físico, ni la estrategia perfecta, ni la individualidad de un jugador lo que los ha llevado hasta la final de la Copa. Es la fe compartida en un objetivo común. Los jugadores se han apoyado mutuamente como si fueran hermanos, con una confianza que va más allá del campo de juego.
Este "íntimo secreto" de Racing no es solo un código de juego, ni una fórmula ganadora. Es, sobre todo, una cuestión de fe. Fe en el equipo, en el proyecto, en los valores humanos y, sobre todo, en algo que va más allá de lo que puede verse o explicarse. Es una fe ecuménica, que une religiones, culturas y convicciones, porque en el fútbol, como en la vida, lo más importante no es solo lo que se ve, sino lo que se siente en lo profundo del alma.
Racing lo vivió y lo compartió con su gente, llevando la fe al corazón de cada hincha y mostrando que, con Dios, todo es posible.
* Jesica Hergenreder. Periodista especializada.