Guerra de Malvinas: el ataque en solitario de Owen Crippa
Alejandro Signorelli, Investigador de la Guerra del Atlántico Sur, nos trae una nueva historia de Malvinas del año 1982.
John Forster “Sandy” Woodward era el comandante de la flota británica identificada como la Task Force 317, que llevó a cabo la Operación Corporate: Invadir y usurpar las islas Malvinas nuevamente en 1982.
Escribió un libro llamado “Los cien días”, una muy interesante y convenientemente británica versión literaria de su diario de guerra, que cada noche escribió durante toda la campaña. Para cualquier interesado en el tema, material de lectura obligado.
Allí se puede leer que luego de haber arribado a las inmediaciones de las islas y concretar el 1ro de mayo los primeros ataques con los que “midieron” a nuestras tropas y comenzaron a generar inteligencia sobre sus posiciones, pasaron a la siguiente etapa, en donde comenzaron a evaluar de qué manera reconquistar su capital, ahora Puerto Argentino.
La teoría del enclave
Cuando la Task Force 317 partió de la Isla Ascensión hacia el sur, contaba con una directiva general que decía que deberían “desembarcar con el objetivo de recuperar”. Esto fue leído por Woodward y su estado mayor como desembarcar, montar un enclave, esperar y estar listos para avanzar y reconquistar cuando llegara la orden. La teoría del enclave contemplaba el desembarco en un lugar seguro, el montado de una base terrestre y sus defensas, y al mismo tiempo debía tener un puerto de aguas profundas y lugar para instalar una pista de aterrizaje de al menos 800 mts para poder recibir a los siempre invalorables C-130 Hércules y dejar de recibir provisiones mediante arrojos en el mar que luego había que recuperar. Esta pista tendría un objetivo logístico, pero también, el de proveer capacidad de defensa y ataque mediante los Harrier GR3 de la RAF, y así liberar espacio físico y operativo en los portaaviones para los Sea Harrier de la Royal Navy.
El estado mayor de Woodward consideró 5 lugares posibles para establecerlo:
- Isla Gran Malvina – Zona Bahía 9 de julio (también denominada King George Bay): cuenta con aguas profundas, tiene cierto nivel de protección por elevaciones cercanas, y lugar suficiente para montar la pista de aterrizaje.
- Lafonia: esta porción de la Isla Soledad se encuentra al sur del istmo de Darwin, y se caracteriza por su gran cantidad de bahías y entradas del mar. La zona de bahía del Laberinto cuenta con aguas profundas y la protección de una isla con forma de búmeran llamada María.
- Bahía Vaca o Cow: situada en el extremo noreste de la Isla Soledad, ofrece aguas profundas y queda a 40 millas de Puerto Argentino, lo cual sería una ventaja al momento de atacar, pero al mismo tiempo dejaría al enclave expuesto al alcance del fuego de artillería de los cañones argentinos de 155mm. Un dato bastante preciso de la inteligencia británica que supuestamente no tenían según sus propias palabras…
- Bahía del Aceite: ubicada al norte de la Isla Soledad, se interna profundamente en la isla y llega a una especie de enorme lago interior. Brinda una gran protección antisubmarina, elevaciones que dificultarían los ataques aéreos, y esta convenientemente cerca de Puerto Argentino. Su gran problema es la estrechez de su boca de entrada, que podría ser bloqueada fácilmente y dejaría completamente atrapada a la flota de desembarco.
- Puerto San Carlos: con aguas adecuadas y protección de colinas cercanas, aunque expuesto a ataques por tierra y con poco terreno plano para montar la pista de aterrizaje deseada. No se tuvo muy en cuenta.
Desembarco y ataque
Durante los primeros días de mayo, la directiva general fue corregida, y pasó a determinar que el desembarco no se haría para luego esperar la orden de ataque, sino que sería un desembarco seguido de un ataque, por lo que ya no habría tiempo para montar un enclave, era llegar y actuar. La Gran Malvina y Lafonia quedaron descartadas por lejanía, por lo que la lista de lugares se vio reducida notablemente, y terminó como lugar elegido Puerto San Carlos, que se encuentra en la Bahía de San Carlos, a la cual se accede desde el Estrecho de San Carlos, ¡¡Todo un desafío para no confundir los lugares en las comunicaciones!!
Una vez determinado el lugar de desembarco, se procedió a estudiar con exactitud sus alrededores y características. Dentro de los temas a resolver, lo primero que surgió fue poder comprobar si el Estrecho de San Carlos se encontraba minado. Un submarino de la Royal Navy había podido observar días atrás en abril una operación de minado en los alrededores de Puerto Argentino, así que no sería extraño que algo se hubiera hecho en un lugar estratégico como el Estrecho de San Carlos. El otro punto era la base aeronaval Calderón, en la Isla de Borbón, en el extremo norte de la Isla Gran Malvina.
Esta base albergaba aviones de entrenamiento básico de la Aviación Naval y varias unidades de IA-58 Pucará de la Fuerza Aérea Argentina. Como se trataba de una pista de tierra, solo era apta para este tipo de aeronaves, que si bien no representaban la amenaza de los reactores que venían desde el continente, eran aeronaves con capacidad de ataque a tierra, y podían ser un dolor de cabeza para las tropas al momento de la conformación de la cabeza de playa, y luego también.
Al primer punto sería necesario comprobarlo (minado), y al segundo, neutralizarlo (base aeronaval Calderón).
Exploración de campos minados en el estrecho
El estado mayor de la flota británica había planificado que el desembarco debería concretarse en alguna fecha entre el 16 y el 25 de mayo (finalmente comenzó el 21), por lo que para el 9 de mayo las decisiones debían cobrar otra velocidad. El estrecho y la bahía de San Carlos debían explorarse para asegurar de que no hubieran sido minados, o neutralizar esas minas si existían.
Como no había tiempo para el viaje de buques específicos para estas tareas, Woodward decidió encargar a la fragata tipo 21 HMS Alacrity la difícil misión de explorar con su propio casco si había o no minas en el estrecho y la bahía.
El 11 de mayo, la fragata al mando de su comandante Christopher Craig entró por la boca sur del Estrecho y lo recorrió en sentido norte. A la altura de la isla Cisne detectó al buque logístico argentino Isla de los Estados, al que atacó con sus cañones y averió seriamente (se hundiría esa misma noche). Siguió su camino, y ya en la desembocadura norte y tras comprobar que no había minas, se unió a la fragata HMS Arrow para poner ambas rumbo este, a fin de llegar a la zona de reunión del resto de la flota.
Fue en esa etapa de su navegación, que la Alacrity y la Arrow fueron detectadas por el submarino ARA San Luis, quien se posicionó en ataque y disparó uno de sus torpedos que lamentablemente no llegó a destino por un desperfecto. Puede leerse con mayor detalle ese ataque en mi nota del 1 de octubre de 2023 titulada “De submarinos, torpedos y persecuciones”
De esa forma un tanto básica y extremadamente arriesgada, el primer punto fue resuelto: no había minas en las aguas de San Carlos.
La base aeronaval Calderón
El 15 de mayo, y luego de un par de días de observación y estudio de sus movimientos por parte de una reducida patrulla británica, tropas de sus fuerzas especiales (SAS – Special Air Service) llevaron a cabo una típica operación del tipo golpe de mano sobre la Base Aeronaval Calderón. Este tipo de operaciones consiste en utilizar a un pequeño grupo de comandos para realizar un ataque nocturno por sorpresa, destruir un objetivo mediante cargas explosivas colocadas por los atacantes, y el rápido retiro del lugar. No tiene por objetivo tomar una base o ganar terreno y establecerse, solo destruir algo puntual y desaparecer.
Esa noche, 45 miembros del escuadrón D del 22 regimiento SAS llegaron por helicóptero a Borbón, ingresaron sigilosamente a la base y plantaron cargas explosivas en los aviones. Una vez hecho esto, los atacantes abrieron fuego con sus armas livianas y con cohetes que ellos mismos portaban, y detonaron las cargas plantadas. Esas explosiones fueron a la vez la señal para que el destructor clase County HMS Glamorgan abriera fuego de cañones sobre arsenales y depósitos de la base.
La guarnición argentina debió reaccionar rápidamente ante la sorpresa del ataque. Al no poder determinar en el instante la dimensión o cantidad de los atacantes, respondieron con armas livianas y ejecutaron la voladura de cargas explosivas enterradas en la pista para inutilizarla para el enemigo. Casi al mismo tiempo que los defensores reaccionaban, los atacantes iban llegando a un punto de reunión, desde el cual emprendieron su retirada.
El ataque fue exitoso, y 6 aviones IA-58 Pucará, 4 Mentor T-34 y un Skyvan de transporte fueron averiados con distinto grado de consideración, quedando fuera de combate.
La Operación Sutton – El desembarco
Con la confirmación de que el Estrecho y Bahía de San Carlos se encontraban libres de minas, y con la Base Aeronaval Calderón neutralizada, Woodward y su estado mayor avanzaron en la ejecución de la Operación Sutton, nombre elegido para la operación anfibia que pondría en tierra a los hombres de la 3ra Brigada primero, y la 5ta Brigada después, junto a todo su aparato logístico.
Se seleccionaron 3 playas dentro de la bahía para llevar a cabo el desembarco que se identificaron con los colores rojo, azul y verde, asignándose cada playa a diferentes unidades de infantería, tanto de la marina (infantería de marina, los Royal Marines), como del ejército (Royal Army).
Como en toda operación de desembarco de tropas, el momento en que las mismas llegan a la playa y corren tierra adentro es el de mayor vulnerabilidad. Esas horas entre que las tropas llegan a tierra y terminan de consolidar lo que se conoce como cabeza de playa, son las que determinan el éxito o el fracaso del desembarco.
En los días previos al desembarco, los buques británicos que se habían acercado a Puerto Argentino para bombardearlo habían sufrido los ataques de la Fuerza Aérea Argentina, que los había alcanzado y averiado. El 4 de mayo por otro lado, el destructor HMS Sheffield había experimentado el poder destructivo del misil Exocet, lanzado por aviones Super Etendard de la Aviación Naval Argentina. La flota entera había aprendido rápidamente que desde el aire llegaba el peligro más real y palpable para ellos, por lo que planificaron iniciar la Operación Sutton algunas horas antes de la madrugada, cuando la oscuridad fuera suficiente para impedir ataques aéreos.
En medio de la oscuridad que precede al amanecer, ese 21 de mayo las tropas de la 3ra Brigada entraron embarcadas a la Bahía San Carlos y comenzaron el descenso a tierra en sus lanchones de desembarco. Si bien no había una base argentina en el lugar con fuerzas suficientes como para rechazar un desembarco, sí estaba una patrulla avanzada cuya misión era justamente vigilar la boca norte del Estrecho San Carlos y su bahía para impedir el paso de buques enemigos, dar alerta temprana ante posibles acciones de desembarco, y controlar a la pequeña población de Puerto San Carlos.
Este grupo de soldados se denominaba Equipo de Combate Güemes y estaba formado por 42 hombres de la 3er sección de la Compañía C del Regimiento de Infantería 25, y por 21 hombres de una sección del Regimiento de Infantería 12. Todos ellos al mando del Teniente Primero Carlos Daniel Esteban.
Cerca de las 3 am del 21 de mayo los buques británicos ingresaron a la bahía y comenzaron la operación. Pocos minutos después una parte del Equipo de Combate Güemes que se encontraba en una altura conocida como 234, Fanning Head o promontorio Güemes, a pesar de la oscuridad detectó los movimientos, por lo que abrió fuego con su cañón sin retroceso de 105 mm.
Esto delató su posición y comenzaron a ser blanco de artillería naval y de la incursión de fuerzas especiales. Alrededor de las 4 am al verse superados en número comenzaron su repliegue. A las 8h del mismo día, el Teniente Primero Esteban que se encontraba en Puerto San Carlos pudo comprobar que el desembarco se encontraba en marcha por lo que avisó por radio de la novedad e inició las maniobras de repliegue, ya que no podía enfrentar con menos de 80 hombres a una operación anfibia que pondría en tierra a aproximadamente 5.000 soldados enemigos. Sin embargo, antes de su retirada los integrantes del Equipo de Combate Güemes lograron derribar a 3 helicópteros enemigos y averiar seriamente a un cuarto.
Solo contra la flota
Para abril de 1982, el Teniente de Navío Owen Guillermo Crippa estaba en pleno entrenamiento para volar los A4-Q Skyhawk de la tercera escuadrilla aeronaval de caza y ataque. Luego de la recuperación de las islas el 2 de abril, y con el paso de los días, la perspectiva cada vez más clara de un enfrentamiento armado hizo que Crippa entendiera que no llegaría a tiempo para combatir sobre un A4.
En su gran carrera en la Armada como piloto naval había pasado por diferentes escuadrillas y funciones, por lo que decidió que pondría toda su energía y persistencia en conseguir que lo autoricen a volver a la primera escuadrilla aeronaval de caza y ataque, en donde podría pilotear a un viejo conocido suyo, el Aermacchi MB-339. Este avión de fabricación italiana fue concebido como un entrenador avanzado, ya que permite al piloto ingresar al mundo de los reactores, y ofrecía una variedad de armas interesante que lo convierte al mismo tiempo en un avión de ataque ligero.
Como tantos otros casos, Owen Crippa se había entrenado durante toda su vida para entrar en combate si su país lo necesitaba, y ahora su país se encontraba a punto de entrar en una guerra, y él estaba demasiado lejos. La idea de quedar al margen de esos acontecimientos lo atormentaba, por lo que buscó, preguntó, pidió e insistió, hasta que logró que lo autoricen a volver a la escuadrilla de los Aermacchi. Un alentador primer paso estaba dado, pero faltaba el segundo, que consistía en cruzar a las islas.
Puerto Argentino contaba con un pequeño aeropuerto (una franja de asfalto de 1240 metros) que permitía operar a aviones de transporte de la Fuerza Aérea y la Aviación Naval (los Hércules, Fokker F-27 y F-28 y los Boeings pequeños de Aerolíneas Argentinas y Austral entre otros). Sin embargo, su longitud no era apta para los grandes reactores de combate como los Mirage, Skyhawk y Super Etendard, pero sí para los Aermacchi y para los Pucará.
Este aeropuerto operó como Base Aérea Militar Malvinas (BAM Malvinas) y fue el punto logístico neurálgico tanto para el transporte de alimentos y armas, como para el de tropas y heridos. En medio de todo ese tráfico, la pequeña base aérea también debió brindar lugar a los Pucará y los Aermacchi.
El Teniente de Navío Owen Crippa tenía claro que su oportunidad era formar parte de ese escuadrón con base en el aeropuerto de Puerto Argentino, así que a pesar de que se acercaba la mitad del mes de mayo y los combates eran más frecuentes, redobló su insistencia hasta lograr que sus superiores lo destinen a la BAM Malvinas. Los “Macchi” tenían su lugar cerca de la cabecera 26, que era la más cercana al mar abierto, y Crippa junto a 3 pilotos más y 6 mecánicos contaban con un solo gato para cambiar cubiertas y no tenían energía eléctrica corriente en ese lugar, así que todo se hacía a mano y a pulmón.
El jueves 20 de mayo por la tarde, uno de sus aviones Aermacchi al aterrizar reventó un neumático. Era de tarde y en Malvinas a las 17h en esa época del año ya oscurece. Pilotos y mecánicos se abocaron a su reemplazo. Este tipo de trabajos, con un solo gato y sin los materiales necesarios, tomaba horas, por lo que terminaron tarde y mojados por la llovizna.
El 1ro de mayo los británicos habían comenzado con sus ataques, así que 20 días después todo indicaba que era inminente un desembarco que pusiera a una gran cantidad de tropas en tierra. Así es que llegamos a la madrugada del viernes 21 de mayo, cuando los hombres del Equipo de Combate Güemes nombrados anteriormente, avisaron a sus comandantes en Puerto Argentino del desembarco en San Carlos.
En Puerto Argentino se ordenó alistar una sección (2 aviones) de Aermacchi para realizar un reconocimiento ofensivo en la zona del supuesto desembarco. El alto mando necesitaba confirmar que esta operación fuera el desembarco real, y no una maniobra de distracción mientras el verdadero desembarco se producía en otro lugar.
Crippa y su gente ya habían previsto esta situación. El, por ser el de mayor grado y antigüedad junto a Horacio Talarico, serían los que saldrían, y los otros dos pilotos y los mecánicos hacía horas que estaban abocados a alistar y armar los aviones. Crippa y Talarico fueron informados y se les instruyó que contarían con fuego libre, esto quiere decir que podrían disparar a cualquier cosa que se moviera y pareciera ser el enemigo.
Solicitaron portar bombas a fin de poder causar mayor daño a los buques, si se confirmaba el desembarco, pero el tiempo apremiaba y los aviones ya estaban armados con sus cañones de 30 mm y los cohetes de 5 pulgadas, por lo que no se autorizaron modificaciones.
Al momento de partir, el Macchi con la rueda cambiada no pudo volar ya que su cubierta estaba desinflada y no contaban con tiempo para ningún plan B.
Dejando de lado el mínimo operativo de 2 aviones, Crippa decidió salir solo.
Despegó y puso rumbo noroeste volando a baja altura. Los 80 kms que separaban a Puerto Argentino de San Carlos no le llevarían más de 15 minutos de vuelo. Pasó cerca del Monte Dos Hermanas y del cordón Rivadavia en el centro de la Isla Soledad. Al acercase a San Carlos y en la zona del Tercer Corral, justo antes de llegar a la bahía desde el este, encontró niebla, por lo que decidió virar con rumbo norte, pensando en dar un rodeo que le permita entrar desde el norte a la bahía.
Al dejar atrás la isla vio adelante suyo lo que pensó que era un barco. Era extraño porque estaba quieto y completamente solo, pero segundos después se dio cuenta de que se trataba de una formación rocosa que se llama Roca Remolinos. Salió a mar abierto y confirmó que no había buques allí, viró y entró por la boca norte del Estrecho San Carlos con rumbo sur.
Allí vió al primer buque a la altura de Punta Roca Blanca, y a dos más navegando de norte a sur como él. Casi al mismo tiempo vió a un helicóptero Sea Lynx en vuelo estacionario en la boca de ingreso a la bahía. Pensó que estaría haciendo de piquete radar para dar alerta temprana de cualquier ataque, por lo que creyó que ya lo habían detectado.
Instintivamente puso rumbo para atacarlo, y al hacerlo y subir unos metros para lograr mejor puntería, pudo ver por arriba del promontorio Güemes a la bahía llena de barcos, lanchones y otros helicópteros que iban y venían. Sin dudarlo, prefirió dirigir su ataque contra un buque enemigo, ya que sería mucho más rentable que un helicóptero.
Crippa sabía que con cañones y cohetes sería incapaz de un hundir un buque de guerra, pero sí sabía que si apuntaba a la zona del puente de mando y las antenas y radares podría dejar fuera de servicio al buque en cuestión.
Corrigió su rumbo pasando por al lado del helicóptero, y se dispuso a atacar al primer barco que tuvo a tiro. Adoptó la corrida de tiro con un ángulo de picada de aproximadamente 30° y abrió fuego de cañones, los cuales no soltaron ni un solo proyectil. Decepcionado, se preguntó que estaría pasando cuando vio que una de las llaves de armamento no estaba conectada. La conectó rápidamente y abrió fuego apuntando primero sobre una pieza de artillería antiaérea, hiriendo a 3 marinos británicos que habían ido rápidamente hacia ella para tratar de utilizarla contra él. Continuó apuntando hacia el puente de mando y las antenas, y por último pasó a los cohetes de 5 pulgadas, con los que alcanzó una instalación de misiles Sea Cat, a la que afectó, pero no llegó a hacer explotar.
Una vez descargado todo su armamento, tuvo que “saltar” a la fragata para no estrellarse contra ella, y en un segundo tomó la decisión de cruzar toda la bahía zigzagueando entre los barcos pegado al agua, para que no pudieran dispararle ante el riesgo de impactar entre ellos mismos. Los marinos británicos observaron incrédulos, como un avión solitario pasaba entre ellos, a pocos metros. Con el paso de los días se acostumbrarían.
Su estrategia dio resultado, no le dispararon, aunque al pasar a los últimos ya nada los detuvo y comenzaron a tirarle con todo, no solo munición antiaérea, sino al menos un misil que tal vez gracias a la maniobra de evasión tantas veces practicada, no logró engancharlo. Durante ese escape final, ya superados los barcos, Crippa tuvo una mano en el bastón de mando para controlar a su avión, y la otra en el anillo de eyección, por si era alcanzado a tan baja altura y gran velocidad.
En seguida puso rumbo sur y saltó las alturas que rodean la bahía San Carlos, saliendo a otra, la bahía de Ruiz Puente. Allí se sintió más a salvo, pero inmediatamente vió delante suyo a otro buque de guerra, una fragata que luego sabría que era la HMS Ardent, que sería hundida al final de ese día. Crippa estaba sin ningún tipo de munición, pero tal vez no lo vieron ni detectaron, ya que no abrieron fuego.
Mientras dejaba atrás a la Ardent, no podía dejar de pensar que si volvía a Puerto Argentino y decía que había confirmado que había “muchos” buques en San Carlos, pensarían que eran 4 o 5, nunca le creerían que había contado al menos 12. Fue así que decidió dar un rodeo, y desde inmediaciones del Cerro Montevideo, viendo nuevamente la disposición de los buques en la bahía, hizo un rudimentario croquis en unos segundos, en su anotador de rodilla.
Luego de esto puso rumbo este y volvió a cruzar la Isla Soledad en el sentido contrario al que había hecho antes, con las alturas Rivadavia a su izquierda y con Bahía Agradable como destino antes de corregir rumbo hacia el norte buscando la vertical de la BAM Malvinas, a la que llegó guiado por el radar, ya que la adrenalina y la excitación de su bautismo de fuego hizo que necesitara de la guía del radar de Puerto Argentino.
Aterrizó sin novedad, y fue llevado al puesto de comando donde gracias al croquis de su anotador de rodilla, pudo respaldar toda su descripción, y sería con esa información como base y punto de partida, que la Fuerza Aérea Argentina y la Aviación Naval desatarían toda su furia esa misma tarde sobre la flota enemiga, y que duraría los siguientes 7 días, ganando para San Carlos el apodo de “Callejón de las bombas”, hundiendo 3 buques (las fragatas HMS Ardent y HMS Antelope, y el destructor HMS Coventry), y alcanzando y averiando a muchos más.
El buque de guerra atacado por Owen Crippa fue la fragata clase Leander HMS Argonaut, identificada como F 56. Los cohetes de 5 pulgadas, al menos uno, alcanzó a una instalación de misiles Sea Cat, y sus cañones de 30 mm, una pieza de artillería antiaérea y distintas partes de la arboladura, provocando tres heridos. Horas más tarde, aviones Skyhawk de la FAA (Fuerza Aérea Argentina) lograron impactar a la fragata con dos bombas que no explotaron, aunque causaron graves daños. Luego de varios días fuera de servicio, y de reparaciones en sus calderas y diferentes lugares, la HMS Argonaut del Capitán Kit Layman, debió poner rumbo a su base en el Reino Unido el 4 de junio, cuando lo peor de los combates aún no había llegado, y terminando así para ella su historia en el conflicto del Atlántico Sur.
Bonus track
El helicóptero Sea Lynx al que Owen Crippa casi ataca no estaba cumpliendo una misión de piquete radar como él supuso, sino que estaba allí como señuelo ante el poco probable, pero muy temido ataque con misiles Exocet.
Más de 20 años luego de la guerra y por medio de amigos y personas en común, Crippa logró hacer contacto con el piloto de aquel helicóptero. Su nombre es John Hopkins y en aquella época tenía un grado equivalente al de Crippa y al igual que él, se retiró poco tiempo después y debió buscar trabajo para mantener a su familia, ya que los ingresos del retiro con ese grado no alcanzaban.
Estos viejos enemigos ahora eran Veteranos de una misma guerra, que pudieron juntarse personalmente y hablar durante horas sobre sus vivencias. Ambos estaban contentos de no haberse atacado, y Hopkins cada vez que podía le decía a Crippa entre risas que había tomado una excelente decisión al dejar su helicóptero de lado como objetivo, y atacar a la fragata.
Quiero agradecer muy especialmente al Señor VGM Owen Crippa, que tuvo la paciencia y gentileza de leer el borrador de la nota, y aportar datos con los que no contaba. Un honor y una gran alegría al mismo tiempo.
* Lic. Alejandro Signorelli, Investigador de la Guerra del Atlántico Sur.