El asesinato de "Pillín" Bracamonte: una advertencia del narcotráfico al poder político
El asesinato de una figura de la magnitud de Bracamonte envía un mensaje claro: quien sea un obstáculo será eliminado, sin importar su poder o influencia.
El reciente asesinato de Andrés "Pillín" Bracamonte, líder de la barra brava de Rosario Central, ha conmocionado a la opinión pública y a la política argentina. Más allá de la violencia que representa su muerte, este crimen envía un mensaje claro: el poder del narcotráfico y de las organizaciones criminales en la región está lejos de ser contenido.
Las preguntas son inevitables: ¿Es este un caso aislado o un reflejo de una escalada en la violencia del narcotráfico? ¿Qué mensaje envía este asesinato al Gobierno provincial y nacional? ¿Qué tan efectivo es el enfoque gubernamental en la lucha contra el narcotráfico si las estructuras delictivas permanecen intactas?
Un líder más allá del fútbol
Pillín Bracamonte no era solo un jefe de barra brava. Durante años, se consolidó como una figura de poder en Rosario, utilizando su influencia en el fútbol para extender sus redes delictivas, incluyendo el narcotráfico y el lavado de dinero. Su rol como líder de la barra le permitió acceder a recursos y alianzas que fortalecieron su posición en el mundo criminal. En una ciudad como Rosario, donde el narcotráfico ha encontrado terreno fértil, Bracamonte era una pieza clave.
Su asesinato no parece ser un simple ajuste de cuentas entre barras. En un contexto de lucha por el control de territorios y rutas de distribución, su muerte parece un golpe estratégico dentro de las guerras por el dominio del narcotráfico.
El modus operandi del crimen organizado en Rosario
Para entender la relevancia de este asesinato, es necesario analizarlo a la luz de los patrones de violencia que han marcado a Rosario en los últimos años. Según las primeras versiones, Bracamonte y su acompañante circulaban en una camioneta con los vidrios bajos, en una zona que había sufrido un apagón poco antes. Testigos afirmaron que dos o tres personas aparecieron y dispararon repetidamente.
Este apagón sugiere una posible preparación del escenario para el ataque. Es probable que los sicarios fueran “cercanos” a Bracamonte, ya que lograron acercarse sin alertarlo. Esto refuerza la idea de un asesinato premeditado por personas que conocían bien sus movimientos y sus rutinas.
Los homicidios selectivos como este, no solo eliminan a una figura incómoda, sino que también actúan como herramientas de intimidación y control. La precisión y el profesionalismo en este ataque indican que fue llevado a cabo por sicarios, probablemente al servicio de una organización con la que Bracamonte tenía asuntos pendientes.
El discurso estatal versus la realidad criminal
El gobierno ha sostenido que los homicidios dolosos han disminuido en Rosario, atribuyendo esta mejora al despliegue de fuerzas federales ya la ejecución del “Plan Bandera”. Sin embargo, la realidad muestra que los grupos criminales siguen operando sin mayores dificultades.
El asesinato de Bracamonte expone una paradoja: aunque las cifras oficiales muestran una disminución de homicidios, las organizaciones criminales continúan adaptándose y manteniendo su poder operativo. Este contraste revela la complejidad del fenómeno criminal en Rosario.
La disminución de los homicidios, si bien es positiva, no necesariamente significa una victoria en la lucha contra el narcotráfico; más bien, podría indicar una adaptación de las bandas a las nuevas circunstancias. Este fenómeno pone de relieve una cuestión clave en criminología: la relación entre la visibilidad del crimen y el verdadero control territorial. A pesar de la mayor presencia de fuerzas federales, los grupos narco criminales siguen controlando territorios y utilizando la violencia para reafirmar su poder.
Implicaciones políticas y criminológicas
El asesinato de Pillín Bracamonte plantea serias preguntas sobre las estrategias de seguridad del Estado. ¿Es suficiente aumentar la presencia de fuerzas federales sin atacar las estructuras delictivas que sostienen estas organizaciones? Los operativos parecen enfocarse en los síntomas del problema, pero no en el sistema de corrupción y complicidades que permite que el narcotráfico prospere.
Este homicidio no es un incidente aislado; es parte de una estrategia más amplia de control territorial y desafío al Estado. Aunque el gobierno puede reducir los homicidios, el problema real es que las organizaciones criminales siguen operando con impunidad. El gobierno, tanto a nivel provincial como nacional, debe actuar de manera decisiva para enfrentar esta amenaza. No solo se trata de responder a un asesinato, sino de frenar una espiral de violencia que pone en jaque la estabilidad del país.
Restaurar el Estado de derecho en Rosario y otras regiones dominadas por el narcotráfico es una tarea urgente.
* Lic Eduardo Muñoz. Criminólogo y criminalista. Especialista en prevención del delito. Consultor de seguridad integral
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