Historias

Se cumplen 70 años del ataque de un enorme tiburón en Miramar

Fue en enero de 1954 en Miramar. Un turista de 18 años nadaba en un mar calmo cuando fue atacado por un enorme tiburón. Cómo fue salvado por un heroico guardavida y luego por un médico, mi abuelo.

Mitch Thibaud domingo, 28 de enero de 2024 · 07:05 hs
Se cumplen 70 años del ataque de un enorme tiburón en Miramar
La historia entre Alfredo Aubone y el guardavidas Luis Ángel Fulco. Foto: Gentileza

Si uno dice 22 de enero tiene que buscar en su memoria algún hecho específico que pueda haber sucedido para poder recordar esa fecha. Pero si alguno dice 22 de enero de 1954, a las 13.10 del mediodía y se sitúa en las playas de Miramar, lo primero que le va a venir a la mente es el feroz ataque de un tiburón a quienes estaban disfrutando del mar en una tarde tranquila. Más  específicamente a la historia entre Alfredo Aubone y Luis Angel Fulco. 

Este verano, se cumplen exactamente 70 años de aquel día casi fatídico

Si no fuera por 3 personas que estaban veraneando providencialmente en la ciudad, la historia, probablemente, sería otra. Al menos, esto me consta del Dr Julio Vicente Uriburu, mi abuelo, quien desde muy chiquito siempre veraneaba en esta ciudad en el mes de febrero pero su mujer, Matecita Nougués tenía fecha de parto y decidieron entonces adelantar las vacaciones para enero. Ese febrero, nacería mi madre, María Teresa Uriburu. Volvamos a cómo se dieron los hechos y recordemos aquel día que marcó a la ciudad balnearia para siempre, incluso al día de hoy, algunos memoriosos siguen hablando de aquel hecho. 

Era una tarde tranquila de enero

Recién acababan de poner los banderines anunciando que estaba prohibido bañarse ya que no estaban los bañeros en la orilla. Antes, cosa que hoy ya no sucede, a las 13 hs sonaba una sirena anunciando que por 60 minutos nadie podía meterse al mar porque no habría bañeros. Hoy eso es algo que muchísimos jóvenes no tienen ni idea, y muy probablemente lo verían con malos ojos. Pero Alfredo Aubone, que era un gran nadador, había avisado que iba a meterse un rato, autorizado a hacerlo, entró algunos metros acompañado por dos amigos. A los pocos minutos, los gritos desesperados de algunos y los movimientos desincronizados de sus brazos alertaron a Luis Fulco quien sin pensar lo que sucedía no dudó ni un segundo en zambullirse e ir a rescatarlo.

EL Dr. Julio Vicente Uriburu operando junto a su hijo, el Dr. Juan Luis Uriburu.

Cuando llegó escuchó que Alfredo le gritaba “tiburón, tiburón”

Él sólo pudo responderle, “el único tiburón acá soy yo”. Con ayuda de otras personas, lograron sacarlo a Alfredo y colocarlo sobre una lona para que la arena no se metiera dentro de sus heridas, que eran bastante importantes de por sí. Lo llevaron de emergencia al hospital local y ahí comenzó otra odisea. Por la gravedad que revestían sus heridas, no había médicos locales que pudieran atenderlo y pidieron ayuda a cirujanos veraneantes. Ahí fue cuando llamaron a mi abuelo, el Dr. Julio Vicente Uriburu quien fue inmediatamente junto a sus amigos, los doctores Mario Padilla y Jorge Sánchez Zinny. 

Cabe aclarar que un médico, salvo que esté inscripto en el colegio médico del lugar, no puede ejercer su profesión a menos que sea una situación grave. Y en este caso, lo era. Incluso, de vida o muerte, y por ello, el paciente tampoco podía ser trasladado a Mar del
Plata. Fue por eso que se autorizó a estos tres eximios cirujanos a poner sus manos para salvarle la vida a Aubone. Según cuenta mi abuelo en sus memorias era tal la magnitud de las heridas que en lugar de operar en equipo, como suele suceder en un quirófano cotidianamente, tuvieron que operar al mismo tiempo y casi individualmente cada uno de ellos alguna de las heridas.

Así fue que Uriburu se ocupó de una de las piernas.

Padilla se hizo cargo de la otra. Otros dos cirujanos fueron por los brazos y un quinto las heridas del tórax y abdomen. Todos actuaron simultáneamente para que no se provocara una situación más grave aún de lo que ya era. Fue en esa pierna que le tocó a mi abuelo que encontró, en el músculo que estaba incrustado en el hueso, un diente del tiburón. Así pudieron saber con exactitud cuál había sido la especie que ataco a Aubone, luego de enviarlo a Estados Unidos para que fuera analizado. 

Dr Julio Vicente Uriburu, mi abuelo, falleció en 2008

Pasada la primera operación, en la que lograron salvarle sus extremidades

Lo trasladaron a Mar del Plata y ahí siguieron varias operaciones y curaciones más, también por los mismos doctores. Meses después, Aubone viajó a Estados Unidos para que le realizaran algunas cirugías estéticas que fueron exitosas. A su regreso, Aubone se contactó con los médicos que habían participado de su operación para hacerles un obsequio en reconocimiento por su ayuda, no solo desinteresada, sino tan empática que le habían brindado. Probablemente entendiendo que si estos cirujanos no hubieran estado en ese lugar en ese momento, no estaría contando la historia. Ya desde la cama donde estaba internado y recibía las primeras curaciones, Aubone les hablaba a todos de su gratitud para con toda la gente que seguía estando a su lado para que el pudiera ser un testigo vivo de su propia historia.

Medalla recibida por el Dr. Uriburu.

La medalla que acompaña estas líneas se la regaló Alfredo, una vez recuperado, a mi abuelo, como reconocimiento simbólico por su atención y seguimiento. Y supongo que deben haber recibido la misma los otros médicos y ayudantes que estuvieron en ese momento tan crítico. Todo esto sucedió en el antiguo balneario Gallina, que estaba al final de la calle 15, hoy conocido como “tiburón” pero se comenta que su nombre nada tiene que ver con el suceso. Llevé a mis hijos, Beltrán y Mateo, a que vieran dónde había sido el ataque del tiburón en Miramar, lugar en el que su bisabuelo había sido parte de la historia. 

Siempre dicen que “Dios está en todas partes pero atiende en Capital”

Ese día se hizo presente en las costas de Miramar. No solo con Angel Fulco, el bañero; sino en las manos de cada uno de los médicos que atendieron a Alfredo Aubone para salvarle la vida y permitirle volver a Miramar, verano tras verano. Convirtiéndose, cada uno, en el Buen Samaritano. Entre ellos, como ya lo mencioné anteriormente, mi abuelo, el Dr. Julio Vicente Uriburu, quien en vida, llegó a ser uno de los tan solo 6 Presidentes de Honor que tuvo la Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires, en 200 años de historia; el más alto honor al que puede aspirar uno de sus miembros.

Mitch Thibaud

* Mitch Thibaud, Periodista. Nieto del Dr Julio Vicente Uriburu.

 

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