Biodiversidad urbana, el desafío de las urbes construidas
La biodiversidad urbana se refiere a la variedad y variabilidad de aquellos organismos vivos que se encuentran en una ciudad y a los sistemas ecológicos en los que se encuentran.
Si utilizamos el sentido común; el solo pensar sobre biodiversidad dentro una urbe de cemento parecería claramente contradictorio. A pesar de todo ello, hoy en día, muchas ciudades están y han incorporado estrategias a fin de recuperar la biodiversidad, de diversos modos, en conglomerados urbanos donde sus habitantes se sienten casi obligados a viajar más de 30 Km a fin de gozar mínimamente de la naturaleza. El término biodiversidad, al igual que muchos conceptos relacionados a la Gestión de Riesgo Ambiental, se utiliza; casi inevitablemente de manera equívoca; esto debido a la novedad del tema. El termino se originó a mediados de los años 80; como también al impulso desordenado no técnico y no científico de muchos activistas ambientales o también llamados ambientalistas y a la complejidad del factor inter y multidisciplinario en los temas ambientales.
A pesar de todo ello, pareciera que en cuanto al concepto biodiversidad, el consenso global comienza a enraizarse lentamente en la base de los siguientes niveles de biodiversidad:
- Biodiversidad genética/sub celular: o sea la diversidad de los genes de una misma especie o de varias especies.
- Biodiversidad de especies o taxonómica: es decir la diversidad o variedad de especies.
- Biodiversidad ecosistémica: o variedad de los distintos tipos de ecosistemas que conforma los biomas regionales y hasta el bioma global.
- Biodiversidad domestica: o también artificial; es decir aquella biodiversidad donde se tiene en cuenta los ecosistemas alterados, modificados por nuestra civilización. Como claro ejemplo, podemos citar la biodiversidad domestica de la campiña británica; conformada a través de los siglos por la influencia del hombre.
Al llevar el concepto de cualquiera sea de los 4 tipos de biodiversidad a un contexto urbano, aparece claramente, un campo de contradicción o si se quiere desafío conceptual. El objetivo inicial de las ciudades, de los entornos urbanizados, fue
indudablemente, y por sobre todo en su origen; un modo de aislarse de la naturaleza indomable, salvaje e incontrolable. En estos esquemas, la civilización humana levantó antiguamente murallas alrededor de sus conglomerados habitacionales no solo a fin de crear eficiencias en el uso del agua, energía y otros; sino también a fin de defenderse de sus enemigos humanos, sino también de animales y condiciones climáticas.
No al azar, el termino en inglés forest o bosque; proviene del latín foris; es decir fuera de la protección de las murallas; termino con una clara connotación negativa de la naturaleza. Otro ejemplo claro es y como deseo fue la antigua concepción de que los ríos eran lugares para volcar desperdicios, cuestión que llevo a perturbar ecosistemas enteros y a olvidar la verdadera e irremplazable relación entre la civilización humana y lo natural.
Las prácticas, particularmente en las ciudades, del entubamiento de los ríos y cursos de aguas menores que siguen indiscriminadamente siendo utilizados como vertederos de basura en entornos urbanos; hoy en día siguen entendiendo a lo natural como algo fuera de la ciudad. Ejemplos claros de los ríos utilizados como lugares para verter desperdicios, son la cuenca Riachuelo-Matanza y el Rio de la Plata en nuestro país, entres otros; los ríos Jian y Amarillo en China; y el Támesis de Londres -este último, ya casi recuperado.
A nivel biodiversidad ecosistémica
La afección más importante en contextos urbanos es la llamada fragmentación de hábitats; es decir, como la urbanización no solo invade, perturba, destruye, estresa hábitats existentes; sino también como estos quedan fragmentados, separados de otros hábitats; perdiendo así la conectividad ecosistémica; característica esencial para el desarrollo y supervivencia de los ecosistemas. Ya más avanzada nuestra cosmovisión urbana; el nuevo desafío se presenta en tratar de congeniar lo natural con lo puramente construido por el hombre. Hoy en día ya se habla de servicios ecosistémicos a todos los niveles. Estos servicios innegables podrían ayudar a una ciudad a tener agua y aire más limpios o regular las temperaturas; sino también mejorar la estética y los aspectos recreativos en las urbes; por lo tanto mejorando la calidad de vida y dando valor inmobiliario a las zonas correctamente planificadas.
El nuevo enfoque de las ciudades verdes, representa un enorme trabajo por delante, si tenemos en cuenta que las ciudades ya fueron mayoritariamente construidas por un planeamiento urbanístico que ignoraba estos servicios ecosistémicos y que consideraba como salvaje a lo natural. Actualmente, se sabe exactamente que la biodiversidad funciona como un seguro de vida, como un haber de la civilización humana o también resguardo para las generaciones actuales y futuras. Esta es sin duda una característica positiva de nuestro planeta, de nuestras regiones y de todos los ecosistemas terráqueos. Nadie en estos días duda de las virtudes positivas de la biodiversidad, claramente verificables en la medicina, los alimentos, la biotecnología, turismo y recreación; y por sobre todo en temas como la purificación de aguas y morigeración de los factores climáticos.
Volviendo a la biodiversidad urbana, nos podríamos preguntar concretamente, ¿cómo podríamos mejorar la biodiversidad en una ciudad ya construida y con poco lugar para lo natural?. ¿Con grandes expropiaciones?; o quizás ¿siendo innovadores al respecto?
Como ejemplos de avanzada de cómo se podría integrar los ecosistemas a los centros urbanos, podríamos enumerar al esquema del ´Rock Creek Park´, que pasa a través de la ciudad de Washington DC. Dicho parque regional tiene 1.141 hectáreas
conformadas mayoritariamente por áreas ribereñas; que se extienden desde rio arriba, 20 kilómetros al norte de la ciudad, hasta el mismo Washington DC y la desembocadura del ´Rock Creek´ o ´Arroyo rocoso´ en el mismo Rio Potomac. Lo curioso es que los locales pueden no solo disfrutar en un entorno urbano de un cuerpo de agua limpio, y de un ecosistema sano, que hasta contiene ciervos, zorros, castores y ardillas en medio una importante ciudad.
Otro ejemplo sería el caso de la ciudad de Curitiba, Brasil –que tiene 0.52 hectáreas realmente verdes’ per cápita; y donde el Rio Iguazú no solo no ha sido entubado ni canalizado; sino que respeta sur curso original y natural; ayudando a la ciudad no solo
en su biodiversidad, sino también como medio de control de inundaciones. La importancia de los servicios ecosistémicos en lo relativo a la calidad de agua, tiene un caso increíblemente positivo. En 1989, la Ciudad de New York, con casi 9 millones
de habitantes en aquel entonces; se vio obligada por la nueva "Ley de Agua Saludable" a adquirir plantas purificadoras de agua por un valor 8.000 millones de dólares. Este gobierno local en vez de invertir en las plantas; invirtió en comprar las tierras rio arriba
–unas 56.000 ha-; en toda el área de captación del agua de la cuenca Catskill- Delaware; de donde proviene el 90% del agua para la ciudad.
Estos terrenos se ubican unos 250 km rio arriba y en aquel entonces el área estaba supeditada a los siguientes usos de la tierra: 61% forestación, 500 predios agropecuarios y unos 60 pueblos rurales. Su mayor logro fue el de adquirir tierras rio arriba, en las fuentes de agua por un valor de $240 millones, y otros $310 millones en un plazo de diez años más. Como resultado: el gobierno de New York ahorró en la diferencia entre la inversión de las plantas purificadoras y el precio de la tierra adquirida; el agua de la cuenca mejoró increíblemente su calidad y cantidad a resultas de los servicios del ecosistema protegido y también, las tierras adquiridas; que por otro lado comenzaron a dar ingresos como áreas turísticas y recreacionales.
Nuestra Ciudad Autónoma de Buenos Aires, o CABA, posee un territorio de más de 20.000 hectáreas (ha). De ese total, casi 1.900 ha han sido zonificadas como verdes. Esta zonificación es fácilmente debatible puesto que de ese total ‘verde’, 1.000 ha son
de parque (no necesariamente un ecosistema natural), 369 de plaza (alto contenido de cemento), 78 de ‘plazoleta’ (ídem anterior) y 115 ha para ‘cantero’ y 222 ha para jardín. Si aceptásemos estos estos datos; y los igualáramos a hectáreas verdes con alto contenido ecosistémico; CABA se puede comparar con Curitiba, en zonas definidas como verdes alcanzando las 0.59 ha por cada 1.000 habitantes, mientras de la ciudad brasilera es 0.52 ha per cápita; y de zonas verdes, en este caso, verdaderamente verdes.
En CABA, de manera positiva, la zona de la Reserva Ecológica Costanera Sur que anteriormente fuera una zona de vertido de escombros; casi por generación espontánea se ha regenerado como Reserva Ecológica, incluso alcanzando esta zona de 350 ha, el grado de reserva Ramsar y como categoría IV –Área de manejo de hábitat y especies concretas. El concepto de Ramsar, se refiere al valor de la zona como área de tránsito para especies como aves; que migran en un proceso trans-perimetral; es decir con influencia más allá de CABA. La conectividad ecosistémica como concepto tiene su máxima expresión, justamente en cursos de agua y zonas ribereñas/aledañas que funcionan como corredores de biodiversidad.
La razonabilidad de ello se sustenta que el agua, es el medio de transporte más importante de materia orgánica, genética, inorgánica y energía del ecosistema global. Contrariamente sin conectividad y con aislación, los ecosistemas locales tienden a
debilitarse. Esto precisamente pasa como común denominador en núcleos urbanos; y particularmente en CABA donde la mayor parte del territorio es inviable para el desarrollo y diseminación de especies (particularmente terrestres); dado que los espacios verdes consistentes ecológicamente hablando- han quedado en zonas perimetrales –como la Reserva Ecológica Sur- o también ahora la Reserva norte, un predio de unas 65 ha, que en un futuro próximo será sujeta a un programa de conservación; y por lo tanto de biodiversidad; o algunas zonas ribereñas supeditadas al lento y complicado programa Acumar, que tiene como objetivo la recuperación de la Cuenca Matanza-Riachuelo.
Asimismo, en un futuro no muy lejano; y teniendo en cuenta la casi imposible misión de cambiar el uso de la tierra dentro de CABA, y a través de ello crear más zonas con posibilidad de albergar biodiversidad; el Gobierno de la Ciudad ha comenzado programas de techos y muros verdes; como así también se encuentra en etapas iniciales el programa en curso de regeneración del arroyo Cildañez y zonas aledañas, a través de un esquema de recuperación de este cuerpo acuífero, por medio de un riguroso monitoreo y programa de inspecciones rio arriba y fito-remediación.
Una vez recuperados estos ecosistemas; CABA constará de nuevos valores culturales y económicos; que en todo sentido enriquecerán la vida de sus ciudadanos y visitantes. Es difícil, pero gratuito imaginar que en un futuro no muy lejano, podremos navegar por el Riachuelo, avistar especies, gozar de la estética y hasta respirar aire puro y sin olores.
Como siempre, estos sueños dependen no solo de un gobierno responsable, sino también y más crucialmente de cada ciudadano y visitante de nuestra ciudad.
* Pedro J. Toranzo, es consultor y académico en Gestión de Riesgo Ambiental y Sostenibilidad. Autor del ´Manual de Gestión de Riesgo Ambiental´, publicado en edición impresa y electrónica (Amazon).