Para la ciencia, la primavera empieza hoy: mitos, raptos y sensaciones
El equinoccio ocurre dos veces al año: en marzo y septiembre. En ese instante el eje de la Tierra es perpendicular a los rayos del sol.
De acuerdo a las efemérides astronómicas verificadas por el Observatorio Naval Buenos Aires, este año, el equinoccio de primavera ocurrió exactamente este sábado 23 de septiembre a las 03 horas 50 minutos, hora oficial de Argentina. El equinoccio de primavera se produce cuando la duración del día y la noche son iguales. Es decir, cuando los rayos del sol caen perpendicularmente sobre el Ecuador y marca el fin del invierno.
Pero ¿qué significa la primavera?
El rapto de una joven. Una vez más la historia comienza con el secuestro de una bella doncella. Recurso mítico, literario, legendario e histórico que nos sumergirá hasta el profundo inframundo. Será el caso de la griega Perséfone, aquella hija de Zeus y Deméter, que se convertirá trágicamente en la reina del oscuro mundo subterráneo.
Perséfone había sido secuestrada de los propios brazos de su madre, Deméter (la diosa de la agricultura y la fertilidad), mientras apreciaba las flores y escuchaba el canto de los pájaros en el bosque de Enna (llanura de Nisa), por Hades, “el invisible”, dios de todos los muertos del inframundo, quien desde una grieta de la pradera irrumpió sagazmente apoderándose de la joven doncella, causando un profundo dolor en la madre (Deméter) que desde el mismo momento del rapto comenzará una incesante tarea por recuperar a su hija.
Fue tan virulento el reclamo de Deméter que desde su garganta emanaron potentes gritos llenos de cólera, haciendo que hasta los árboles comenzaron a perder sus hojas y las praderas se convirtieran en estériles campos, perdiéndose cosechas enteras.
El amor de la madre por recuperar a su hija fue tan fuerte que se manifestó en todas las expresiones de la naturaleza. Se escurrieron las aguas los arroyos, se secaron las semillas en la tierra arrasada por la sequía y fueron tantas las inclemencias que azotaron a la tierra durante el secuestro, que Hades no tuvo otra alternativa que llegar a un arreglo con Deméter, o sea, con la diosa naturaleza. En síntesis, el dios de la oscuridad y señor de los dominios bajo tierra, acordó con la diosa de la superficie y la fertilidad.
Perséfone permanecería seis meses bajo tierra en el frio inframundo (otoño e invierno) y el resto del año viviría en los campos verdes y productivos que son mérito de la madre naturaleza (primavera y verano). Así entonces, “el primer verdor” (prima – vera, del latín) o el tiempo de primavera en Grecia implicaba la celebración del retorno de la hija de Deméter, quien nuevamente feliz, volvió a florecer los paisajes y llenó de frutos las huertas, las viñas y las chacras para regocijo de los labriegos y vecinos.
La mitología tehuelche y el rapto de Kospi
En la Patagonia supo vivir Kospi; joven niña que pasaba sus días tejiendo ponchos y mantas con lanas de ovejas para proteger a sus hermanos del gélido frio austral. Eran los tiempos del dominante dios de las tinieblas, Kooch, que sumergido en una gran depresión por no encontrar amigos inundó con lágrimas de sal el paisaje y con la ayuda de Xoshem, “el viento”, terminó de secar los lagos del sur.
A la orilla de uno de aquellos lagos había residido Kospi. Era bella; y muy generosa. Siempre invitaba té de hierbas a los pastores que se arrimaban con sus rebaños para aprovechar las vertientes de aguas del lugar, quedando encantados los arrieros no solo con su belleza, sino también con su cordialidad y dulces modales.
Pero un día de fuerte lluvia, en pleno mes de julio, la bella Kospi desapareció. Había sido secuestrada por Karut, “el trueno”, quien aprovechándose de la noche invernal raptó a la niña, llevándosela hasta lo alto de las congeladas montañas.
El frio de la altura cordillera comenzó a congelar los pies de Kospi. Era lógico; lejos de su hoguera y de sus mantas, el frio y el hielo comenzó a cubrir su cuerpo hasta poseerla totalmente, transformándola en una roca congelada que se confundía con los blancos cerros cubiertos de perenne nieve.
La desesperación invadió a Karut. Gritaba y reclamaba que apareciera la joven. Era imposible percibirla, pues Kospi se había transformado en nieve. Empezó a saltar moviendo la tierra, agitó los brazos removiendo las nieves, separó las nubes de la oscuridad para que los rayos de sol trajeran luz y ayudarán en su búsqueda. Pero nada; desconsolado echó a llorar. Un rayo de sol cubrió su cara y percibió como la ventana de nubes que había abierto derretía las nieves de las piedras transformándose en agua que por pequeños surcos llegaban al valle. Una de esas primeras gotas de la nieve derretida era Kospi, quien no encontró mejor lugar para protegerse que esconderse en una semilla. Desde ahí fue creciendo en raíz, tallo, flor y fruto. Cientos de gotas siguieron a Kospi, dando lugar al renacimiento de arroyos y lagos. Un nuevo tiempo había llegado, siendo Kospi la generadora de la novedosa estación.
Será por eso qué en lengua tehuelche se denomina “kospi” a los pétalos de las flores que cada seis meses renacen en primavera.
La primavera
Sandro Botticceli, por encargo de Lorenzo di Pierfrancesco dei Medici, pintó “La Primavera” aproximadamente en 1482. Actualmente se encuentra en la Galería Uffizi (Florencia – Italia). Dicho cuadro sigue siendo una referencia insoslayable del renacimiento florentino.
La primavera, es aún hoy, un ícono relacionado con la renovación y el nuevo crecimiento. Cabal representante de la juventud, la armonía, el júbilo y los valores estéticos, siempre estará relacionada con “la flor de la vida”, pero no por una instancia cronológica solamente, sino también como una actitud propositiva hacia los productivos tiempos que llegarán. Eso es la primavera.
Y una vez más, la mujer ocupando el centro de escena. Como antes fue Perséfone o Kospi. Hoy es Venus, la diosa romana del amor, la belleza y la fertilidad. Protectora de los jardines. La sutil seductora que era capaz de proyectar imágenes e ilusiones cautivantes, imposibles de controlar, inevitablemente generadora de esperanza. Ojalá, como ayer a griegos, romanos, tehuelches y cientos de culturas milenarias, la llegada de la primavera nos envuelva con su espíritu solidario, comprometido, colectivo, humanista, generoso. Todo lo que una vez fue, seguirá latente como esperada posibilidad. Es primavera, el tiempo de la posibilidad. No es un mito; es la historia de la humanidad.

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