La ignorancia, la enfermedad más peligrosa

En 1870, Domingo Faustino Sarmiento, presidente de la Nación argentina, crea la Comisión Nacional de Biblioteca Populares (CONABIP) con el objetivo de difundir el libro y la cultura. 153 años después, las bibliotecas populares surgidas de iniciativas particulares de los miembros de una comunidad, se han extendido a lo largo de todo el territorio. En general facilitan el acceso a los libros de estudio e investigación de la “educación formal” pero además proveen espacios recreativos.
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En las bibliotecas populares es posible hallar ediciones antiguas de los clásicos
Algún “incunable” (tesoro a veces desconocido por los propios miembros de la institución), registros históricos (por ejemplo, fotografías de la evolución del barrio donde está emplazada la biblioteca), rincones de lectura ambientados como el living de una casa; tanto como invitaciones a actividades culturales (la charla de algún escritor, la participación en un club de lectura en el que se debatan ideas a partir del abordaje de diferentes textos, la declamación poética, etc.).
Resulta muy enriquecedor para los más miembros más chicos de la familia conocer la biblioteca del barrio. Es recomendable animarlos a asociarse (suele ser un trámite gratuito o de muy bajo costo) y que se habitúen a utilizarla.
Se puede revisar los catálogos para descubrir a qué material se les permite acceder (es fundamental supervisar a qué acceden los niños). Últimamente se ha reportado la aparición de libros sumamente atractivos en cuanto a la presentación (ilustraciones, colores, texturas) pero malos e incluso perjudiciales en cuanto al contenido. Así como una buena lectura motiva a continuar en la búsqueda de las siguientes; una mala puede no sólo desalentar el recorrido lector, sino llegar a generar confusión, perturbación y graves errores de concepto.
Una buena opción es ofrecerse como voluntarios. A veces hace falta gente que colabore con las tareas de organización (mantener limpias y ordenadas las estanterías), de preparación del material (pegar “papeletas de devolución” en la parte final del libro, sellar las páginas que indica el bibliotecario, reparar algunas roturas) o de administración y gestión (controlar los préstamos, ingresar los datos en algún sistema operativo, registrar las devoluciones del material).
Otra manera de colaborar es ofrecer los libros que ya no son necesarios (al efectuar una mudanza o desocupar la casa de un familiar). Ofrecer el material implica donar aquello que verdaderamente vaya a resultar útil en función del servicio que brinda la biblioteca. Probablemente haya que distribuir entre varias instituciones los libros que han sido heredados o que ya no es posible guardar en los hogares.
“En Egipto se llamaba a las bibliotecas el tesoro de los remedios del alma. En efecto, curábase en ellas de la ignorancia, la más peligrosa de las enfermedades y el origen de todas las demás”. Jacques Bénigne Bossuet, teólogo.

* Marisa Musci es bibliotecaria, docente y comunicadora.
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