Bolas de fuego, estruendos y terror en Mendoza: así sufrieron los mendocinos el incendio de más de 20 mil autos
El incendio en la playa de secuestros de San Agustín afectó a los barrios de La Favorita, en plena ciudad de Mendoza. Familias sin casa, contaminación, la pérdida del presente y parte del pasado. Reclaman la mudanza de la playa.

Caían bolas de fuego que iluminaban el cielo, como en un espectáculo dramático de luces. Pero no eran bolas de fuego; no era un espectáculo. Eran partes de autos calientes, incandescentes, latas ardientes. Fue una especie de bombardeo que puso a correr a los vecinos de La Favorita, en el Oeste de la Ciudad de Mendoza y a cinco minutos del microcentro. En la casa de Anabel viven cuatro mujeres y todas dormían. “Escuché una explosión y pensé que era el tanque de agua que se había caído por el zonda. Me asomé por la ventana; y no era el tanque, estaba todo prendido fuego. Salimos con lo puesto para evacuarnos”, recuerda la mujer, y señala: “Era la playa lo que ardía”. Las explosiones se sucedían con un ritmo periódico: no menos de media hora entre una y otra. "Parecían bombas", repiten los vecinos. Lo que explotaban eran autos; principalmente tanques de gas natural comprimido del campo minado de autos que es la Playa de secuestros de San Agustín, un cementerio de vehículos donde hay 25 mil autos y motos. El lugar se prendió fuego el viernes por la madrugada y generó un desastre social y ambiental. El fuego se expandió al barrio y muchos mendocinos perdieron su casa, todos los bienes materiales y aspiraron de manera intensa partículas tóxicas que, en realidad, ya son parte de su vida.
En el interior de la casa de Anabel hay una oscuridad más profunda que la noche. Todo tiznado, pintado de un negro tan opaco que hace imposible ver aunque el iris se expanda al máximo. La casa aún está caliente. Al recorrerla se siente el fuego que hubo. Ahora hay riesgo de derrumbe. Como ocurre en todo el barrio, huele a quemado. Un televisor convertido en latas cuelga de la pared; no quedó nada de ropa, muebles y, lo que más duele, se fueron muchos recuerdos. El fuego arrasó la casa y se llevó el presente que construyeron con esfuerzo desde que llegaron desde Perú, y parte de su pasado. “No nos quedó nada. Las fotos de cuando llegamos a Mendoza desde Perú, que estábamos muy contentas, no quedó nada”, dice.

Ella, sus hijas y su nieta pasaron la noche a cielo abierto, con una vela como luz y algunas frazadas que le prestaron. “A empezar de nuevo…vamos a poder, no queda otra”, dice sin resignarse y con un tono realista. Hay algo que le genera un alivio: gracias a la primera explosión Anabel se despertó y abrió la reja que tenía candado desde adentro. Si pasaban algunos minutos más, el fuego las hubiera alcanzado durmiendo sin poder escapar. Tiene las manos teñidas y espera que con el correr de los días ese barniz se vaya. El resto costará mucho más borrarlo

Fue una noche de terror. En medio de un humo negro, espeso, pesado y lleno de contaminantes, las familias corrían con lo puesto. Algunos alcanzaron a amar una mochila, otros evacuaron el lugar en ropa interior. Hubo muchos que negaron a irse. “Me quedé porque no iba a perder todo. Tengo las cosas de mi familia, la heladera con lo que vendo, el auto…todo. Me subí al techo para echar agua, no veía nada, se prendió fuego una parte del jardín, pero salvamos la mayoría”, explica Pepo Garro. El hombre es uno de los heladeros más famosos de la ciudad. Asmático, ese humo espeso que inhaló es muy malo. “No se veía nada y me puse una máscara de gases. Mi mujer tenía una luz en la espalda, después me di cuenta que era una brasa que saltó y la quemó”, recuerda.
En San Agustín hay más de 25 mil autos y decena de miles de motos abandonadas. La desidia genera mayor acumulación. Son todos los vehículos secuestrados por alguna irregularidad y alrededor hay un sistema de robo de autopartes y otros delitos. En la vida cotidiana las familias de los alrededores convive con el vandalismo, el olor a óxido, las grasas, el ácido de las baterías y otros contaminantes. Cada tanto hay un catalizador que empeora todo: el fuego. El “negro de humo” que aspiran en cada incendio arrastra contaminantes pesados.

Sergio Saracco, presidente de la Asociación Toxicológica Argentina, detalló que la nube de humo que tapó esa zona de Mendoza contenía químicos nocivos para la salud, como monóxido de carbono, cianuro, sulfuros, óxido de nitrógeno, además de metales pesados y compuestos orgánicos volátiles como, dioxinas, bencenos y benzopireno. Incluso algunas partes de autos viejos tienen asbesto, un elemento altamente contaminante, que liberado al aire potencia su peligrosidad porque las partículas se inhalan y se instalan en los pulmones. "Los mentales habitualmente hallados son. trazas de: arsénico, cadmio, níquel, zinc, mercurio, cromo y vanadio. Estos metales salen con el humo y se dispersan por la región circundante, hasta kilómetros de la zona del incendio, bajando hasta los pulmones de las personas, y contaminando plantas, aguas y suelos", explicó el médico .
Los contaminantes liberados pueden afectar la salud de las personas, agravando cuadros respiratorios existentes y generando otros. En la noche del humo negro de La Favorita no hacían falta exámenes. “Era todo negro, se sentía el aire contaminado en la boca”, explicaba Pepo.
Juego de niños
Ciro, Uriel, Dilan, Antón y Bruno tienen de qué hablar en los recreos de la escuelas. Van a contar que se tuvieron que levantar rápido, armar una mochila rápido y correr; rápido y sin pensar. También que ya saben el destino final de al menos una decena de pelotas de fútbol que perdieron detrás del paredón que divide su barrio de la Playa San Agustín. “Seguro se derritieron”, dicen afligidos.
Cada noche los niños del barrio juegan al fútbol en la calle. Cuando una pelota cruza el paredón, la dan por perdida porque nadie responde a sus llamados. La noche del fuego, se despertaron y corrieron. De sentir el sabor de la aventura, pasaron al miedo. “Armé mi mochila y la de mi hermanito con ropa, agua, pañales. Y salimos corriendo. Caían cosas desde el cielo"; explica Uriel. “Me dio miedo porque se prendían fuego las casas”, agrega Antón. Es sábado a la noche y volvieron a la rutina del picado en la calle. Pero también hubo una búsqueda nueva: piezas de autos que volaron y cayeron encendidas; como meteoros peligrosos. Hay chapas dobladas, pedazos amorfos y hasta la puerta de un auto que voló una cuadra.
Al menos 25 casas se prendieron fuego en el barrio Alto Mendoza. Más de 30 familias fueron evacuadas, pero el día después dejó al descubierto la complejidad.
El foco de todo es la playa de secuestros que depende del Ministerio de Seguridad. Una montaña de basura que es cada vez más peligrosa. Desde arriba de los cerros se ve. Es, de hecho, lo que más se destaca desde las alturas. Se cree que el fuego se inició por una quema de cables para extraer el cobre que se expandió y explotó por el zonda. También se investigan hipótesis más complejas, como venganzas y la posibilidad de que se haya prendido fuego un sector para "tapar" el robo de autos. Las llamas superaron los 10 metros; se devoraron todo lo que había y lo que se estaba construyendo.
La montaña de vehículos es un monumento a la desidia. Desde hace décadas se anuncia el traslado, la compactación y otras mentiras. Pero la acumulación crece. El intendente de Capital, Ulpiano Suarez, volvió a alertar sobre el tema. “Insistimos en la necesidad de la erradicación de esta playa, lamento que haya llegado a esta situación extrema”, dijo. “Tienen que sacar la playa. Vamos a organizarnos para que lo hagan. Es un peligro constante, no se puede vivir así”, decía Susana, que vive con su esposo heladero frente al paredón de San Agustín y tiene quemaduras en el cuerpo por las “chispas” que volaban la noche del incendio, esa noche en que hubo bolas de fuego, humo y espanto en Mendoza.
*Para ayudar a Anabel se puede llamar al 2615756743

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