Argentino del Valle Larrabure: un hombre del perdón, faro de la reconciliación
El Coronel Larrabure, fue secuestrado en 1974, durante la presidencia de la Sra. de Perón, pesaba 80 kilos y pasó 372 días en cautiverio, en una cárcel, su cuerpo asesinado y encontrado en una canaleta no llegaba a 40 kilos. Santiago Olivera, obispo Castrense, honra su memoria en MDZ.
Una de las novedades de la enseñanza de Jesús, reza lo siguiente: “Si ustedes aman a lo que los aman, ¿Qué méritos tienen?”, esa capacidad del amor no hace acepción de personas, porque el anhelo de Jesús, es que amemos al estilo suyo, al estilo de Dios: sin límite, hasta el extremo. Porque Dios ama a todos, ama siempre y ama primero.
Sabemos que la vida cristiana, la vida evangélica, es profunda, exigente y posible. Es lo que nos da plena libertad y nos sana profundamente. Experimentamos, más de una vez, que el odio nos esclaviza, ¿No nos experimentamos enfermos al odiar?
Asumir el estilo de vida, el de amar siempre, tiene sus exigencias, convencernos que es lo mejor para nosotros, no siempre es fácil.
Hay algunas personas que- por gracia de Dios y con la ayuda del Espíritu Santo- tienen la firme voluntad de encarnar el Evangelio y nos recuerdan que es posible vivir este de amor revelado y vivido por Jesús.
Una de esas personas fue el coronel Argentino del Valle Larrabure. Fue de esos hombres que se dejaron conducir por la fuerza del Espíritu, convirtiéndose en un testimonio de amor al enemigo, e inculcando ese modo de amar a sus seres queridos, familiares y amigos: “Y a mis hijos y mis ahijados especialmente, que no olviden mi mensaje: 'Aún suceda lo peor, no deben odiar a nadie, y devolver la bofetada poniendo la otra mejilla” (Carta a su familia del 22 de octubre de 1974)
El coronel Larrabure nació en la la ciudad de San Miguel de Tucumán el 6 de junio de 1932. El menor de ocho hermanos -y séptimo varón- de un matrimonio compuesto por Cirilo Larrabure y Carmen “Clarita” Conde Contardi. Hizo su escuela primaria en el instituto Bartolomé Mitre, y el secundario en el colegio católico Tulio García Fernández. En ese momento se despertó su vocación castrense, y el 1ero. de marzo de 1950 ingresó en el Colegio Militar de la Nación, de donde egresó como subteniente del arma de infantería el 1 de diciembre de 1952. Se casó con María Susana de San Martín, a quien llamaba Marisú, el 8 de diciembre de 1955. Del matrimonio nacieron dos hijos, María Susana en 1956 y Arturo Cirilo en 1959.
Egresó, también, de la Escuela Superior Técnica y su primer destino, una vez recibido, fue como Ingeniero Militar en la Fábrica Militar de Tolueno Sintético, ubicada en la localidad bonaerense de Campana, donde llegó en 1965. Mientras trabajaba allí fue profesor de la Universidad Católica Argentina en la ciudad de Buenos Aires. En 1966 hizo un curso en la Escuela de Inteligencia de Buenos Aires. Dos años más tarde continuó estudiando en la Escuela Superior de Guerra, donde hizo el Curso Básico de Comando.
El 22 de diciembre de 1969 fue designado como subdirector de la Fábrica Militar de Pólvoras y Explosivos en Villa María, Córdoba. Con un intervalo de unos años- por Cursos de perfeccionamiento en el exterior- vuelve al mismo destino de la localidad cordobesa en el año 1974. Fue un hombre que vivió la fe en lo cotidiano, como esposo, padre, militar y maestro. Esta fe tuvo su corona en un momento límite de su vida. De regreso a Villa María, habiendo ya retomado su cargo, es apresado por el ERP (Ejercito Revolucionario del Pueblo) el 11 de agosto de de 1974- tiempo del Gobierno democrático bajo la presidencia de la Sra Isabel Martínez de Perón-. En el tiempo de cautiverio se le exigía, para su liberación: “Mayor, usted es especialista en armas y explosivos. Acepte usted trabajar como asesor para las fabricas de nuestra organización y será libre”.
Ante esta propuesta, tentadora por cierto, y donde cualquier mortal podría flaquear, este hombre con firme convicción por los valores humanos y, también de fe férrea, responde con plena conciencia, valentía y libertad: “Por este precio no… las armas no son para que los argentinos nos matemos entre nosotros”. Respuesta en la que se mantuvo firme hasta el final y por eso fue asesinado, después de una largo tiempo de cautiverio, pasando hambre, frío y sueño, un 19 de agosto de 1975. Nos dejaba, como testamento, entre tantas cosas: "Calladamente rezo pidiendo a Dios que no me abandone en una locura humillante. Quiero morir como el quebracho que no entrega su figura de árbol rudo sin exigir el esfuerzo del hachero en prolongadas transpiraciones. Quiero morir como el quebracho, que al caer hace un ruido que es un alarido que estremece la tranquilidad del monte. Quiero morir de pie, invocando a Dios en mi familia, a la Patria en mi Ejército, a mi pueblo no contaminado con ideas empapadas en la disociación y en la sangre. ¡Oh, Dios misericordioso, te pido humildemente me concedas esta gracia!". (Escritos en su cautiverio)
Creo que la figura del Coronel Argentino del Valle, puede ayudarnos a todos los argentinos para sanar tantas heridas y ser, de algún modo, en nuestra sociedad, muchas veces más proclive a los enfrentamientos, grietas y desencuentros, el patrono de la reconciliación, reconciliación que, unida a la justicia, nos ayudará a vencer toda enemistad y odio que tanto mal nos está haciendo y nos hace siempre.
* Monseñor Santiago Olivera, Obispo Castrense.