El celular en el aula, ¿un peligro o una ventaja?

Durante este año, surgió un debate acerca de la utilización de teléfonos móviles en el ámbito educativo. Según un informe emitido por la Unesco, en uno de cada cuatro países se ha implementado la prohibición de estos dispositivos en las escuelas. Ante este contexto caracterizado por los avances tecnológicos, es importante reflexionar sobre: ¿Por qué el uso de celulares en la escuela podría ser perjudicial para los niños y las niñas? ¿Cómo podríamos utilizarlos a favor de la educación?
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Una era atravesada por la tecnología
Hace varias décadas, la idea de que cada estudiante contará con un dispositivo electrónico que le permitiera un acceso inmediato a cualquier tipo de información dentro de la escuela parecía algo sacado de la ciencia ficción. Un futuro comparable al de “Los Supersónicos”, la serie animada que presentaba una familia viviendo en el espacio con la asistencia de robots, autos voladores y otros aparatos. Sin embargo, ese futuro distante ha llegado. En la actualidad, los celulares se han convertido en una extensión de nuestro cuerpo. Hemos internalizado tanto su uso que cuando nos quedamos sin batería o perdemos de vista el dispositivo, sentimos que nos falta algo esencial.
El uso de los teléfonos celulares se fue introduciendo gradualmente en las sociedades hasta masificarse. De hecho, en la actualidad se estima que aproximadamente el 75% de la población mundial cuenta con un dispositivo móvil. En términos generales, nadie cuestionaría que los celulares representan un gran avance en el bienestar de las personas. Sin embargo, cuando hablamos de su utilización en la infancia, comienzan a surgir algunos matices. ¿A partir de qué edad resulta prudente que los niños y las niñas tengan un celular? ¿Para qué lo necesitan? ¿Debería existir alguna restricción en su uso? La realidad avanzó antes de que pudiéramos responder a estos interrogantes. De esta manera, los celulares ingresaron en las escuelas sin que tuviéramos la oportunidad de evaluar su impacto.
Durante la pandemia, los teléfonos móviles fueron una gran herramienta para mantener la educación de forma remota. Incluso antes de la pandemia, en la Declaración de Qingdao de 2017 la Unesco sugería la incorporación inclusiva de estos dispositivos en los contextos escolares. Sin embargo, este año, la misma Unesco presentó un informe en el cual desaconseja que los estudiantes utilicen sus celulares dentro del aula.
El peligro de la distracción y el bullying
Algunos países europeos, en línea con las recomendaciones del informe de Unesco, han implementado prohibiciones legales en relación al uso de teléfonos celulares en la escuela, como ocurre en Francia y los Países Bajos. En contraste, en países como el Reino Unido, se ha otorgado a cada institución educativa la autonomía para supervisar el uso de estos dispositivos de manera responsable.
Las dos razones que justifican la prohibición son la distracción y el posible ciberbullying. Una investigación realizada por la Universidad de Chicago indica que la mera presencia del celular disminuye nuestra capacidad cognitiva. Aunque las personas puedan mantener la concentración sin distraerse cuando están enfocados en un tema, el hecho de saber que el celular está presente y podría sonar en cualquier momento, o que podemos tomarlo para estar al tanto de las últimas novedades, conspira en contra de nuestro enfoque. Esto también se aplica para los niños y las niñas en edad escolar. Asimismo, otros estudios demuestran que los dispositivos móviles reducen la capacidad de retener información y dividen la atención.
Algunos podrían argumentar que los estudiantes siempre han tenido distracciones, ya sea mirando por la ventana, molestando a un compañero cercano, conversando con la amiga del asiento de atrás, o enviando mensajes. Sin embargo, es innegable que los celulares son una herramienta de distracción considerable que se suma a esas opciones. Además, se añade la posibilidad del ciberacoso, el acceso sin restricciones a contenido inapropiado y el uso adictivo de las redes sociales, lo cual conlleva un desgaste que termina perjudicando la salud mental de los niños y las niñas.
Foto: Freepick.
El aprendizaje del uso responsable.
Quizás la solución a este problema no sea la prohibición, sino la configuración colectiva de reglas de uso responsables y saludables entre docentes, padres, madres, estudiantes y la comunidad educativa en su conjunto. Más allá de consideraciones como la posibilidad que los celulares brindan para mantener a los padres conectados con sus hijos e hijas, es fundamental reconocer que los problemas relacionados con la distracción constante, el uso adictivo y el bullying también se presentan fuera de la escuela. Por ello, lo mejor que podemos hacer es educar a los niños y las niñas para regular el uso de sus dispositivos y adquirir la habilidad de usarlos con criterio.
Foto: Freepick.
Si cuidamos las condiciones de uso, podemos aprovechar las oportunidades que los celulares nos ofrecen. Algunas escuelas han diseñado sus propias estrategias para garantizar un uso responsable de estos dispositivos, poniendo cajas en las entradas de las aulas donde los estudiantes deben depositar sus celulares al ingresar, estableciendo límites de tiempo para su empleo y permitiendo también su utilización para actividades específicas que enriquecen la enseñanza y el aprendizaje. Esta es una manera de emplear la tecnología de los celulares al servicio de la pedagogía.
Este año desde Wumbox lanzamos este año una aplicación para descargar en celulares y tablets que fomenta el aprendizaje de la lectura y la escritura. Ya son más de 30.000 los niños y niñas que la están utilizando para practicar dentro del aula y en sus casas las habilidades que requiere la alfabetización inicial. Una de las ventajas de Leo Leo es que establece un tiempo límite de uso, que alerta a los niños, niñas y también a sus padres que han usado el dispositivo por una determinada cantidad de tiempo.
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