Somos excelentes consejeros pero para otros, no para nosotros
Siempre nos resultó más fácil, dar un consejo que a los mejor pedirlo, quizás por cuando lo pedimos, tenemos que ir a nuestro interior y exponernos y siempre estamos preparados.
Que levante la mano el que no termina pensando, después de una charla o de una conversación con un amigo sobrino hermano compañero de la vida, ¡qué bien le hablé!. Lo aconsejé de manera asertiva, qué hermosa sensación que entendió lo que le decía y va por ello impecable. Y nos volvemos con esa sensación de bienestar de satisfacción personal de que hemos logrado el difícil cometido.
Hasta ahí todo bien, solo que a veces llegas y le comentas a alguien, a tu pareja u otro amigo, y ese espejo al que no elegiste volver a mirarte te responde: y por casa, ¿cómo andamos?
Hacer lo que hace bien para mi y para todos requiere tres factores imprescindibles:
- Tiempo.
- Voluntad.
- Constancia.
Y esto en cualquier situación que te propongas. Pensemos ejemplos:
- Dejar de caminar.
- Cambiar la alimentación.
- Comenzar un estudio o una actividad.
- Salir a caminar.
Y así con todo lo que te puedas imaginar. Claro que en ese momento nos secuestra el pensamiento mágico del todo ya y todo ahora y por si fuera poco todo junto. No estoy más con gente tóxica (en tu trabajo o en tu casa está casi lleno). Dejo todas las harinas (pero estoy lleno de fechas de cumpleaños y compromisos).
Pago el gimnasio, organizo horarios y cuando llega el momento, 5 grados, pero para salir equivalen a 10 grados bajo cero y no salgo por frío. Pensamiento mágico, sirve claro, si soy consciente de que es mágico. Porque después tenemos el trabajo de bajarlo a la realidad.
Ahora bien si se trata de un momento más difícil ya sea por algo malo, desbastador o también una enfermedad, el trabajo es más heroico y pensante. Son tiempos donde me enojo y lo hago con todo lo que se me cruza. Es normal y parte del proceso. Me pregunto, me cuestiono, me hago cargo de lo que puedo y lo que no. Pero debo diseñar urgente, y sin excusas un plan de acción.
Por ejemplo, que amigos necesito para pedirles ayuda, para que formen parte de esto y que tareas le puedo asignar a cada uno. Tenemos una misión, un trabajo activo. Pedidos, compromisos y límites. Estos acuerdos serán nuestro norte para poder hacer el acompañamiento desde el alma corazón y vida.
Está muy bueno aconsejar, pero lo fundamental es acompañar, y llevarnos algo de esa sabiduría que nos fluye cuando se trata del prójimo a nuestra propia vida.
Siempre, pero siempre estar para sumar.
* Lic. Erica Miretti, psicóloga. Neuropsicoeducadora. Docente.