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Jimena Adúriz: "Dentro de la desgracia que es perder a una hija en un femicidio, pudimos empezar a gritar Ni una menos"

A 10 años del femicidio de su hija, Ángeles Rawson, -uno de los que impulsó la primera convocatoria de Ni una menos-, Jimena Adúriz dialogó con MDZ sobre los cambios que hubo desde entonces en la sociedad.

Florencia Rodríguez Petersen
Florencia Rodríguez Petersen sábado, 3 de junio de 2023 · 09:00 hs
Jimena Adúriz: "Dentro de la desgracia que es perder a una hija en un femicidio, pudimos empezar a gritar Ni una menos"
Jimena Adúriz, la mamá de Ángeles Rawson, habla de cómo cambió la sociedad a 8 años del primer Ni una menos Foto: Julián Volpe - MDZ

Jimena Adúriz comienza la charla con una advertencia: "No quiero hablar de (Jorge) Mangeri. No le quiero dar entidad. En el décimo aniversario de la muerte de mi hija no. No quiero ni mencionarlo". Tiene entre sus manos una foto de Mumi -como ella la llamaba y cómo hoy en día la nombran a Ángeles Rawson tanto ella como su pareja, Sergio Opatowski, y sus hijos Jerónimo, Juan Cruz y Axel. Habla de ella en presente. "Ella me señalaba cosas y me enseñó a disfrutar de ciertos gustitos", confiesa. Dice también que su hija la admiraba y que seguramente hoy sería ella la que la impulsaría a luchas por los derechos de las mujeres.

Menuda y de baja estatura, Jimena Adúriz tiene una fortaleza admirable. Comienza su día antes del amanecer, tiene una rutina fuerte de entrenamiento y asiste a víctimas de violencia. "Algo que nos sucede a los familiares de víctimas es que nos desespera que toras personas sufran lo que sufrimos nosotros", revela en medio de una charla en la que valora el impacto de Ni una menos en la sociedad. 

"En 2019 estuve en Estados Unidos por la presentación de una película de Alejandra Perdomo que se llama 'Cada 30 horas'. El filme recoge varios testimonios y el eje principal lo lleva Eva Giberti,. Allá nos dijeron que Argentina estaba haciendo punta porque a partir de Ni una menos había empezado el movimiento Me Too", cuenta y agrega: "Porque la violencia de género no tiene estrato social. Mientras más subís en el estrato social, más se oculta. Nos hablaron mucho de los campus universitarios y cómo esconden las universidades los abusos y las violaciones".

Repasa lo vivido desde ese primer Ni una menos de 2015, cuando se llevaba a cabo el juicio por el femicidio de Ángeles y sentencia: "Realmente es una revolución. Estamos asistiendo a un período revolucionario". 

-Se cumplen 10 años del femicidio de Ángeles, ¿qué cambios ocurrieron en la sociedad desde entonces?
-Muchísimos. El femicidio de Mumi -Ángeles, pero le voy a decir Mumi porque para mí siempre fue así- fue el 10 de junio. El primer Ni una menos fue el 3 de junio de 2015 en pleno juicio. Justo fue un miércoles en el que teníamos la audiencia más brava. Hasta en eso me salvó Mumi. Yo siempre digo que ella me salva. Ese día era la audiencia de los genetistas, que duró hasta las 10 de la noche y fue tremenda. Y nosotros nos retiramos antes para ir a la convocatoria. Cuando llegué fue algo impresionante. No suelo ir a convocatorias, recitales y demás porque soy muy pequeña y la gente no me ve y me aplastan. Le tengo cierta fobia a las concentraciones muy grandes de gente. Pero en este caso, fue una tranquilidad… 

-¿Cómo fue la experiencia?
-Nos habían armado un palco. Ahí conocí a Verónica Camargo -que es la mamá de Chiara y amiga personal mía-, también estaba la mamá de Lola -con quien también soy amiga- y varios casos más que en ese momento estaban muy vigentes. Fue como que la sociedad explotó. Creo que no tenemos ni vamos a tener dimensión de lo que generó ese primer Ni una menos en la sociedad. Fue un cambio de paradigma. 

-¿En qué sentido?
-Por ejemplo, la fiscalía elevó el juicio como homicidio agravado criminis causae y nosotros, la querella, como femicidio. Y finalmente terminó teniendo la carátula de femicidio gracias a Ni una menos. Hubo cambios enormes. Fue una toma de conciencia. Hubo cosas que yo tenía internalizadas como hija de mi generación, como hermana de hermanos varones -con un papá que se murió cuando tenía 12 años y una mamá que tuvo que salir adelante- y empecé a ver a un ritmo aceleradisimo. En poco tiempo ví, por ejemplo, cómo se deconstruye mi marido que tiene 62 años y somos de la generación de Porcel y Olmedo. Realmente celebro esa iniciativa de Marcela Ojeda, a quien quiero mucho, y celebro que dentro de la desgracia que es perder a una hija en una ocasión de femicidio, pudimos empezar a gritar “Ni una menos”. 

-Dijiste que Mumi te salvó… Ese día de la audiencia, pero también en otras situaciones. ¿En qué ocasiones lo sentiste?
-Por lo pronto, nos salvó apareciendo, indicando con su dedo, con el resto de ADN a quien fue su asesino. Eso fue algo que -dentro de la desgracia que podría haber sido si el cuerpo no aparecía- nos salvó a todos. En general, su recuerdo -que no es tan recuerdo porque está muy presente entre nosotros, en nuestras conversaciones- sigue siendo muy nuclear en la familia y eso a mí me salva. Me salvó que fuera mi hija mujer. No tengo hermanas y a la única mujer que tengo es a ella. Me ayudó a ver el mundo de las mujeres. Yo vivía -y vivo- en un mundo de hombres. Con ella aprendí a hablar de "cosas de chicas", podíamos pasar una tarde peinándonos o tomando un te. Yo le tejía la ropita para sus muñecas. Comprábamos juntas la ropa, teníamos una conexión impresionante. A ella le encantaba cómo me vestía yo, me admiraba. La extraño tanto, tantísimo. 

Las fotos y dibujos de Ángeles Rawson decoran cada rincón de la casa de su mamá, Ángeles Rawson.

-Supongo que no hay dolor más grande que perder un hijo, ¿cómo conseguiste volver a pararte?
-Creo ayudó mi espíritu estoico. Nosotros tuvimos un gran percance en mi infancia que fue la muerte de mi papá. Cuando se muere la cabeza de la familia hay muchísimos cambios. Mi papá tenía 36 años. Y yo aprendí a ser estoica. Soy una persona emocionalmente frágil y muy sensible pero aprendí a ser estoica porque no había otra opción. Tenía que hacerme responsable de cosas que otros chicos de mi edad no se hacían cargo, ayudar a mi mamá que se puso a estudiar para poder sacarnos adelante, con mi hermano mayor cuidábamos a los menores. Eso hizo que tuviera un “entrenamiento” para esta situación que se ve a veces como frío, pero el ser estoico es tener una respuesta emocional inteligente a la situación dada. Pero eso no quiere decir que a vos no te cale por dentro. Me enfermo, tengo problemas con los dientes, un montón de situaciones físicas en las que somatizo, pero creo que el hecho de que te arrebaten a un hijo, que alguien decida matar a tu hija, es muy difícil de procesar. Fue una decisión de un tercero que un día se levantó y dijo: “Voy a matar” y vos te la tenés que comer. Tenés que convivir con la ausencia perpetua -al menos en esta vida- que no te la podés ni imaginar. Van 10 años y pienso qué duro que es porque el paso del tiempo ayuda aprender a convivir con la sensación porque el ser humano se sobrepone, hay una parte del dolor que se intensifica, se va haciendo cada vez más profunda. Es el paso del tiempo y la vida que pasa… 

-Y en ese momento?
-Yo tenía que sacar a tres hijos adelante. Uno ya se había ido de casa pero también era joven, tenía 25 años. Y Juan Cruz de 19 y Áxel de 17. Y toda la connotación mediática que nos dejó sin nada. De alguna forma tuvimos que escaparnos de casa, nos dejó sin trabajo. Mi suegra a los 10 o 15 días cayó postrada y no pudo soportar el daño que le ocasionaron a mi marido y ese frente también lo tuvimos encima en ese momento. Estábamos en San Isidro, albergados por mi hermano mayor. Siempre digo, salvando las enormes distancias, que en una guerra vas sobreviviendo como podés y te vas haciendo fuerte como podés… Lo que yo sentí fue un poco eso. Toda la hostilidad que tenía el hecho de perder a mi hija de esa forma, de no poder despedirme de ella ni de sus cosas como Dios manda. 

-¿Cómo hubiera sido esa despedida?
-Sentarme en su casa, llorar. Oler su ropa… Nada de eso. De repente la enterré y mi hermano me dijo: “A tu casa no volvés porque la allanaron y te venis conmigo”. Gracias a Dios. Por eso digo que la Mumi me salva. Tuve una familia que me dio un apoyo sin el cuál no sé qué hubiera hecho. Y así me fui haciendo estoica. Algo que sí trabajo mucho es el no estancarme en el resentimiento ni en el odio. 

Ángeles Rawson

-Eso me impresionó desde el primer momento. Siempre tuviste una mirada orientada a perdonar aun cuando los señalaron…
-Sí. De hecho, estuvimos sospechados en la causa. La fiscal sospechó de mi marido de entrada. Eso creo que es Dios, tuve la gracia de ser criada en una fe férrea. Y Mumi que me fue llevando. También hay una parte mía que es que nunca fui rencorosa. Soy cabrona, temperamental, pero no me cuesta perdonar. Ojo. Es muy peligroso hablar de perdón cuando vos tenés a una víctima de violencia de género adelante. Porque la víctima de violencia de género en general está totalmente poseída o cautiva de su agresor, perdona porque no tiene otras herramientas y vuelve a caer en el círculo de la violencia. En ese caso el perdón no existe. Una cosa es decir: “Dejo ir el odio”, algo que a veces tengo que volver a trabajar y que me libera de una situación que no se va a resolver. Quiero que Mangeri cumpla toda la condena que tiene que cumplir. Tiene que pagar por lo que hizo. Pero no le deseo el mal. Quiero aclararlo porque el perdón es algo muy personal. No puedo decir que perdono en nombre de Mumi porque no sé si ella lo perdonaría. Pero sí puedo decir que desde mi lugar trato de construir un perdón para tener una mirada libre de odio. 

-Me interesa que hablemos de las víctimas de violencia de género, ¿cómo empezó el proceso de acompañar a otros en su dolor?
-Algo que nos sucede a los familiares de víctimas y es “de manual” es que nos desespera que toras personas sufran lo que sufrimos nosotros. Empezás a hacer cosas para prevenir porque es tan terrible y doloroso que no querés que le pase a nadie más eso de perder a un hijo o a una hija o que sea maltratado o golpeado. Yo decidí formarme porque no sabía mucho lo que era la violencia de género. No sabía, por ejemplo, que la violencia no empieza con el golpe sino muchísimo antes con el control. el raleo del grupo familiar, de sus amigos… El violento elige muy bien a su víctima. Y en líneas generales eligen personas con baja autoestima, las van socavando y muchas veces las tienen cautivas en forma metafórica o real, amenazando a sus hijos o haciéndolas económicamente dependientes. Les infunden un miedo terrible. Además, en líneas generales el perfil del agresor es el típico del “buen pibe”, que se lleva bien con todo el mundo, es macanudísimo, y cuando la mujer se anima a exponer a esa persona todos dudan. Ese es el resultado de los años de patriarcado abusivo que hubo y que empezó a drenar con Ni una menos. Igual, falta muchísimo. Las cosas a las que estábamos sometidas las mujeres eran horrores.

-¿Notás que eso está cambiando o sentís que el cambio es muy lento? Porque los femicidios siguen ocurriendo…
-Culturalmente, tenemos las mujeres que sí, vamos al galope porque hemos cambiado criterios y porque incluso el hombre sufre el machismo y el patriarcado y se ha aliviado con el empoderamiento de la mujer. En ese sentido, veo que ha cambiado muchísimo en estos ocho años y mucho antes también. La mujer ha tomado las riendas de muchísimas cosas. Lo que no ha cambiado es la justicia y las políticas. Hay algo de educación, porque la mujer debería saber que está viviendo una relación abusiva. Segundo, debería animarse a denunciar y, cuando lo hace, en lugar de tratarla mal o derivarla a la Comisaría de la Mujer deberían tomarle la denuncia. Además, hay un tema en el proceso para que la mujer quede protegida porque una vez que hizo la denuncia, el violento se pone más violento. Ahí es donde ocurren generalmente los femicidios. Muchas veces dudo de recomendar a las mujeres que denuncien porque no creo que estén a la altura las políticas judiciales para que la mujer, una vez que denuncie, esté protegida y no termine siendo una condena a muerte. Si la voy a mandar al matadero, le digo que no denuncie. 

-Me gustaría, para cerrar, preguntarte qué le diría Mumi a las mujeres hoy…
-Así como era de timidona, era una chica que tenía un nivel de compromiso social y de activismo muy grande. Yo tengo otro tipo de activismo,. Se expresaba mucho a través de la escritura y de su Facebook. Cuando pasó lo de Candela estaba indignada. Lloraba. Siguió mucho el caso. Hizo un posteo diciendo: “Señores políticos, queremos salir a jugar. No queremos más Candela”. Tenía 14 años. En ese momento era impensado eso. Creo que ella hubiera estado al lado mío y me hubiera llevado a mí a un compromiso muchísimo más activo. Creo que Mumi me hubiera impulsado a seguirla.

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