Columna de Ciencia

Los detalles del fascinante micro mundo que habita en nuestro cuerpo

Hace muchos años que la comunidad científica comenzó a interesarse por los microbios, principalmente al comprender que algunos de estos seres vivos, diminutos e imperceptibles al ojo humano, tenían la capacidad de provocar enfermedades e incluso terminar con nuestras vidas.

Agustín Luján sábado, 10 de junio de 2023 · 13:01 hs
Los detalles del fascinante micro mundo que habita en nuestro cuerpo
El conocimiento sobre nuestros pequeños huéspedes nos permitirá controlar o prevenir enfermedades inflamatorias, infecciosas y autoinmunes en un futuro cercano. Foto: Shutterstock

La última vez que pisé un zoológico era un adolescente desvergonzado en una visita escolar. El único recuerdo claro que tengo fue el impacto que me causó ver al oso polar, con su blanco percudido, intentando comer. El imponente animal parecía exhausto, aparentemente era víctima del calor de una siesta mendocina. En ese momento, me acerqué al guía de la excursión y sin tapujos lo interrogué: “Disculpe señor, pero ¿en qué parte del Polo los osos comen pollos?”. Ante mi insolente pregunta, el cuidador del zoológico instantáneamente me contestó: “Le damos pollo porque el pescado es muy caro aquí”. En ese momento pensé que
mi disgusto por los zoológicos no iba a cambiar en el tiempo. Pero estaba equivocado.

Micro…¿qué?

Pasó algún tiempo hasta que, en el programa televisivo Científicos Industria Argentina, me encontré frente a frente con otro tipo de zoológico, uno microscópico, al que llamaban microbioma humano. Pero, ¿qué es el microbioma? Para poder entender de qué hablamos al decir microbioma, vale la pena empezar definiendo que un microbio es un ser vivo muy pequeño que sólo podemos ver con el uso de microscopios. Además, estos seres diminutos pueden ser de diversos tipos como bacterias, hongos, arqueas, protistas o virus (aunque estos últimos no los consideramos seres vivos, pero eso lo discutiremos en otra columna).

Al conjunto de todos esos microbios, los llamamos microbiota. Pero, si a esa microbiota le agregamos el medio ambiente en el que se encuentra (ya que no es lo mismo vivir en los pulmones que en el intestino) y los productos que generan (como toxinas, ADN, y otros compuestos) comenzamos a denominarlo microbioma. Hagámoslo más fácil. Si yo fuera un microbio, al rodearme de mi familia, amigos, amigas y mascotas, nos consideraríamos una microbiota. Pero si además tenemos en cuenta la ciudad y el medio ambiente en el que vivimos, podríamos definirnos como microbioma. Vale aclarar que es sólo un ejemplo maximizado, ya que el término microbiota y microbioma se utilizan únicamente para microorganismos.

Alianzas biológicas

Hace muchos años que la comunidad científica comenzó a interesarse por los microbios, principalmente al comprender que algunos de estos seres vivos, diminutos e imperceptibles al ojo humano, tenían la capacidad de provocar enfermedades e incluso terminar con nuestras vidas. Seguramente hayas escuchado el término pasteurización, ese proceso por el cuál se eleva la temperatura de la leche animal luego del ordeñe para reducir la cantidad de microorganismos que contiene. Este experimento fue desarrollado en el siglo XIX por Louis Pasteur, un investigador francés considerado el padre de la microbiología moderna. Pero ese
simple ensayo no sólo demostraba que se podían eliminar microorganismos patógenos del fluido animal, sino que reforzaba la teoría sobre el origen de las enfermedades infecciosas: los microbios. Años más tarde, Pasteur desarrollaría la vacuna antirrábica, entre otras revolucionarias contribuciones científicas.

Durante el siguiente siglo, la ciencia profundizó el estudio de esos bichos que nos generaban enfermedades, y desarrollamos antibióticos y vacunas para poder eliminarlos o controlarlos. Pero no fue hasta comienzos de este siglo que el desarrollo científico-tecnológico nos permitió detectar e individualizar microorganismos de diferentes reinos, familias y especies para llevar a cabo el Proyecto Microbioma Humano. Este proyecto, buscaba determinar cuántos y cuáles microorganismos se encontraban en el cuerpo humano. En los primeros años de estudio se estimó que (¿estás preparado? este dato será un antes y un después en tu vida)
contenemos más microorganismos ajenos que células propias. Sí, transportamos 10 microorganismos extraños por cada célula humana que nos conforma (¡y eso que estamos hechos de 10 billones de células humanas!). Es decir, somos 9% humanos y 91% otra cosa.

Actualmente, algunos autores estiman que la proporción correcta sería de 3 a 1. Pero incluso, si fuese 1 a 1, es fascinante pensar que llevamos un zoológico de bacterias, hongos, parásitos, levaduras y virus con nosotros. A raíz de estos descubrimientos, la ciencia amplió su foco de atención. Ya no sólo nos interesan aquellos microorganismos que pueden enfermarnos (los conocidos patógenos), sino también todos esos bichos que conviven con nosotros y que, ahora sabemos, nos hacen la vida más fácil. Estamos aprendiendo cada vez más sobre nuestro microbioma. Los humanos hemos co-evolucionado durante miles de años con estos microorganismos a cuestas y eso ha permitido generar alianzas beneficiosas para ambos.

Hoy entendemos que hay bacterias en nuestro cuerpo que nos permiten mejorar la absorción de alimentos, otras que entrenan y benefician nuestro sistema inmune, algunas inhiben el crecimiento de microorganismos patógenos o incluso modifican su medio ambiente y lo vuelven más hostil contra infecciones de transmisión sexual. Sin embargo, este zoológico personal puede ser alterado por conductas diarias como el aire que respiramos, el tipo de alimentación que elegimos, los fármacos que consumimos, la calidad de nuestro sueño, el estrés y muchos factores más. Pero, ¿cuándo nos insertaron este zoológico en nuestro cuerpo?

Desde el nacimiento, incluso hay evidencia que desde la gestación, comenzaría nuestra relación intrínseca con estos microbios. Por ejemplo, aquellos bebés que nacen por parto vaginal reciben su primera carga al contactar el microbioma vaginal. Pero esto no queda aquí, existen cada vez más datos de que el microbioma vaginal concede al niño una mejor defensa durante los primeros meses de vida. En cambio, aquellos que lo hacen por cesárea sólo adquieren microbiota proveniente de la piel de la madre. Algo similar sucede con el beneficio inmunológico que reciben aquellos recién nacidos que logran consumir leche materna en comparación con los alimentados a base de leche de fórmula.

Durante nuestro desarrollo seguimos en contacto, adquiriendo y transfiriendo microbiota. Por ejemplo, si nos besamos apasionadamente con otra persona durante 10 segundos, además de recibir una ola de señales placenteras de nuestro cerebro, estaríamos recibiendo alrededor de 80 millones de bacterias de la otra persona (suena asqueroso, pero no recomendamos dejar
de besarse). Incluso, sabemos que durante la edad adulta perdemos una gran cantidad y diversidad de nuestros especímenes microscópicos, lo que se relaciona cada vez más con ciertas enfermedades inflamatorias.

Como verás, la microbiota que portamos puede beneficiarnos o perjudicarnos, pero también nos hace únicos como personas y como especie. Pero si el microbioma es un conjunto de microorganismos en un espacio definido, podríamos determinar cuál es el microbioma del planeta Tierra, y eso es lo que propone el Proyecto Microbioma de la Tierra. Lo fascinante de la ciencia es que siempre queda mucho por investigar y descubrir, y estamos seguros que seguir aprendiendo sobre nuestros pequeños huéspedes nos permitirá controlar o prevenir enfermedades inflamatorias, infecciosas y autoinmunes en un futuro cercano.

Al fin y al cabo, me quedaré con la incertidumbre de si aquel oso polar estaba exhausto por ser víctima del calor, del cautiverio, del cambio de su medio ambiente, de la alteración de su microbioma, o del triste conjunto de todas esas posibilidades. Lo que no me cabe dudas, es que el único zoológico que me gusta es el que llevamos dentro.

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*Autor: Agustín Luján. Investigador postdoctoral del Centro de Regulación Genómica de
Barcelona, España.

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