Experiencia MDZ

Alquilar en Buenos Aires, la experiencia suertuda de un mendocino inexperto ante los rugidos de la gran ciudad

Todos sabemos que alquilar en Buenos Aires podría ser considerado un deporte de riesgo y yo, el humilde servidor autor de esta nota, tuvo su propia experiencia que, a decir verdad, salió mejor de lo pensado.

Gabriel Sotelo
Gabriel Sotelo sábado, 13 de mayo de 2023 · 14:47 hs
Alquilar en Buenos Aires, la experiencia suertuda de un mendocino inexperto ante los rugidos de la gran ciudad
Foto: ALF PONCE MERCADO / MDZ

De antemano ya sabía que la situación estaba complicada y que alquilar un departamento en la ciudad de Buenos Aires podía ser algo un tanto engorroso. Pero, quizás inconscientemente y como método de defensa, la mente humana siempre piensa "a mí no me va a pasar". Pero, señoras y señores, es falso y a todos nos pasa, aunque creo que igualmente tuve suerte porque encontré medianamente rápido.

Mi nombre es Gabriel Sotelo, soy periodista de MDZ y decidí venirme a vivir a Buenos Aires cuando el dólar blue estaba 70 pesos más barato, hace poco más de un mes. Digo esta referencia del dólar porque en ese momento, ante mi decisión, comencé a ver cuánto iba a tener que pagar de alquiler.

En Mendoza, mi ciudad natal, un alquiler de un departamento entre 2 o 3 ambientes, bien ubicado, puede costar entre 40 y 60 mil pesos, dependiendo de distintos factores. Acá en Buenos Aires, en ese momento, la oferta, al menos en las páginas que suelen mostrar alquiler terminadas en "prop", de un monoambiente o un dos ambientes en zonas "más tranquilas y seguras" no bajan de los 100.000 para empezar a hablar.

Vale destacar también que Mendoza tiene uno de los sueldos más bajos del país en varios rubros y quizás Buenos Aires debe estar en el top de los sueldos más elevados. En el costo de vida Mendoza es, a criterio personal y por experiencias propias, de las ciudades más caras para vivir (llámese comer, comprar ropa y demás) y Buenos Aires, también según mi perspectiva, en ese factor es igual o un tilín más barato, no así en los alquileres que duplican y hasta triplican a algo similar en la tierra del sol y del buen vino.

Conseguir alquiler en Buenos Aires es casi un deporte de riesgo.

En definitiva: llegué a Buenos Aires con la vara baja en cuanto a búsqueda y con intenciones de conformarme medianamente fácil. Tras enviar alrededor de 50 mails o mensajes por WhatsApp e intentos de cita para ver departamentos, sin exagerar, quizás unos 15 me respondieron y pude pautar unas 8 visitas (si no aceptabas mascotas era excluyente).

Mi primera experiencia: me alquilaron en la cara

Martes, 12 horas. Me subo al subte con la mochila cargada de sueños -frase nunca antes dicha, pero no por eso menos cierta-. Con "sueños" hago referencia a ganas e ilusión.

Me retrotraje a las ganas de un Gabriel adolescente viniendo por primera vez a Buenos Aires con mi papá a ver a River y viendo que la calle Corrientes era ver teatros llenos, famosos sacándose fotos y un San Telmo repleto de bonitos lugares, de tango, artesanos y con una esquina, para mí, ideal: Mafalda con sus amigos y la historia de nuestro mendocino más famoso, Quino.

Las ilusiones son por todo lo que significa vivir en la ciudad en donde "pasa todo". En cuanto a espectáculos y cultura, rubro al que me dedico, Buenos Aires es la ciudad en la que hay que estar, sin lugar a dudas. Para ustedes, los porteños que estén leyendo esta nota, es algo normal, pero para lo que vivimos lejos pensar en Buenos Aires y sus posibilidades es algo lejano y utópico, pero -intentaré- posible.

Me fui por las ramas, procederé a volver. Martes, 12 horas, me subo al subte con destino a Belgrano para ver el primer departamento que había pautado: cita 12.45. Sin manejar los tiempos aún, llego unos minutos antes (12.35) y procedo a esperar. Un hombre colombiano, también esperando en la puerta del edificio, me pregunta si venía a ver un alquiler. Y sí, él estaba ahí con cita 12.15 y todavía nadie le respondía.

Las ofertas de alquiler en Buenos Aires son muy pocas.

Curioso y preguntón -quizás por eso soy periodista- le doy charla y empieza a contarme que este es el décimo departamento que va a ver, pero que viendo los alrededores va a verlo de cortesía, pero no le interesa. Por "alrededores" hacía referencia a dos edificios en construcción, es decir ruido constante, algo que sinceramente no me había percatado y dije "claro, este hombre tiene razón", pero bueno igual yo seguía interesado.

Instantes después, se abre la puerta del edificio y baja una mujer que dice "lo siento, lo acaba de reservar la chica que lo vio antes que ustedes", a lo que continúa ofreciendo verlo igual "por si se cae la reserva". Yo dije rápidamente "sí, claro", mientras pensaba "puede que se caiga, por qué no" -noté un cierto asombro de la mujer de la inmobiliaria- mientras el colombiano muy tranquilo y sensato responde "no, está bien" a lo que pensé "seguro él sabe algo que yo no".

Lo que el colombiano sabía, y la chica que se asombró ante mi "sí, claro", es que es practicamente imposible que se caiga una reserva porque las ofertas de departamentos para alquiler son nulas y conseguir algo a gusto ya ni siquiera es un item fundamental a lo hora de decidir porque simplemente se piensa en "no quiero dormir en la calle".

Este soy yo antes del desgaste mental de esta travesía.

Tras ver el departamento, mientras los dos jóvenes que me habían ganado la opción me miraban como diciendo "y este qué busca", bajé en el ascensor y para romper el típico silencio incómodo de compartir ese cubículo con un desconocido en donde 40 segundos parecen 20 minutos pregunté a la chica de la inmobiliaria: "¿Está difícil alquilar?".

Su respuesta fue sincera y dudo que haya sido por una tonada mendocina, sino más bien por la poco informada pregunta: "¿de dónde sos?". Tras contarle que vengo de -me pongo de pie para escribir- Mendoza, empieza a decirme que en Buenos Aires es más fácil hacer cualquier cosa que alquilar. Y me da varios consejos, si bien no muy alentadores la verdad, con mucha buena onda: "buscá buscá y lo que encuentres reservalo, no importa lo que sea, vos reservalo. No hay más nada que eso y si no lo reservas vos, lo hará otro".

Este joven mendocino que todavía no llega a los 30 años, asiente con la cabeza mientras por dentro piensa en Scaloni y Messi y esboza un simple gesto y responde "gracias, elijo creer". Caminando cabizbajo y pensando cómo volver a Mendoza sin haber perdido la dignidad en el intento y de haber tenido despedidas como si me fuese a Australia, veo en la esquina una inmobiliaria a la que entró entusiasmado pensando "sabes que sí, es por acá".

"Hola, buen día. Estoy buscando alquiler". Una mujer de sonrisa prominente me mira con ternura y me dice "mirá, está complicado. Tomá asiento" a lo que me cuenta que no tienen absolutamente nada y que busque y lo primero que encuentre lo reserve porque si no lo reservo yo, lo va a reservar otro que venga atrás.

Salgo resignado, quizás es verdad que la paciencia no es una de mis características principales porque había visto tan solo un departamento -alquilado por dos jóvenes felices y con ya un hogar bajo la manga- y ya me sentía derrotado. Me siento en un bodegón de la zona y mientras como una milanesa con puré pienso qué hacer.

Ingreso nuevamente a las páginas de alquileres "prop" y vuelvo a enviar mails, para mí sorpresa había algunos departamentos nuevos. El mozo, una de esas personas que podemos denominar un tipazo me dice, bien porteño "y sí, pibe. Hoy tenés y mañana no" como si la vida tuviera una simpleza inusitada. El "hoy tenés y mañana" no, y las dos mujeres simpáticas que me habían dicho que reserve cualquier cosa, pero que sino iba a tener que dormir en la plaza, en otras palabras, me convencieron de buscar cualquier cosa.

Quizás así sería el antes y el después de una persona que no tiene suerte y busca alquiler.

Por mail me llegaron varias recomendaciones a las que me contacté, en vano todas (quizás 15, tener un gato puede que sea similar a una bomba atómica) salvo dos que me respondieron. Pauto dos citas para el día siguiente: un departamento en San Telmo, ese lugar tan hermoso que he visitado decenas de domingos, y otro, una vez más, en Belgrano.

Mi segunda experiencia: resignación en la oscuridad

Miércoles, 10.30. Rumbo a San Telmo caminando veo que quizás no es tan lindo como pensaba los domingos y ese amigo que la noche anterior me contuvo tenía razón en que "si vivís en San Telmo te vas a querer cortar las orejas -bueno, no dijo eso- y te vas a querer volver a Mendoza". 

Pintoresco, turístico, antiguo y con cierto cariño podía ver los alrededores del edificio en el que me disponía a ingresar. Tres pisos por escaleras y la entrada a un pozo negro. Bueno en realidad era un departamento, pero si se cortaba la luz tenía que usar velitas o linternas para buscar a mi gata (Mora, una gata negra).

Así imagino que se hubiera visto mi gata negra con la luz apagada en este departamento de San Telmo. 

Voy a confesar mi ignorancia y dudo si en San Telmo está prohibido tener ventanas, pero este lugar parece que cumplía con ese requisito. No quiero ser un exagerado y faltar a la verdad, pero quizás estamos hablando de 20 metros cuadrados y un baño lo que podía ser por un instante mi nuevo hogar. Digo porque según las recomendaciones de "reserva o te morís" era la única opción potable. 

Tras analizarlo unos segundos desistí de esa opción y le dije al hombre que me mostró el departamento "creo que no me podré adaptar a la zona" para excusarme de alquilar el departamento. El señor, probablemente bailarín de tango en su juventud, me miró con cierto recelo por mi negativa, pero procedió a darse vuelta y abrirme la puerta para que pueda descender los tres pisos mientras pensaba "la tercera es la vencida.

Y va el tercero... y gol

Mi tercera experiencia fue la vencida. Por eso dije que tuve suerte o quizás la vara baja, aunque a decir verdad creo que simplemente suerte porque el departamento es lindo y muy bien ubicado. Tercera cita, segunda en Belgrano, y la ilusión estaba intacta.

Me recibe Gabriela, ya el nombre me dio buenas vibras, que llega antes de lo previsto para calmar mi ansiedad y nuevamente mal calculo en el tiempo para llegar. "Bienvenido, pasa" fueron las palabras antes de abrir la puerta de ese dos ambientes con balcón, algo que Mora -mi gata- va a agradecerme eternamente. 

El lugar era el indicado por lo que, cual casamiento, dije "sí, quiero". Tras mi respuesta afirmativa me explica que ella no suele reservar sin terminar las citas pautadas para ese día a lo que pensé "qué ejemplo esta mujer, para vos que le reservaste a esos jóvenes felices y no me dejaste ni siquiera verlo". 

Mora, la gata que estará paseándose por un balcón en Belgrano.

Al riesgo de perder mi hogar guardé la dignidad en el bolsillo y procedí al ruego de "entiendo, pero por favor me interesa mucho, teneme en cuenta, te envío todo lo que necesites hoy". Dicho y hecho. Enviado la información en el transcurso de la caminata a la estación Congreso de Tucumán, unas cuatro cuadras, solo pensaba en "Rezá, Malena, rezá".

Tras el rezo de Malena porque encima yo soy ateo y ni siquiera podía hacer eso, mi tocaya me responde que toda la documentación está bien, que avancemos con el alquiler. Creo que ni por la chica más linda que alguna vez me haya aceptado una cita sonreí tanto ante un mensaje que se festejó como el título de un club de camiseta de banda roja cruzada en el corazón en Madrid.

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